«Se naturaliza la educación pública porque está ahí, pero hubo mucha lucha para que estuviera»

Por Gabriela Tijman. “La gente piensa que el pobre llega por su sacrificio, y que si yo pude llegar hasta ahí, todos los pobres podrían. Es como embellecer la pobreza, decir que si se quiere, se puede. Pero no es así. Los pobres podemos solo si el Estado nos ayuda”. Lina María Mamaní tiene 34 años, una hija de 16, vive en Maimará, plena Quebrada de Humahuaca, es profesora de Historia en el secundario de Tres Cruces, allá en el comienzo de la Puna jujeña, y estudia Licenciatura en Historia en la Facultad de Humanidades de la UNJu, en San Salvador de Jujuy. Claro que se esfuerza, y claro que sus padres, él carpintero y ella pastora, hicieron un enorme esfuerzo para que Lina pudiera estudiar. Pero “no es lo mismo que el Estado no esté presente”, dice.

Por estos días anduvo reflexionando en su perfil de Facebook sobre estas cosas. Porque el jueves, el día de la marcha federal universitaria, que en Jujuy generó la movilización más impresionante en muchos años, ella tenía que ir a dar clase a Tres Cruces y no iba a poder bajar a la ciudad. “Me levanté pensando en que para ayudar un poco a la lucha y también como consuelo para mí, podía escribir una parte de mi historia en relación a la educación pública”, cuenta.

Esa mañana buscó a su mamá y se sacó una foto con ella para acompañar el texto. “Quería también sacarme con mi papá, que tiene 82 años, pero justo se había ido a hacer unos trámites y no podía esperarlo porque ya venía mi colectivo”, cuenta.

“A veces a algunos no les gusta que digamos que somos pobres, pero yo lo digo con mucho orgullo porque aunque ahora tengo un trabajo y no tengo la misma situación de cuando era niña, tampoco creo que sea de otra clase, soy consciente de dónde vine y cómo llegué hasta acá”, dice Lina.

Lina conversó con Día 6 y recorrió su historia, que es la de tantos chicos y adolescentes de cualquier rincón de la Argentina. También es la historia de familias enteras que en los últimos años celebraron con orgullo estrenar un título.

En Maimará hay una sola escuela primaria. Pública. “Se llamaba la escuela fábrica, me dijo mi papá. Se fundó en 1956 pero había empezado a construirse mucho antes, en el peronismo”, relata. La única escuela secundaria del pueblo es una técnica. También pública. Aunque si hubiera habido alguna escuela privada, no era opción para la familia de Lina. “Estábamos preocupados por comer, había que elegir entre comer o estudiar. Y uno se tiene que alimentar”, dice.

Con una oferta educativa tan acotada, muchos adolescentes maimareños, cuando terminan la primaria, se van a Tilcara o a San Salvador de Jujuy para seguir sus estudios. “Mi familia no podía, la Técnica era nuestra única opción. Como mucho podíamos elegir la orientación, mecánico o administración de empresas. Pero sí o sí había que hacer los seis años”.

En esa época las chicas iban a administración porque no estaba bueno que fueran a la técnica, que era más para los varones. Y allí fue Lina, a Administración. No como sus hermanos, que hicieron la orientación mecánica.

“Yo no sé qué hubiera pasado si no estaba ese secundario -piensa ahora Lina-. Podríamos haber seguido, o no. Capaz nuestros padres hacían un poco más de esfuerzo para mandarnos a algún secundario cercano, pero no lo sé. La verdad es que gracias a Dios estaba ese secundario y eso les simplificó las cosas a mis papás”.

Pero no son cosas solo de Dios. Lina recorre su propia historia y reflexiona en torno de una idea que por estos días emerge como central: la presencia del Estado, una y otra vez.

Sobre el final de la secundaria, a los 17 años, quedó embarazada. Nació Candela, que ahora tiene 16 y también estudia en la Técnica de Maimará. “No es suficiente con poner una escuela y que la gente estudie. Hacen falta muchas cosas más. Y cuando el Estado acompaña, cuánto más sencillas son muchas cosas. Por las posibilidades que nos pueden dar, por la igualdad”, analiza antes de continuar su relato.

“Me agarró la crisis de 2002, fue terrible -continúa-. Yo siempre le cuento a mi hija que estaba en sexto año y no tenía hojas para escribir. Entonces me compraba hojas cuadriculadas y escribía renglón por renglón, para que rinda más. Porque uno en las hojas cuadriculadas escribe renglón por medio”. Lina va a decir que “en otra época” ella también se daba “el lujo” de escribir renglón por medio. Pero no llega a completar la palabra “lujo”. Dice sí que “tenía que hacer una letra muy chica para que calce; y prolija”. Se pregunta si los profesores se habrán dado cuenta. “Yo trataba de hacerlo prolijo para que pareciera que escribía así porque yo quería, y no porque las hojas me iban a faltar”.

Terminado el secundario, Lina tuvo el apoyo de sus padres para seguir estudiando. “No económicamente, pero sí cuidando a mi bebé”, aclara. El terciario más cercano estaba, a 7 kilómetros, en Tilcara. Había dos carreras, Lengua e Historia. Eligió la segunda.

Con su beba recién nacida, ya no se trataba solo de tener la posibilidad de haber estudiado y seguir adelante con la carrera. Ahora había otras necesidades.

Ese año le dieron el Plan Jefes y Jefas de hogar, que era de 150 pesos, a cambio del cual trabajaba cuatro horas en una cooperativa de tejidos. Y accedió también a una beca de 100 pesos que se otorgaba a quienes aprobaban todas las materias que cursaban. “Yo calculaba cuánto me gastaba en pasaje y en fotocopias, y después el resto era para criar, para invertir en mi hija. Mis padres por suerte me ayudaban con la comida y con estar en la casa”, cuenta.

Para Lina, esos 250 pesos fueron claves para poder seguir adelante. “Dicen que los vagos piden planes, que no hacen nada, ¡pero yo me recibí gracias a eso!”

“Cuando me recibí, Néstor ya no estaba de presidente, pero me acuerdo que yo quería escribirle una carta para decirle que gracias por el apoyo, gracias porque nos ayudaste, porque estuviste acá con nosotros”, se emociona. Fue en 2007. Primero trabajó en una empresa, “haciendo otras cosas”, donde le pagaban muy poco. Hasta que consiguió las primeras horas como docente. Cobró su primer sueldo con seis meses de demora, y mientras tanto mantenía el Plan. Cuando supo que iba a empezar a recibir el sueldo, se fue a la Municipalidad y presentó la nota de renuncia. “Me sentía muy agradecida, y pensaba que por lo menos ese plan iba a ir para otra persona que pudiera hacer el mismo camino que yo hice”.

El primer trabajo de Lina como docente fue en El Cóndor, “de La Quiaca para adentro”. Allí vio más claro todavía el valor de la presencia del Estado: “Puedo pensar en todos los secundarios que se hicieron en los últimos años, desde que la secundaria es obligatoria, en lugares donde apenas hay dos o tres casas y ahí está el secundario. En El Cóndor los chicos no tienen la escuela ahí. Pero ¿qué hizo el Estado? Les puso un albergue para que los chicos pudieran estar de lunes a viernes, y le garantizaban la comida, los útiles, las cosas de higiene”.

“Entonces uno puede pensar también cómo se accede a esa educación pública. Aunque haya cinco chicos, el Estado está ahí”.

Fue en 2015 cuando entró a la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy. “Una docente del profesorado me impulsa, me dice que lo tengo que hacer, que me anote. La primera clase falté y ella me dijo acá está el material, imprimilo. Es como ese empujoncito que a veces todos necesitamos para animarnos”.

“La verdad es que cuando estuve ahí en la facultad me parecía una cosa medio extraña -describe-. Siempre la había mirado como algo muy lejano, algo que otros pueden hacer pero yo no; como que yo ya había llegado bastante lejos siendo profesora y enseñando. En el secundario decía ay, me gustaría ser profesora y enseñar. Había soñado con eso, pero nunca se me había pasado por la cabeza que podía ser una carrera universitaria”.

Pensando en aquellas sensaciones, analiza: “Cuando uno está en un ambiente más de estudio, cuando tus padres tuvieron la posibilidad de estudiar, capaz que te dicen esto te conviene, esto no. Pero la verdad es que mis papás estaban pensando en cómo nos podían dar de comer. Eran esas sus prioridades. Yo estoy superagradecida con ellos, toda mi vida, porque sé que no fue culpa de ellos sino que las cosas se dieron así”.

Y es así, como dice Lina. Hoy Candela está por terminar el secundario en la Técnica de Maimará y está pensando en estudiar Ingeniería en la facultad. Mientras tanto, a Lina le faltan tres materias y la tesis para recibirse de licenciada en Historia. Será el año que viene.

“Yo me animé a contar esta historia porque tal vez lo puedo hacer y tengo algunas herramientas para pensarme y para pensarlo, pero también siento que es la historia de muchos quebradeños, de mucha gente que también estudió en escuelas públicas. Es la historia de todos -reflexiona-. Tal vez le pase a mucha gente que no se anima a seguir porque tiene miedo, como me pasó a mí en un momento, porque lo vemos como algo muy lejano, algo que no vamos a poder lograr. Pero a veces uno se anima. Y los pobres el único recurso que tenemos para salir adelante es lo público”.

Lina dice que podría estar limpiando una casa, un hotel o «vendiendo alguna cosita, porque los pobres nunca dejamos de luchar», pero «luchar con un estado presente es muy distinto, todo se hace más fácil y hace que todos tengamos las mismas oportunidades”.

“Ahora lo puedo pensar y mirar así porque el Estado me permitió estudiar, me ayudó a desarrollar algún pensamiento», reconoce agradecida, y responde a ciertas ideas instaladas: «La gente piensa que el pobre llega por sacrificio y por esfuerzo. Y que si yo llegué hasta ahí, todos los pobres podrían llegar. Pero en realidad no es tan así. Es como embellecer la pobreza, que si se quiere se puede. Y en realidad se puede si hay un Estado presente. No es lo mismo que no esté”.

“Si no hubiera estado el Estado poniéndome una escuela donde no hay otra posibilidad, yo no estaría acá, contando la historia y tratando de terminar una carrera universitaria -afirma-. Yo trato de hablarle a mi hija, porque uno naturaliza la educación pública porque está ahí, pero hubo mucha lucha para que estuviera ahí. Y hubo decisiones de los gobernantes. Y esta lucha va a seguir por siempre”.

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