40 años: Madres de la Plaza, el pueblo las sigue abrazando

Por Araceli Bellota, en El Presente de la Historia. Fue un sábado por la tarde, de hace 40 años, el 30 de abril de 1977, cuando varias mujeres sentadas en el banco de una plaza hablaban sobre sus hijos. Hubiera sido una escena común si no fuera porque el lugar elegido era la Plaza de Mayo y porque las unía una misma angustia: saber el paradero de sus hijos desaparecidos.

Las desapariciones en la Argentina habían comenzado en 1974 tras la creación de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), una organización parapolicial conocida como las Tres A, integrada por activistas de derecha y por ex integrantes de fuerzas de seguridad que, en dos años, habían secuestrado y asesinado a unas 600 personas.

Pero después del golpe de estado del 24 de marzo de 1976 el número de desaparecidos se elevó en miles, y los familiares comenzaron a buscarlos golpeando las puertas del ministerio del Interior, la Policía, las iglesias y de algunos políticos sin obtener ninguna respuesta. Así se conocieron las mujeres que luego integrarían la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

A instancias de Azucena Villaflor de Vicenti, se juntaron en la Plaza de Mayo para presentar una carta solicitando audiencia al entonces presidente Jorge Rafael Videla. Primero fueron unas pocas que se sentaban en los bancos, luego se agregaron otras, hasta que sumaron setenta. La Policía, entonces, les advirtió que regía el estado de sitio, que estaban prohibidas las reuniones en lugares públicos y que, por lo tanto, debían circular. Así nacieron las silenciosas rondas alrededor de la Pirámide: si no podían estar sentadas caminarían, pero no dejarían la Plaza.

Seis meses después, en los primeros días de octubre, decidieron llevar el reclamo por sus hijos desaparecidos a la peregrinación hacia el santuario de Luján en la que cada año la Iglesia reunía a un millón de jóvenes. Como no podían caminar tantos kilómetros y, además se iban a sumar a la marcha desde distintos puntos, debieron buscar una manera de identificarse. Una de ellas sugirió: “¿Y si nos ponemos un pañal de nuestros hijos?”. Ese fue el origen del pañuelo blanco que se convirtió para la Argentina y para el mundo en un símbolo de la defensa de los derechos humanos.

Por su parte, el dictador Videla se negaba sistemáticamente a recibirlas al tiempo que aumentaba la preocupación oficial porque las rondas de “las locas de la Plaza de Mayo” -como comenzaron a llamarlas- se convirtieron en una cita obligada para la prensa extranjera y para todo personaje importante que visitara el país. No había intimidación que fuera capaz de desalojarlas de la Plaza. Si detenían a algunas, el resto se presentaba en la comisaría para solicitar estar presas junto con las demás, y una vez en las celdas todas rezaban para que en esa comisaría no se torturara. Habían aprendido a llevar diarios enroscados en sus piernas para cuando la policía les largaba los perros y hasta bicarbonato con una botellita de agua para cuando les tiraban gases lacrimógenos.

En diciembre de 1977, Mary Ponce y Esther Balestrino de Cariada, dos de las madres, fueron secuestradas junto a dos religiosas francesas, en momentos en que salían de la iglesia Santa Cruz luego de una reunión en la que juntaban fondos para publicar una solicitada. Lejos de amilanarse siguieron adelante, pero al día siguiente que el reclamo apareciera en el diario La Nación, Azucena Villaflor corrió la misma suerte.

El mundial de fútbol de 1978, que intentó ser utilizado por las autoridades militares para demostrar que en la Argentina no gobernaba una dictadura, fue en cambio el punto de partida para que el mundo conociera el reclamo de las Madres. Después siguieron los viajes al exterior y las entrevistas con dirigentes como Sandro Pertini en Italia, legisladores norteamericanos y hasta el mismo Papa Juan Pablo II quien desde el balcón de San Pedro imploró por los desaparecidos en el país.

El 22 de agosto de 1979, ese grupo de mujeres que desde hacía dos años levantaba su voz en medio del miedo y de la represión constituyeron formalmente ante un escribano público la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

Con el retorno de la democracia en 1983, una luz de esperanza se abrió para las Madres. El Juicio a las Juntas Militares de 1985 les hizo soñar con conocer, al fin, qué había sucedido con sus hijos. Pero no ocurrió. Las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final obstruyeron la posibilidad para juzgar a aquellos que habían participado del genocidio. En la década de los ´90, el indulto del presidente Carlos Menem hizo retroceder en el camino recorrido. Pero las Madres no desistieron. Cada jueves a las tres de la tarde, ahí estaban en la Plaza reclamando verdad y justicia. En todos esos años ningún presidente las recibió, aunque su prestigio en el mundo ya era indiscutible.

Hasta que con Néstor Kirchner en la presidencia, el 21 de agosto de 2003, el Congreso Nacional sancionó la Ley 25.779 por la cual los crímenes de lesa humanidad fueron declarados imprescriptibles y anuló las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Un mes después, las Madres vieron por TV que el Presidente se paraba frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas y decía: “Somos los hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, y por ello insistimos en apoyar en forma permanente el fortalecimiento del sistema de protección de los derechos humanos y el juzgamiento y condena de quienes los violen”. Un año después, cuando se creó el Museo de la Memoria, Kirchner proclamó: “Como Presidente de la Nación Argentina vengo a pedir perdón de parte del estado nacional por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia por tantas atrocidades”.

En 2005 comenzaron a formularse los pedidos de elevación a juicio de las distintas causas, entre ellas la del Batallón 601, la ESMA, el Plan Cóndor y las masacres de Margarita Belén y de Trelew, entre otras muchas que aún siguen su curso.

Todo esto fue el fruto de la lucha de aquellas mujeres que, acompañadas por el pueblo, no cesaron en sus reclamos. Cuando el año pasado, por orden de un juez, se intentó detener a Hebe de Bonafini, bastó que corriera la noticia para provocar la presencia de una multitud que se acercó de inmediato a la Casa de las Madres para acompañarlas en su ronda de los jueves y rodeó la combi en la que viajaban para protegerlas.

Es que las Madres de Plaza de Mayo se transformaron en las madres de la mayoría de los argentinos, y en estos tiempos de retroceso, cuando se cuestiona el número de los desaparecidos, cuando los jueces benefician a los genocidas con prisiones domiciliarias y cuando desde el mismo gobierno se intenta desacreditarlas, son ellas, una vez más, a pesar de los años que cargan encima, las que siguen marcando el camino de la lucha.

Fuentes:

Jean Pierre Bousquet. Las Locas de la Plaza de Mayo. El Cid Editor. Bs. As. 1980.
Kirchner, Néstor. Discurso en la 58° Asamblea General de las Naciones Unidas. 25-9-2003.
Kirhcner, Néstor. Discurso en la Creación de la Memoria. 24-3-2004.
Miguez, Daniel. Diez años. Una década de gobierno Kirchnerista. Editorial Planeta. Bs. As.

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