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Caligula, Milei, Nerón

Por Luis Horacio Yanicelli (miembro del Instituto Belgraniano Tucumán). En su libro “El Hacedor” Jorge Luis Borges nos dejó un texto que, como todo lo que el escribió, goza de una extraordinaria vigencia, y en este momento me refiero a “La trama”. Así narra: “Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de una estatua por los impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Junio Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ‘¡Tú también, hijo mío!’ Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito. Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ‘¡Pero, che!’. Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.”

Pero Calígula que amaba a su caballo Iniciatus, al que en palacio le había hecho construir una caballeriza de mármol con el pesebre de marfil y también había asignado una corte de asistentes para que cuidasen del amado animal. Pero no conforme con estas excentricidades, en una clara prueba de un afecto desbordado, le hizo nombrar cónsul. Y como al destino le agradan las repeticiones, como lo expresa Borges, veinte siglos después, en un país austral muy alejado de las metrópolis de los imperios, ahora mismo, un presidente ama tanto a sus perros, que dispone se realicen modificaciones en la casa presidencial creando aposentos para unos tres o cuatro caninos, a los que llama los “chicos”. Y, además, su hermana, cuentan allegados, se comunica en sesiones de espiritismo canino con otro “chico”, de nombre Conan, ya muerto, al cual tuvo la precaución de hacer clonar en el elenco de la jauría que llevó a la quinta presidencial. A tal punto la devoción que grabó en la empuñadura del bastón presidencial, a los cuatros mastines.

Nerón, cuenta la historia, era muy vanidoso y pagado de sí mismo, a tal punto que estaba impresionado de lo genial que él era para la música y otras artes. Un día mandó a quemar Roma, mientras él inspirado a extremos extraordinarios, lira en mano en desde las terrazas del palacio del emperador, lira en mano interpretaba de lo que el convencido sostenía una partitura extraordinaria de su creación 

Tú también hijo mío!”, dijo Julio César al desplomarse, Calígula a su turno expresó: “Quisiera que Roma entera tuviera una sola cabeza, para poder cortársela». Finalmente, Nerón manifestó antes de expirar: “Qué gran artista muere conmigo!”

Milei expresa urbi et orbi: «Yo considero al Estado como un enemigo; los impuestos son una rémora de la esclavitud”, mientras funge de presidente del estado de la República Argentina y aumenta varios impuestos.

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