A una semana del balotaje en Brasil, Lula llama a «poner fin a la violencia política»

Por Darío Pignotti, en Página/12. Brasil, un país altamente inflamable. Es urgente poner fin a la violencia política para restablecer la paz durante los ocho días que restan hasta el balotaje, propuso este sábado Luiz Inácio Lula da Silva, vencedor del primer turno y líder en los sondeos aunque con una ventaja cada vez más estrecha.

De gira proselitista por Minas Gerais, el segundo estado más populoso del país, repudió los insultos y amenazas de seguidores de Jair Bolsonaro, anoche en un restaurante de Belo Horizonte, contra Marina Silva, la exministra de Medio Ambiente durante los gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).

Según el jefe petista los agravios contra Marina se corresponden con la actitud de un «presidente de la República que osa agredir a las mujeres, que osa insultar a los negros, realmente yo nunca vi una cosa igual». Agrega Lula: «Tenemos un gobierno fascista. Antiguamente las campañas se hacían dentro de los límites de la democracia, ahora parece haber una orden del presidente para que los suyos sean violentos».

Lula, Marina Silva y la excandidata presidencial Simone Tebet recorrieron Belo Horizonte, capital mineira, como parte de la apretada agenda de actividades para conquistar más votos y preservar los obtenidos en el primer turno.

Acto de Bolsonaro

Paralelamente Jair Bolsonaro encabezó este sábado un acto en Guarulhos, San Pablo, donde llevó adelante una maratón de actividades desde el jueves. En un gimnasio de la capital paulista el aspirante a la reelección , escoltado por luchadores de artes marciales, lanzó ayer un puñetazo al aire dedicado al candidato «rojo» que sufre de «impotencia sexual». «No vamos a permitir el retorno del expresidiario Lula».

El evento contó con la presencia de aficionados a las artes marciales vistiendo pantalones verde militar y borceguíes. Esos jóvenes que bien podrían ser policías o elementos de las fuerzas armadas vivaron al «mito» que parece buscar su segundo mandato por las buenas o por las malas.

Los ademanes intimidatorios del gobernante también fueron celebrados por su aliado, Tarcisio de Freitas, candidato a la gobernación de San Pablo. Bolsonaro es un político ajeno a las convenciones del «sistema», un hombre que está «ungido» para llevar adelante una misión, dijo Freitas, evangélico.

Freitas, favorito en los sondeos, prometió que en caso de llegar al gobierno de San Pablo, provincia con el primer colegio electoral, un producto bruto superior a la mayoría de los países sudamericanos y unos cien mil policías, eliminará la actual secretaría de seguridad pública en cuyo lugar creará un organismo bajo el mando de un jerarca policial.

Tropa de elite

Este eventual cambio institucional en San Pablo facilitará un un avance del poder policial comparable al modelo existente en Rio de Janeiro, una provincia bajo una fuerte influencia de las fuerzas de seguridad y su brazo clandestino, las milicias.

La «milicianización» del poder es una marca de los casi cuatro años de gestión de Bolsonaro, quien respaldó candidaturas legislativas de policías sabidamente vinculados a estos grupos que durante la dictadura eran conocidos como «escuadrones de la muerte».

No deja de ser sugestivo que el cierre de campaña bolsonarista esté previsto para el miércoles o jueves próximos en una comunidad de la zona oeste de Río controlada por las «milicias», región donde fue ambientada la película «Tropa de Elite II», dirigida por José Padilha. «La película trata sobre milicias y sobre la elección de políticos apoyados por policías corruptos, y si en estas próximas elecciones hay algún político que encaja en la película ese político es Jair Bolsonaro», declaró Padilha la semana pasada.

Al filo de la democracia

Con el apoyo miliciano, el respaldo de las policías estaduales, civiles organizado como grupos de choque y las fuerzas armadas, Bolsonaro persiste en sus amenazas de desconocer una victoria de Lula.

Durante el actual periplo por San Pablo repitió los cuestionamientos al Tribunal Superior Electoral (TSE) unidos a sus reservas sobre las urnas electrónicas. Para corroer la credibilidad de las urnas ordenó que el Ministerio de Defensa realice una auditoría de estas en el primer turno que podría repetirse en el balotaje, a pesar de que las fuerzas armadas tienen cero experticia en el tema.

«La tarea de los militares es la de intimidar al TS, y desmoralizar al sistema de votación. Esto está muy claro en las declaraciones del general Paulo Sergio de Oliveria, ministro de Defensa», planteó durante un diálogo con este diario el profesor Sergio Amadeu, de la Universidad Federal del ABC, en San Pablo.

Amadeu, uno de los investigadores más reputados en los estudios sobre poder y redes sociales, plantea como «hipótesis provisoria» que los militares presionaron al TSE para que se apliquen controles biométricos innecesarios que causaron largas filas en la votación del primer turno y la deserción de miles o centenas de miles de votantes.

«¿A quién favoreció que tantas personas hayan desistido de votar? No tenemos un estudio a fondo de los estados y las ciudades, pero en principio los que se van de las filas son las personas más humildes, y esos ciudadanos son en su mayoría electores de Lula. Esto en principio fue una maniobra que perjudicó a Lula que estuvo cerca de llegar al 50 por ciento en el primer turno», observa el experto.

Rodear urnas

Violando la ley,  Bolsonaro volvió a alentar a sus seguidores a que en el segundo turno del 30 de octubre se vistan de amarillo y permanezcan en los alrededores de las mesas de votación para impedir un imaginario fraude. Con ello se está incitando a una de insurgencia si el resultado fuera adverso: más aún si la ventaja de Lula fuera escueta, como parece que será.

Un ensayo, o más bien una simulación, de esa eventual rebelión ocurrió durante la celebración del Día de la Virgen de Aparecida, el 12 de octubre pasado, cuando cientos de bolsonaristas rodearon la Basílica nacional donde hostilizaron a los sacerdotes. Los atacantes llevaban camisetas amarillas de la selección nacional, la mayoría con el número «10» del astro Neymar, otro bolsonarista.

La posibilidad de que ocurra una copia del asalto al Capitolio estadounidense alentado por Donald Trump parece remota. De todos modos vale tomar nota de un comentario hecho por Lula: habrían llegado a Brasilia expertos en campañas sucias enviados por el trumpista Steve Bannon.

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