Ante esa, situación, los trabajadores acompañados de esposas y otros familiares irrumpieron indignados en el, predio e increparon en duros términos al jefe de finca y sus colaboradores ante lo que ellos entendían había sido una burla por parte de la empresa, que no flexibilizó su postura.
Tras ingresar muy exaltados los hombres y las mujeres al borde de la desesperación y el llanto por la dramática situación que viven la mayoría de ellos, angustiados por la necesidad de tener que trasladar -algunos- a familiares enfermos que necesitan ser tratados en otra ciudad, y otros por las cuentas que se van engrosando en los comercios para poder dar de comer y vestir a sus hijos, y con la mortificante incertidumbre de no saber cuando podrán generarse un ingreso digno; retomaron la calma y deliberaron sobre los pasos a seguir.
Luego la muchedumbre abandonó la intención de permanecer en el lugar, instalándose otra vez en el portón de acceso con las carpas y la olla popular a la espera de lo que pudiera ocurrir, ya que con el correr de las horas era más fuerte el rumor de un desalojo violento.