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¿Argentina es otro país?

Por Hernán Viudes agendasur.com.ar Desde que Javier Milei asumió la presidencia el 10 de diciembre de 2023, las palabras que escuchamos las y los argentinos son ajuste, devaluación, recesión, despidos, pobreza, represión, privatizaciones y “déficit cero”.

Los problemas que había se agravaron ostensiblemente y muchos otros reaparecieron. Hoy la sociedad sigue preocupada por la inflación, y más aún lo está por el miedo a perder el empleo.

Mientras la TV transmite las 24 hs. el repugnante comportamiento del expresidente Alberto Fernández, “pasan otras cosas”: en ocho meses el país cambió, es otro.

La inflación acumulada enero- julio 2023 fue alta, 60.2%. En el mismo período 2024 “bajó” a 87%. Sin contar que en diciembre del año pasado había alcanzado el 25.5%.

Es que la primera medida que tomó Milei fue aplicar una devaluación del 118% del peso argentino, lo que generó una distribución regresiva del ingreso en favor de los sectores exportadores y en perjuicio de los trabajadores.

Así, hoy los números de la pobreza alcanzan al 55% de la sociedad y llegan al 17% de indigencia, esto es, personas que no logran ingerir las calorías mínimas necesarias para sostener su vida cotidiana. Y la realidad es mucho más grave: según el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), el índice real llega al 73.3% de la población argentina.

Es que la medición oficial “por ingresos” deja afuera a quienes “superan” por un dólar al mes la línea de la pobreza. El 68% de los argentinos tienen ingresos menores a 284 mil pesos argentinos (U$S 190). Argentina es hoy uno de los dos países con salarios en dólares más bajos de América del Sur.

Según Unicef Argentina, “El hambre no tiene un final feliz: cada día, un millón de niños y niñas se van a dormir sin cenar”. Otro millón y medio de ellos saltean alguna de las comidas del día.  4.5 millones de adultos hacen lo propio para priorizar a sus hijas/os. En síntesis, el 70% de los chicos vive en situación de pobreza y el 30% en pobreza extrema.

Frente a esta situación, el Gobierno dejó de repartir alimentos a los comedores populares y medicamentos a pacientes oncológicos y recorta la asistencia a personas con discapacidad.

La realidad social es acuciante y se expresa en los consumos más básicos: el peor índice de ingesta de carne en 110 años; el consumo de lácteos se desplomó un 17,3% en la comparación interanual durante el primer semestre de 2024, de acuerdo al informe del Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino: “Es el año de menor consumo de leche que se tenga registro” en el país.

Argentina posee el costo de vida más caro de la región e incluso de ciertos países de la Unión Europea, según reveló un estudio de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Sin embargo, Milei y su ministro de Economía “venden” que la inflación bajó. Cuando en realidad la inflación en dólares aumenta y las paritarias se firman a la baja, o el Gobierno no las homologa, porque ése es su proyecto político: fijar un estado de situación paupérrima de la mayoría de la población y que no se modifique más.

El lema de Milei es “no hay plata” y su política se basa en el “déficit cero”.  Para ello dejó de hacer las transferencias obligatorias a las provincias, clausuró la obra pública y recortó fuertemente los haberes de los jubilados, los principales perjudicados de la gestión.  Pese a que el FMI festeja el ajuste implementado, advierte por la falta de sustentabilidad en el corto y mediano plazos.

Aunque es un Gobierno “promercado” como nunca se ha visto, los dólares no aparecen. “El staff prevé una contracción de 3,5% de la economía para 2024”. Por su parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) empeoró el pronóstico: del 3.1 a un 3.6% de retroceso, el peor de toda la región, que por el contrario crecerá 1.8% promedio.

La recesión se profundiza día a día: se registran 200.317 despidos de trabajadores formales, que hay que multiplicarlo por dos o tres entre los informales. En ocho meses cerraron 9153 fábricas.

El dato de la Asociación de Empresarios y Empresarias Nacionales para el Desarrollo Argentino es aún más trágico: en el primer semestre, cada día 50 pequeñas y medianas empresas bajan sus persianas. La industria trabaja al 54% de su potencial y el consumo se desploma mes a mes. La cifra es inferior a la gran crisis sufrida en 2002 y está en los niveles de la pandemia; este mes registró un derrumbe de más de 14 puntos interanuales.

Mientras los grandes empresarios aplauden hasta los insultos repugnantes del Presidente más irrespetuoso de la historia democrática argentina, lo que se vive es una verdadera depresión económica.

Frente a este panorama, el Gobierno reglamenta la reforma laboral para que durante 12 meses las empresas puedan despedir a los nuevos trabajadores, sin previo aviso ni indemnización alguna. ¿Cuántos de esos jóvenes que pretenden incorporarse al mercado laboral habrán votado a Milei? Ahora es él quien los “bota”.

Disciplinamiento o estallido social

La gran pregunta es si este experimento mundial de extrema derecha podrá sostenerse en el tiempo. La primera respuesta que surge es no. Es inviable un proyecto que deja a dos tercios de su población excluidos y a otra porción en condiciones de sostenerse sin posibilidad de ascenso social. Si bien es cierto que, hasta aquí, Milei ha logrado el disciplinamiento social, producto de la experiencia frustrada de la gestión anterior, la represión y la persecución a los movimientos sociales.

Sin embargo, resta saber cuándo será la fecha de un eventual estallido social que le ponga límites concretos a Milei y al PRO, el partido del expresidente Mauricio Macri que “cogobierna” aportando funcionarios de primera línea y votándole todas las leyes en el Congreso. ¿O será la propia crisis financiera generada por Milei la que le imponga el freno?

En el ínterin el riesgo es que Milei logre implementar reformas estructurales que sean imposibles revertir, aún por gobiernos nacionales y populares. La dolarización de la economía (apareció el primer supermercado que acepta dólares para la compra de alimentos); el incremento del endeudamiento externo (u$s 65 mil millones en ocho meses); la privatización de las empresas públicas (Enarsa, Nucleoelétrica Argentina, Yacimientos Carboniferous de Río Turbio, AySA, Trenes Argentinos, Corredores Viales, Intercargo y el Belgano Cargas); y la entrega de los valiosos recursos nacionales (a través del RIGI). Todos esos procesos ya se iniciaron.

La oposición política por ahora no se opone ni hace política. Es hora de que active, no vaya a ser que cuando quiera volver ya no pueda modificar la estructura socioeconómica argentina. Y tenga que gobernar otro país, porque el que supimos conocer, aún con sus falencias, ya no existe.

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