Foto: Eduardo Sarapura.

Centenares de miles se concentraron en el Obelisco contra la vuelta al FMI 

Por Martín Piqué en Tiempo. “Tienen el poder y lo van a perder.” La letra de Señor Cobranza, canción de Las Manos de Filippi de la que se apropió La Bersuit, sonaba a full por los parlantes. La Bersuit tocaba en vivo frente a centenares de miles de personas. En la parte posterior del escenario, a salvo de las miradas del tecladista Juan Subirá y de los vocalistas Cóndor Sbarbati y Daniel Suárez, un grupo de actrices y actores se movía al ritmo de la canción. Agitaban con el puño cerrado. Coreaban a los gritos la frase que repetían los cantantes: “Tienen el poder y lo van a perder”. Apenas una escena entre miles de postales posibles.

Acaso una síntesis de lo que fue, este viernes, la concentración por el 25 de mayo que ocupó ocho cuadras de la avenida más ancha del mundo. Desde Corrientes hasta la calle Moreno. Una multitud pocas veces reunida y congregada, en el feriado de un fin de semana largo, para repudiar el acuerdo con el FMI y la política económica del macrismo.

La frase sobre el poder era coreada a voz en cuello porque resumía el clima de época. A diferencia de otras convocatorias masivas que se dieron en los últimos dos años y medio, lo que sucedió en el Obelisco tuvo un entusiasmo adicional, un aire todavía más festivo.

Era una sensación colectiva, reconocida por todos los dirigentes que se acercaron hasta el escenario montado en el sector sur de la Plaza de la República. Todos los referentes, fueran legisladores en funciones o con mandato cumplido, coincidieron en que el gobierno está debilitado y en que algo se quebró en su relación con la sociedad.

“El fracaso evidente del gobierno, y su recurso de buscar al FMI como solución de los problemas, decepciona mucho. Y fortalece la idea de que hay que construir una propuesta nacional, popular, que garantice el desarrollo y la igualdad”, señaló Jorge Taiana, diputado del Parlasur, en diálogo con Tiempo.

El diagnóstico es generalizado. Y esa certeza de que macrismo enfrenta serias dificultades alienta, en un reflejo dialéctico, el creciente entusiasmo del espacio opositor. Es un fenómeno inversamente proporcional. Eso sí, los problemas de Cambiemos derivan del enorme ajuste transferido al conjunto de la sociedad.

Todo esto se respiró en la jornada de protesta que conmemoró el 25 de mayo bajo la consigna “La Patria está en peligro”. Los asistentes comprobaban con alegría que eran muchos, muchos más que en otras citas. Por los subtes, trenes y colectivos no paraba de llegar gente.

Por Corrientes o por la 9 de Julio caminaban oleadas de peatones, en grupos, envueltos en banderas argentinas. Algunos, con el detalle de la escarapela; otros, con pancartas de gremios u organizaciones políticas y sociales.

El clima de optimismo se veía en el modo de cantar: el “Vamos a volver” o el “MMLPQTP” –bautizado desde hace meses como hit del verano- ya no sonaban como una mera reafirmación de la identidad, o como un acto de catarsis en el medio del retroceso general.

Sentado en el espacio reservado a las personalidades, donde lo acompañaba su amigo, el abogado Eduardo Tavani, el periodista Horacio Verbitsky acordó con la idea del cambio de etapa. Es más, la ubicó en un proceso iniciado hace cinco meses.

-En la historia a veces se produce como un ‘click’ en el que empieza a cambiar algo, de abajo hacia arriba, sin que los dirigentes tomen nota. ¿Estamos viviendo eso? -le preguntó Tiempo.

-Estamos en el medio de eso –respondió Verbitsky-. Empezó el 18 de diciembre (por la protesta contra la Reforma Previsional), siguió el 21 de febrero (el acto convocado por Camioneros), se prolongó con el 8 de marzo (el paro de mujeres), sigue ahora y va a continuar, cada vez más.

En la muchedumbre que rodeaba el Obelisco se notaba una actitud diferente. La complicidad de quienes ahora sí consideran factible un regreso. Con las mutaciones de la nueva etapa.

Todo eso se percibía entre quienes ocupaban el palco, cada uno con roles asignados. Allí estaban Federica Pais en la conducción; el publicista Javier Grosman –ideólogo y factótum de los festejos del Bicentenario- en la organización; la Asociación Argentina de Actores en la coordinación del palco; miembros de la CTA, de Camioneros y del Frente Milagro Sala en la logística y la seguridad.

La máquina organizativa funcionó a la perfección. Lo que faltaba era alguien en condiciones de representar todo ese malestar, esa bronca, esa diversidad. La convicción de que se llegó a un punto límite. Un candidato, digamos.

Un llamado a los liderazgos

Los dirigentes que desfilaron por la 9 de julio entendieron bien pronto que las capas tectónicas de la sociedad se están moviendo. Bastó con que llegaran al centro de la ciudad y vieran las imágenes que transmitían los drones.

El plano general desde el Obelisco hasta el Ministerio de Desarrollo Social retomaba las panorámicas de otras épocas. De los cierres de campaña de 1983 –Italo Luder o Raúl Alfonsín- por citar un caso.  “Estamos desbordados. Cada vez llega más gente”, confiaban desde el primer momento en el equipo de prensa de la CTA.

Los referentes más conocidos, los que tienen expectativa de representar, asimilaron la tarea que tienen por delante. “Esto le habla a los liderazgos políticos, que tienen que hacer lectura de esta realidad”, comentó a Tiempo el diputado Facundo Moyano.

Varios dirigentes con potencialidad electoral caminaron entre la gente. Así pudieron testear las reacciones de familias, manifestantes organizados, parejas u grupos de amigos.

Eran el diputado Felipe Solá; el ex jefe de gabinete Alberto Fernández; el propio Moyano, hijo menor de Hugo; el ex ministro y también diputado Axel Kicillof; la intendenta de La Matanza Verónica Magario. Entre la multitud también se pudo ver al diputado Fernando Espinoza; a su colega Máximo Kirchner, que marchó al frente de La Cámpora; a la legisladora Cristina Álvarez Rodríguez; al ex canciller Taiana. Todos fueron abrazados o aplaudidos.

Era como si los presentes depositaran un mandato sobre cada uno de ellos: la demanda de representación. Entre todos esos nombres faltaba uno. El de Cristina. Incluso estando ausente, muchas escenas remitían a su gobierno:

-¿Te enteraste de lo que le dijo a Macri la mina del Fondo, esa Christine? –le preguntó una mujer de 50 años a una amiga que caminaba a su lado.

-No, ¿qué?

-Que vuelva a poner las retenciones al campo. Jaja. Quiero verle la cara a varios ahora –se reía la primera, mientras deambulaba por la vereda de Cerrito.

La proclama del 25

Los gestores de la jornada habían dedicado seis lunes de abril y mayo a preparar la concentración. En un primer momento eligieron la Plaza de Mayo. Vallada, en reparación, y con el tedeum en la Catedral a primera hora de la mañana, esa alternativa pronto fue desechada. Entonces se eligió la 9 de julio. Y se empezó a redactar un documento.

Un arco plural conformado por las dos CTA (la que encabeza Hugo Yasky y la que conduce Pablo Micheli), Camioneros, la Corriente Federal de los Trabajadores, el Frente Milagro Sala, los organismos históricos de Derechos Humanos –Madres, Abuelas y Familiares-, el Grupo de Curas en Opción por los Pobres, entidades que agrupan a PYMES y agrupaciones políticas encaró el debate con horizontalidad. La consigna era que no hubiera hegemonismos.

El documento, bautizado “proclama del 25”, fue leído por los actores Osmar Nuñez y Paola Barrientos. La lectura despertó aplausos, ovaciones. “208 años después, una vez más, la Patria está en peligro”, se advertía en el primer párrafo. Enseguida, tajante y sin vacilaciones, se escuchó el rechazo “a los acuerdos con el FMI” y con “las grandes potencias extranjeras” que reeditan “un plan sistemático que ofrece miseria planificada para las mayorías populares”.

La lectura era seguida desde el llano por numerosos dirigentes, tanto sindicales como sociales o políticos. Por el sindicalismo se vio a Hugo Yasky (CTA), Pablo Moyano (Camioneros), Omar Plaini (canillitas), Roberto Baradel (Suteba), Daniel Catalano (ATE Capital), Carlos Ortega (SECASFPI, trabajadores de ANSES), Walter Correa (Curtidores de Cuero), Eduardo López (UTE) y Carlos Minucci (APSEE, personal superior empresas de energía), entre otros.

Por el ámbito partidario estaban Martín Sabbatella (Nuevo Encuentro), Jorge Rivas (Socialismo para la Victoria), Carlos Raimundi (Solidaridad e Igualdad), Gustavo López (Forja), Carlos Heller (Partido Solidario), Victoria Freire (Patria Grande), Andrés Larroque (La Cámpora), Nahuel Beibe (Martín Fierro), Carlos Castagneto (Kolina) y Luis D’Elía (MILES), aunque la lista completa era interminable.

El mundo de la cultura, con un protagonismo clave en la jornada, compartió el palco con las Madres y las Abuelas. Eran actores y músicos: Lola Berthet, Dolores Solá, Juan Palomino, Leonardo Sbaraglia, Malena D’Alessio, Miguel Ángel Estrella, Bruno Arias, Teresa Parodi, Liliana Herrero, Daniel Fanego y Gerardo Romano. También estaban Nora Cortiñas, Taty Almeyda y otros rostros entrañables del movimiento de DDHH.

La hora de las urnas

El eje del documento era un repudio general a las políticas económicas de Cambiemos. Para eso se enumeraron, a saber: la Reforma Laboral; el tarifazo; la apertura de las importaciones; el ajuste del salario; la flexibilización; “la privatización encubierta del sistema previsional”, entre otras medidas.

La proclama seguía con un duro cuestionamiento al desfinanciamiento educativo y a la radicalización represiva de las fuerzas de seguridad definida como ‘doctrina Chocobar’. Tras ese punto se recordó el asesinato de Rafael Nahuel y la muerte de Santiago Maldonado, para quienes se pidió justicia y llegar a la verdad.

La mención a los dos jóvenes desencadenó una larga ovación. En el escenario estaba Sergio Maldonado, hermano mayor de Santiago. Identificado por la barba entrecana y el antebrazo con tatuajes, Sergio recibió imparables muestras de afecto a lo largo de la jornada.

En el acto también se escuchó la demanda de que la CGT decrete un paro general. Los sindicatos presentes se comprometieron a impulsar la medida. No hubo, esta vez, un nuevo «Poné la fecha». Por ahora.

La proclama del 25 concluía con una declaración de principios, casi un aviso. La decisión -colectiva, acordada y plural- de confluir en una alternativa electoral que pueda ganarle a Cambiemos: “El colonialismo neoliberal sólo puede ofrecernos un destino miserable para las mayorías populares. Por eso nos enfrentamos al gobierno de Mauricio Macri, por el camino de la democracia, en las calles y los haremos también en las urnas.”

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