Por Alfredo Zaiat, en Página/12. El congelamiento transitorio de precios es una medida de emergencia ante el desborde en los productos de la canasta básica de consumo de la población. No es la solución a la persistente inflación en niveles de dos dígitos anuales, que la economía arrastra desde hace años, ni es la herramienta más eficiente para ordenar precios relativos.
Es necesaria simplemente para frenar una dinámica de aumentos que estaba poniendo bajo tensión político-electoral a la coalición de gobierno; además sirve para continuar en la tarea que estaba realizando Paula Español en la Secretaría de Comercio Interior, de evaluación de costos y regulación de la competencia de toda la cadena de producción, desde el insumo hasta el producto final que llega al consumidor.
Los próximos 90 días serán importantes si el Estado comienza a ordenar un circuito de producción y consumo, que tiene varios actores económicos relevantes.
El día 91 no será traumático –momento que ya forma parte de la campaña del miedo del inmenso dispositivo de derecha– si se aprovecha este breve período para definir reglas de funcionamiento transparentes en cada uno de los eslabones de producción y comercialización.
No es secreto la guerra de baja intensidad que libran desde hace bastante las grandes cadenas de venta de consumo masivo y los grandes fabricantes de alimentos, bebidas y artículos para el hogar.
Esto último es un objetivo estructural para abordar un aspecto en la formación de precios. Para la coyuntura, lo que se requiere es identificar cuáles son los factores que están presionando sobre los costos de producción.
No es la paridad cambiaria que está cuasicongelada, ni las tarifas de servicios públicos que están congeladas. Tampoco los combustibles, que desde hace meses no aumentan, y mucho menos los salarios, que están en el subsuelo. Además, la evidencia empírica es demoledora para quienes postulan que en la emisión monetaria se encuentra el principal motor de la inflación en la economía argentina.
Entonces, ¿por qué están subiendo los precios de la canasta básica de consumo?
El origen se encuentra en dos factores que están vinculados. Los grandes productores, durante la pandemia y luego de la profunda crisis de rentabilidad en los años de gobierno de la alianza macrista-radical, han acelerado la recuperación de los márgenes de ganancias. Los balances de esas empresas, por ejemplo los de Molinos, Ledesma y Arcor, reflejan ese resultado.
Ahora bien, recuperadas las habituales tasas de ganancias fabulosas de esas compañías, la presión de costos se está dando por el lado de fuertes aumentos de los precios internacionales de insumos difundidos (aluminio, metales, vidrio, plásticos, papel, cartón, entre otros) necesarios para la producción de los bienes de la canasta de consumo familiar. El alza de los insumos empezó a erosionar las tasas de ganancias recompuestas de esas empresas.
La respuesta que tuvieron ante estos incrementos, para preservar los recuperados márgenes de utilidades, fue acelerar las remarcaciones en septiembre y en la primera mitad de octubre.
Los incrementos de precios de insumos a nivel internacional se sumaron al alza de materias primas (agropecuarias, energéticas y mineras), que impactaron a nivel local desde el último trimestre del año pasado hasta abril de este año.
Esta evolución de los mercados internacionales responde a cuellos de botella en las cadenas de suministros globales provocados por los efectos distorsivos de la pandemia en la actividad productiva, siendo China un actor relevante en este proceso por el rápido repunte de su economía y el consiguiente aumento de la demanda con una oferta que no puede responder al mismo ritmo. Esto está generando un alza de la inflación en la mayoría de los países, obviamente desde niveles muchísimo más bajos que en la Argentina.
El día 91 llegará y hasta entonces la misión del Gobierno, además de mostrar coordinación y unificación en la gestión y lograr que se cumpla el congelamiento en estos tres meses, debería ser la de definir pautas comprensibles para ordenar la cadena de producción y consumo interno y, en especial, definir una estrategia efectiva para amortiguar la presión en los costos originada en las turbulencias de la economía global.