«La mayor diferencia de la historia desde la vuelta de la democracia», celebró el gobernador Juan Schiaretti la paliza que el peronismo le propinó en Córdoba a los candidatos de Cambiemos, al obtener casi el 53,97 por ciento por ciento ciento de los votos.
Los dos postulantes radicales Mario Negri (17,78) y Ramón Mestre (10,94) sumados apenas llegaban a la mitad de Schiaretti, lo que volvía todavía más inexplicable la falta de acuerdo por la que terminaron yendo separados. Semejante diferencia permitió también el triunfo de Martín Llayora en la estratégica elección por la intendencia de la capital provincial, desde hacía tiempo en manos de la oposición.
El día a pleno sol, peronista, resultó pintado para Schiaretti. Y si el gobernador esquivó darle un alcance nacional -«no tiene nada que ver con las próximas elecciones», remarcó-, de eso se encargó la militancia de la JP que copó el búnker: «Un minuto de silencio… para Macri que está muerto», cantaron.
El Presidente todavía no tuvo ninguna victoria en las ocho elecciones que hubo este año.
En su mensaje, cerca de las 23, eufórico y emocionado al recordar al fallecido José Manuel de la Sota, Schiaretti reivindicó su pertenencia a un peronismo «federal, democrático y republicano». Además consideró que «los cordobeses valoramos la moderación» y avisó que «no queremos la grieta que a algunos les sirve para ganar las elecciones. Pero hoy Córdoba demostró que a veces tampoco sirve para eso».
El gobernador reivindicó en su mensaje el rol del Estado, el equilibrio fiscal, recordó su participación juvenil en el Cordobazo y dijo llevar en el corazón «el recuerdo de los 30 mil compañeros desaparecidos».
El triunfo se daba por hecho desde el vamos. Schiaretti arrancó la campaña como favorito y luego se vio beneficiado, sucesivamente, por la decisión del kirchnerismo de bajar a su candidato Pablo Carro y por la fractura opositora que terminó con Negri como el candidato bendecido por la Casa Rosada y Mestre como el representante del sector del radicalismo que pugna por llevar el partido hacia una nueva dirección.
Lo que resultó inesperado fueron los guarismos. En verdad, algunos encuestadores hablaban en los días previos de más del 50 por ciento, pero había cierta incredulidad porque Córdoba tiene historia de elecciones disputadas. José Manuel de la Sota y Schiaretti ganaron en 2003 con el 51,8 por ciento, lo que fue inédito fue la diferencia obtenida. El nivel de la victoria de ayer le permitió conseguir los dos tercios de la legislatura unicameral y la amplia mayoría de las 243 intendencias en disputa, las más importante obviamente la capitalina.
En el festivo búnker instalado en el hotel Quorum, lejos del centro de la ciudad, saludaron especialmente a las localidades del «interior del interior», como las definió el joven vicegobernador electo Manuel Calvo, que aportaron el grueso de los votos para el peronismo. Repasaron los resultados de varias localidades en las que obtenían más de 60 -y en algún caso el 70- por ciento de los votos. Una de esas comunas con más del 65 por ciento fue Marcos Juárez, el lugar donde «nació» Cambiemos en unas elecciones municipales de septiembre de 2014.
La gestión de Schiaretti está sostenida por la abundante obra pública. Hasta desde la oposición admiten que se le cambió la cara la capital, que los accesos fueron notoriamente mejorados y que hay obras en marcha por toda la provincia. La contracara, le achacan, es el alto endeudamiento que llevó adelante para ponerlas en marcha. Pero indudablemente los cordobeses valoraron el plan de inversiones en un contexto nacional de crisis.
Al ir a votar por la mañana, Schiaretti separó los tantos. «Ni por asomo es una elección nacional, sino una elección provincial y municipal», avisó. Ante las consultas, repitió tres o cuatro veces lo mismo con diferentes palabras. «Es una elección provincial y los de afuera son de palo», insistió, en referencia a las visitas de apoyo que habían recibido sus adversarios.
La intención fue capitalizar el 100 por ciento del impactante triunfo y no regalarle ni siquiera una foto a nadie: se resolvió no invitar al búnker ni siquiera a los referentes de Alternativa Federal. Ni Sergio Massa, ni Roberto Lavagna, ni Juan Manuel Urtubey, ni Miguel Angel Pichetto recibieron la invitación que esperaban aunque se mantuvieron en contacto por teléfono y lo felicitaron apenas se conocieron las primeras cifras. El espacio necesita de manera urgente alguien que funcione como ordenador y Schiaretti, revalidado como el gobernador del peronismo con mayor cantidad de votos, asoma como el indicado para la tarea. Así lo puso Pichetto en las redes sociales: «El triunfo consolida a Schiaretti como el principal conductor de Alternativa Federal».
También hubo un saludo de la conducción del PJ Nacional que encabeza José Luis Gioja, que destacó el nuevo triunfo del peronismo unido como ya ocurrió en las PASO de San Juan y Entre Ríos, y como esperan que se repita el domingo que viene en La Pampa.
Desde la Casa Rosada difundieron el saludo que le transmitió el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, lo mismo que su rival Negri, que reconoció «el mensaje de las urnas». En tanto, Mestre habló de la «difícil situación económica» que impactó en los comicios de ayer, una manera de distribuir responsabilidades con la Casa Rosada donde intentaron sin éxito que desistiera de postularse. Negri contó con el aval explícito del Gobierno y recibió como refuerzos para la campaña a María Eugenia Vidal, a Horacio Rodríguez Larreta y, especialmente, a Elisa Carrió, quien más presionó para convertirlo en candidato. El objetivo de la Rosada fue asegurarle el segundo puesto, algo que consiguió, pero con un resultado tan pobre que no daba ni para premio consuelo: 17,78 para Negri y 10,94 para Mestre. Entre los dos llegaban al 28,8 por ciento, 20 puntos por debajo de lo obtenido por Cambiemos en las elecciones legislativas del año pasado y 25 menos que lo que sacó Macri en la primera vuelta presidencial de 2015.
Está claro que Córdoba, aquella provincia que volcó la balanza a favor de Macri en el ballottage de hace cuatro años, ya no es lo misma que entonces.
Por Fernando Cibeira, en Página/12