En lo personal, el discurso que brindó el Papa Francisco en Santa Cruz, me hizo emocionar hasta las lágrimas. Primero, porque cumplió una promesa que nos hizo hace un año atrás, en Roma, cuando nos recibió junto a una comitiva de los Pueblos Originarios que viajamos a entrevistarnos con él. En esa audiencia dialogamos sobre la explotación de nuestros hermanos, hablamos sobre la posibilidad de abrir los archivos y restituir los restos de nuestros ancestros que, en muchos casos, aún hoy, siguen exhibidos en museos. En ese encuentro, el Sumo Pontífice se comprometió a trabajar en la restitución de los derechos de los Pueblos Originarios y nos dijo que iba a buscar el momento adecuado para pedir perdón públicamente. Y lo hizo.
Pero no sólo pidió perdón a los Pueblos Originarios. Hizo además un fuerte reconocimiento a los movimientos sociales, a los que día a día trabajamos, como dijo él, en el territorio para mejorar las condiciones de vida de quienes más lo necesitan.
Habló de las tres T: tierra, trabajo y techo. Tres de las banderas que nosotros, desde la Tupac Amaru, reivindicamos día a día, desde hace 16 años, primero en soledad, en la calle, resistiendo las políticas neoliberales. Y desde el 2004 trabajando fuertemente en la construcción de viviendas, fábricas, escuelas, centros de salud, polideportivos, parques y piletas para recreación y esparcimiento.