Fandermole en Jujuy: «El cancionero es territorio de la memoria histórica y cultural»

Este viernes y sábado se presenta Jorge Fandermole en el teatro El Pasillo, en el marco de un ciclo que incluye además a las artistas Liliana Herrero y Sandra Corizzo. Antes de viajar, dialogó con El Submarino Diario, adelantó cómo será su presentación y reflexionó sobre el hacer música en estos tiempos difíciles, el compromiso social de los artistas y la necesidad de sostener la memoria.

Hace diez años que Fandermole no saca un disco, luego del lanzamiento en 2014 de su última producción, Fander. Ahora está trabajando en un nuevo proyecto que tiene «la necesidad de terminar». A Jujuy viene con un formato de dúo, acompañado por el bajista Fernando Silva. Y va a ofrecer un repertorio donde convivan sus viejas creaciones y material nuevo.

A la hora de pensar una definición de folclore, Fandermole dice que es «todo aquello que circula y se transmite dentro de una comunidad a lo largo del tiempo», y plantea que «en todas partes hay una tensión fuerte, histórica, entre la tradición y la renovación». Habló de la diversidad que, a su entender, contiene la idea de «folclore» y pone de relieve su visión del «cancionero», un «cuerpo gigantesco, histórico, que no debe ser sepultado».

En este sentido, cree que es necesario que la historia se conozca y no se tergiverse «si queremos conservar memoria», e incluye en esa hitoria «las expresiones de individuos y de un pueblo».

Más allá de este presente oscuro, en general y para la producción artística en particular, Fandermole tiene confianza en que «es inevitable que emerjan nuevas expresiones» que reflejen el compromiso social de los artistas. «Siempre va a emerger el lenguaje necesario para dar cuenta de lo que está pasando y para poner los puntos sobre las íes donde corresponde», afirma.

El vínculo con el público

-¿En qué está trabajando por estos días?

-Desde 2014 hasta ahora hay unas cuantas canciones nuevas que voy incorporando al repertorio. Tengo un proyecto de grabación que ya tiene tres o cuatro años, que tengo necesidad de terminar. Eso es lo que viene ocupando mi atención. Porque en este métier, estar tanto tiempo sin editar algo, es casi suicida.

-¿Qué va a presentar en Jujuy?

-Voy con un formato de dúo. Me va a acompañar Fernando Silva, bajista, contrabajista y violoncelista. En este caso, me acompaña en bajo y violoncelo. Armar un repertorio siempre implica un compromiso entre las novedades, con las que uno suele estar más entusiasmado, y algunas otras cosas que tienen un tiempo y por lo tanto han tenido oportunidad de dialogar un poco más con cierto público. La idea es tratar de balancear un poco eso.
Lo nuevo es un poco la evidencia de que uno sigue intentando, dentro de los lenguajes, transfigurar algo del mundo. Entonces uno siempre se entusiasma con eso. Y de lo viejo hay cosas que van quedando, especialmente porque uno sigue estando de acuerdo con lo que dijo o con cómo lo dijo, y otras cosas van desapareciendo o quedando en el olvido por una cuestión de gusto personal. O de autocrítica, vaya a saberse.

-¿Qué disfruta más? ¿Grabar o cantar en vivo?

-El trabajo de composición y grabación implica un trabajo de puertas para adentro en el que uno guarda otra relación con la propia música y con lo tecnológico. Al principio me interesaba más el trabajo de composición que subir a un escenario, pero con el tiempo uno va viendo cómo lo escénico plantea otras cuestiones vitales que son muy trascendentes para uno mismo. Y cuando uno logra una cierta comunicación, es también trascendente para los que están compartiendo eso. Entonces todo ese nerviosismo y esa dificultad del inicio, se fueron allanando con el tiempo y uno encuentra que es muy sustancioso lo que pasa en ese vínculo con el público en vivo. Esto lo digo a partir de la evidencia, porque hace 10 años que no saco un disco y durante todo este tiempo ha estado primando el trabajo en vivo.

La diversidad del folclore

-¿Es posible hablar hoy de folclore, en general? 

-Yo trato de ser lo más honesto posible en la cuestión de las definiciones. El folclore y el tango fueron las primeras influencias, muy poderosas. El rock, el pop y la balada fueron las otras influencias que tenemos quienes nos hemos desarrollado en regiones que no tienen una música propia. Porque las grandes ciudades, como Santa Fe, Rosario o Buenos Aires, han recibido la música del NOA, del NEA, de Cuyo en menor medida, pero siempre han estado atravesadas por toda esa enorme confluencia que es la música urbana que abarca todos los géneros, todas las especies musicales.

-¿Fandermole hace folclore? Porque su música no es como la de Los Chalchaleros, por mencionar a alguien.

-Yo no puedo considerarme estrictamente un folclorista. En todo caso, si ampliamos el término folclore, sí. Porque folclore es todo aquello que circula y se transmite dentro de una comunidad a lo largo del tiempo. Entonces hay mucho del rock y del pop nacional que forma parte del folclore argentino.

-Dentro de ese universo, hay diferencias regionales, temporales…

-Sí, mucho del folclore tradicional de las regiones es muy diverso. Cuando escuchamos lo que se escucha en San Juan, en Mendoza y en San Luis, en Cuyo, hay todo un cancionero que circula en ese lugar y circula mucho menos en el resto del país. Lo mismo pasa con Córdoba. De Santiago han permeado mucho más la chacarera y la vidala. Creo sí que en todas partes hay una tensión fuerte, histórica, entre la tradición y la renovación. Eso subsiste, siempre atravesado por los intereses de un mercado de la música, que fue mutando y ahora ha pasado del disco físico a las plataformas, que hacen que uno termina escuchando lo que la difusión quiere. Hay mucho que no termina de circular porque no hay canales para que eso ocurra.

-Ir a escuchar música en vivo implica hacer lo que el algoritmo no permite: elegir.

-Claro. Yo estoy dándole cada vez más importancia o valor a la situación del contacto material, físico, espacio-temporal, con lo real. Porque en un mundo donde la virtualidad ha cobrado tal importancia que hasta inclusive se plantea el derrumbe de un sistema socioeconómico a partir de los grandes intereses que existen en la nube, por ejemplo, con una predominancia de los algoritmos y de una inteligencia artificial que va permeando permanentemente la actividad humana, me parece que ese contacto inmediato de persona a persona va siendo cada vez más importante. Y es también una actitud de resistencia y de rescate de la necesidad que tenemos de contactarnos en el mundo real.

La resistencia de ayer y de hoy

-Repasando letras, se evidencia su compromiso con la realidad. «La forma artística es una herramienta de la memoria», decía en una entrevista hablando de Junio, la canción sobre la masacre de Avellaneda. En estos tiempos la cuestión de la memoria está en el centro de la escena. Hay un ataque, una intención de borrarla, mientras del otro lado hay resistencia. ¿Cómo hacer nuevas canciones frente a lo que ocurre hoy?

-Yo pondría la cuestión dentro del gran marco de la crisis de los lenguajes. Si estamos en un momento donde analistas internacionales de diferentes nacionalidades, tendencias e ideologías, coinciden en que las situaciones de guerra, y en general el avance de ciertas derechas extremas en el mundo, están sostenidas principalmente en la mentira sistemática, uno puede ver que hay un discurso periodístico que deviene de un discurso político y de un discurso de los mercados donde la certeza está borrada, donde la voluntad de verdad está borrada. En ese sentido, las generaciones van pasando, y cada generación tendrá su necesidad de decir lo que ve críticamente, en tanto le quede pensamiento crítico.

-¿Se puede confiar en una continuidad, en ese sentido?

-Nosotros, los que somos más viejos, tendremos un remanente, aquello que nos permita nuestra propia nostalgia, nuestro resto de energía o nuestro propio cansancio, de ir diciendo las cosas que podamos. Pero también están las generaciones nuevas que tienen su propia manera de comunicarse y de ver la cosa. Ahora bien, lo que es inevitable es que emerjan las nuevas expresiones. Porque históricamente emergieron. De modo que ¿por qué no debería pasar ahora? En todo caso, habrá que ir viendo las formas que eso cobre. A lo mejor resurge una nueva canción de protesta, una nueva canción testimonial, pero ¿con qué formas, de qué manera?
Lo que sí me parece que es importante, y es la certeza que uno tiene, es que cualquier expresión genuina que esté anclada en un lenguaje artístico verdadero, que no abandone su vínculo con la verdad y la belleza -que no siempre van juntas-, va a significar una expresión resistente. Y cualquier expresión necesariamente termina siendo una expresión política, porque de alguna forma incide sobre el modo de ver de los demás, sobre su forma de opinar y de actuar.

-¿Cómo se lleva con los nuevos lenguajes, la música urbana, las sesiones? Ahí no solo es nuevo el sonido sino también los modos de difusión, quizás más pantallas y menos escenarios.

-Trato de estar informado, pero realmente estoy bastante afuera de las pantallas, de las plataformas. Todo el tiempo que puedo, estoy arriba de los escenarios en los que se pueda estar, de los pequeños a los grandes. No tengo demasiada presencia en espacios virtuales; no la he buscado y no me he puesto al tanto de eso. Sí hemos tenido presencia durante la pandemia, porque no había otra manera. Pero en lo personal no siempre me parece importante cuánto tenga uno que decir en un medio que en este momento es básicamente hostil, muy breve, de bastante violencia, donde extensas ideas no pueden desarrollarse porque domina la rapidez.

El patrimonio de la cultura

-¿Qué importancia le da a las políticas públicas dirigidas al ámbito cultural? ¿Qué margen queda para pensar en posibles políticas que recuperen lo que se está perdiendo? Porque en algún momento habrá que recuperarlo.

-En todo caso, primero pongamos el énfasis y la energía en la recuperación de las políticas públicas y en la recuperación de la idea de estado fuerte y presente. Recuperar políticas públicas culturales es tan importante como recuperar las políticas públicas de la salud, de la educación y de toda la asistencia social que sea necesaria hasta tanto se logren niveles de empleo que le permitan a la comunidad de todo un país evolucionar y crecer.
Y luego, por supuesto, las políticas públicas que tienen que ver con lo cultural tendrán que ser siempre lo suficientemente amplias. Nunca lo fueron, aunque por supuesto hubo mejores intentos que otros, pero siempre hubo una visión central de la cultura argentina, siempre fue radial, en términos de que el centro de los radios siempre fue Buenos Aires. Ese otro vínculo transversal entre regiones no apareció nunca. Del mismo modo, por ejemplo, que no existe un archivo nacional de música popular argentina al que uno pueda acceder desde todos los lugares y con múltiples vías de acceso. Que no exista algo así es el camino seguro hacia la pérdida patrimonial de la cultura argentina.
De modo que, en todo caso, recuperar el estado implicaría recuperar políticas culturales amplias que permitan la visibilidad de lo que está oculto. Porque lo que ocurre en las diferentes regiones es muy abundante, pero está oculto.

-Está oculto para Buenos Aires, porque en cada una de las provincias está visible. Incluso hay más contacto o identificación entre provincias de lo que hay con Buenos Aires.

-Lo difícil es comunicar lo que ocurre en cada lugar, apreciar la enorme efervescencia que existe. Está la expresión que probablemente sea la más vital de la música popular argentina que es el chamamé, en Corrientes y en el Chaco, que es de una producción y un ejercicio popular permanente, tanto en lo que se toca como en lo que se baila. Esas cosas son difíciles de transmitir de región a región.
Por otro lado, no podemos creer que estamos al tanto de lo que pasa culturalmente si pensamos que lo único que ocurre en el país es lo que se ve en los festivales, concentrados en la época de verano. Tenemos que ampliar eso.

El mismo compromiso, nuevos lenguajes

-«Qué puedo hacer en esta tierra incendiada salvo cantar», dice su canción Canto versos. Muchas veces se dice que una canción del pasado parece escrita para el presente, y eso se plantea como un mérito. Pero en realidad es una tragedia pensar que canciones que fueron escritas hace décadas o años tienen vigencia. Hay un regreso a esas situaciones espantosas que la provocaron en su momento. ¿Cómo seguir componiendo, en su caso, sin escribir una vez más la misma canción? 

-Ayer escuchaba un reportaje a Felipe Pigna, y él hablaba de esa cierta tragedia argentina de ir repitiendo no procesos exactamente iguales pero sí con fisonomías muy parecidas, a lo largo de algunas décadas. Errores y ciertas políticas que ya fueron vistas, además de ciertas cuestiones procedimentales de los mercados que ya se sabe qué resultados tienen. Pero siempre hay una diferencia. Me parece que en todo caso uno deberá buscar también la diferencia en los lenguajes, en el modo de decirlo. También hay que decir que uno no siempre tiene la suerte, la fortuna o la claridad para encontrar lo que busca, sobre todo porque el tiempo pasa y uno no tiene la misma claridad a los 30 años que a los 69.

-¿No se gana claridad con los años?

-Probablemente sí, para algunas cosas. Pero fijate una cosa: ¿cuántos compositores conocés que hayan tenido una producción muy superior después de los 50 años? Creo que solamente Chico Buarque, por ejemplo. O la obra de Yupanqui. Es decir, pongamos eso también, si queremos ser honestos. Uno intenta la manera de decir las cosas, pero hay que ver si los lenguajes se lo permiten, si uno encuentra la manera de decirlas de acuerdo al momento de la vida que uno está pasando. En todo caso, tenemos sí la certeza, porque tengo la evidencia, porque tengo los compañeros jóvenes, que están encontrando formas de esas en las que uno escucha canciones y dice cómo me hubiese gustado escribirla a mí. Y las están escribiendo tipos que tienen 35, 40 años.

-¿Quién, por ejemplo?

-Menciono a los que tengo cerca. Por ejemplo, hay una obra que apareció en pandemia, que se fue desarrollando por ahí, que se llama Ambulantes, una obra conceptual de mis amigos José Santucho y el Chula Benegas. Es una especie de cantata, aunque ellos no la llaman de esa manera. Son como 15, 16 canciones sobre los oficios ambulantes. Cuando la escuché dije ‘bueno, acá reverdece algo que a mí me gusta’. Y durante la pandemia apareció un disco de tangos nuevos de Adrián Abonizio con un grupo de acá que se llama La máquina invisible. Entonces vos decís ‘ah, bueno, no están muertas las especies musicales, el tango se renueva, la canción tiene tipos que piensan y generan algo que a mí no se me había ocurrido’. La conclusión es que siempre va a emerger el lenguaje necesario para dar cuenta de lo que está pasando y para poner los puntos sobre las íes donde corresponde. A lo mejor uno no lo encuentra, pero lo va a encontrar otro.

-Seguramente Fandermole, su generación, la movida a la que pertenece, la manera de hacer música, habrá sembrado algo para que ese otro la encuentre. 

-Sí, ojalá. Siempre pienso en el cancionero como un gran corpus que está ahí, por momentos olvidado, por momentos emergiendo. Una especie de gran cuerpo evolutivo donde cada uno va dejando un poquito, una marca, y esa marca va formando parte de una gran genealogía que va siendo tomada por los que vienen. Pero uno nunca sabe qué queda de lo propio ahí. En todo caso puede ir intuyendo qué puede perdurar un poco, qué se va a olvidar, pero sí creo que algo queda.

-¿Usa la palabra cancionero como definición de un género, un territorio, una época…?

-Yo me refiero, en principio, al cancionero argentino insertado en el cancionero latinoamericano, el de nuestra lengua, lo hispano. Me parece que ese gran territorio tiene la historia que tiene la Argentina, la memoria de lo que fue cantado, y ese cancionero es el territorio de la memoria, de la memoria histórica, la cultural, y abarca todas las especies, todos los géneros musicales y todas las épocas. Cuando hablo de cancionero hablo de un cuerpo gigantesco, histórico, que no debe ser sepultado. Si queremos conservar memoria, tenemos que partir de que la historia no se tergiverse, de que la historia se conozca. Y como parte de esa historia, que se conozcan las expresiones de individuos y de un pueblo, que no se pierda la totalidad, que haya dónde recuperarla.

-¿Qué expectativas le despierta volver a Jujuy? 

-Siempre es un motivo de ansiedad, con qué nos vamos a encontrar, cuál será el público, cuánto se habrá renovado, si habrá gente joven. Una serie de cosas que uno se pregunta. Siempre está la expectativa, una expectativa que a uno lo mueve y lo conmueve. Eso lo primero. Y siempre sabiendo que uno va a ser bien recibido, porque está la amistad de por medio y está la gente que nosotros queremos. Volver es una excelente oportunidad y una cosa que a uno lo mueve positivamente.

Gabriela Tijman

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