Historias de vida: Tres mujeres recuperadoras de vida y sueños

En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, una fecha en la que se recuerdan los procesos de lucha y reclamo históricos de cientos de mujeres, así como se reivindican derechos por mejores condiciones de trabajo, de igualdad, de equidad, tres mujeres recuperadoras de los basurales de Jujuy brindaron un testimonio que las empodera y sirve como ejemplo de vida.

Rosa Villegas, Gabriela Martínez, y Rosana Ramos. Así se llaman, y trabajan en el basural de El Pongo, hace 22, 12, y 17 años, respectivamente. Separan y clasifican el material que se puede reciclar y que ellas venden para generar un ingreso y utilizar como fuente de sustento en sus hogares. Con el agregado de que contribuyen, tal vez sin saberlo, a reducir los volúmenes de residuos para minimizar el impacto en el ambiente.

Las tres son madres: Rosa, de 8 chicos; Gabriela, de 2; y Rosana, de 4. Reparten su tiempo entre el trabajo en el basural y la crianza y educación de sus hijos. Como cada una de las mujeres que viven de esta tarea en esos basurales, la mayoría son madres solteras; salvo en este caso Rosana que tiene el acompañamiento del padre de sus hijos.

Según relatan, se levantan temprano a la mañana para ir al basural. Aunque en ocasiones cumplen otros turnos, a la tarde o a la noche. Cuando llegan, comienzan a buscar y separar los materiales que pueden ser reciclados, tal como aprendieron en sus años de experiencia: cartones que son compactados, plásticos que se acopian en bolsones, hojas de papel que se separan en bolsas distintas.

Decenas de personas son las que trabajan en los basurales de Jujuy junto a ellas, de manera individual y por cuenta propia. Aunque se conocen, nadie interfiere ni participa en el trabajo del otro, porque cada uno busca sus propios materiales para acopiar y luego vender. Cada uno está en su mundo.

Historias de vida

El caso de Rosa es significativo porque lleva trabajando en el basural de El Pongo más de 20 años. Se interna, como muchos hombres y muchas mujeres, todos los días a partir de las 5 de la mañana “para ir a reciclar”, según cuenta. Lo mismo hacen Gabriela y Rosana, aunque con menor constancia ahora, ya que la primera tiene un bebe de poco tiempo, y la segunda, porque tiene que dedicarse a sus hijos que ahora van a la escuela. “Ya no voy todos los días como antes –nos dice Rosana-; paso más tiempo en la casa”.

Respecto a los materiales que encuentran y recuperan, las mujeres nos refieren que reciclan plástico, cartón, metal, “todo lo que se pueda reciclar”.

Rosana y Gabriela, a propósito de esto, explican: “trabajamos reciclando cartón, plástico, aluminio, papel blanco, papel de color, todo lo que sea reciclable para poder vender y trabajar”.

Rosa agrega que “también se encuentran zapatos, zapatillas, ropa, útiles. Son cosas que, si no le sirve a la familia del que recupera, se venden porque en realidad casi todo se puede recuperar”.

Esta consigna de que casi todo se puede recuperar, la aprendieron durante las jornadas de trabajo. Fueron años de dedicarse a la separación de residuos, los que les brindaron un conocimiento acerca de los materiales, las cantidades, los precios, etc. Pero, en realidad, ¿cómo fue que comenzó todo?

Rosa Villegas lo recuerda de este modo: “Un día, al notar que mi hijo no venía, me fui con otra chica caminando, caminé lejísimo, no llegaba nunca. Cuando llegué vi un mundo de basura, había poca gente, pero juntaban y vendían. Y me quedé tres días, junté, y cuando vendí el fin de semana me gustó. No tenía plata, mis hijos eran chiquitos, a veces no tenía para darles de comer y de ahí empecé, y jamás les falto un plato de comida”.

Gabriela también rememora los primeros años, valorando el esfuerzo y sacrificio de su mamá a quien acompañaba y de quien tal vez aprendió el “oficio de recuperadora”: “iba de chica con mi mamá –dice-, ella trabajó y salió adelante con nosotros trabajando ahí desde muy chica, y con eso nos dio la oportunidad de estudiar; y porque yo no la supe aprovechar ahora trabajo en el basural para poder mantener a mis hijos, salir adelante, darles algo para comer, para que tengan”.

“Mujeres recicladoras”

Las tres mujeres tienen en claro que son los residuos los que les dieron la posibilidad de trabajar y salir adelante junto a sus familias. Por eso los definen más como un recurso y una oportunidad que como desechos o algo descartable que ya no tiene ninguna utilidad. Además, porque conocen bien la posibilidad de recuperación y reaprovechamiento que tienen materiales tales como el plástico, el papel, el cartón, el aluminio, etc.

“Nosotros separamos y después les vendemos a los compradores que vienen hasta aquí a llevarse los materiales”, nos cuenta Rosana.

Lo mismo dice Rosa cuando detalla que “es muy sencillo, solo hay que separar el papel en una bolsa, el cartón enfardarlo, el plástico en un bolsón. El cartón hay que abrirlo, luego hacer un fardo de entre 40 a 50 kilos; los bolsones pesan entre 80 y 90 kilos. Después vienen los compradores y los vendemos”.

“Lo que llamamos basura es un recurso, porque yo como mucha gente hizo estudiar a sus hijos con este trabajo, por ejemplo. La gente cría a sus hijos con este trabajo”, agrega Rosa.

Por eso en sus declaraciones hacen hincapié sobre todo en la colaboración de la comunidad para que empiece a separar los residuos reciclables en bolsas distintas, porque esto no solo les facilitaría el trabajo, sino que además les evitaría a ellas exponerlas a riesgos para su salud e integridad física.

“Que la sociedad separe la basura nos ayudaría mucho. El plástico en una bolsa, el cartón en otra bolsa, todo separado. Esto hace la diferencia”, declara Gabriela.

Rosa, que es una de las de más experiencia, destaca al mismo tiempo la posibilidad de poder sostener a sus familias con este trabajo, y aunque en verdad no alcanza lo que se obtiene producto de la venta, “es algo que a las familias que vivimos de esto nos permite criar a nuestros hijos y hacer que estudien”.

El proceso de cooperativización

Luego de describir su percepción respecto a los avances del trabajo realizado por el Ministerio de Ambiente de Jujuy y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Nación, a través del equipo que lleva adelante el Plan de Inclusión Social (PISO) del proyecto GIRSU-Jujuy, las recuperadores enumeraron algunos beneficios que les permitieron mejorar las condiciones de sus tareas: capacitaciones, talleres, recorridos a la planta de separación, la provisión de agua que era un recurso indispensable y con el cual no contaban, la entrega de uniformes, botas, barbijos, guantes, ropa, las vacunaciones, etc.

También valoraron el apoyo que les permitió iniciar un proceso de cooperativización. “Armamos una cooperativa que se llama Reciclado del Norte”, nos cuenta Rosa. Igualmente, precisa que están a la espera de que los papeles que presentaron para dar curso al proceso formal de conformación, regresen desde Buenos Aires donde fueron enviados.

“Tenemos puestas muchas expectativas en este proyecto porque va a ser un nuevo comienzo de trabajo, porque no es lindo trabajar en el basural. En cambio, si armamos la cooperativa y trabajamos todos juntos ayudándonos, en mejores condiciones de higiene y de manera organizada, vamos a estar mejor”, añadieron tanto Gabriela como Rosana.

Finalmente, al existir la posibilidad de trabajar en el Centro Ambiental Jujuy, un nuevo espacio para los residuos del área metropolitana (la que mayores volúmenes genera), siempre y cuando la cooperativización prospera, las recicladoras destacan: “de darse vamos a trabajar seguramente en un lugar más seguro, con techo, con máquinas, vamos a trabajar mejor; esperemos que se dé, sabemos que lleva su tiempo, pero hay gente que se está preocupando para que podamos trabajar en mejores condiciones. Esperamos trabajar en conjunto con nuestros compañeros, que nos unamos entre todos y tengamos mejor calidad de vida”.

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