La querella pidió este lunes la pena de 22 años de cárcel para el exgobernador de Tucumán José Alperovich por abuso sexual tras la denuncia de su sobrina, quien trabajó como asesora a su lado, por hechos que ocurrieron entre 2017 y 2018.
En el alegato, también se pidió que hasta tanto se dicte la sentencia se le imponga a Alperovich una tobillera electrónica o custodia. “Ha cometido varios hechos de abuso sexual, era su secretaria privada y sobrina segunda”, disparó al comienzo de su alegato la abogada Carolina Cymerman. Para este miércoles 12 se espera el alegato de la defensa.
Fue en octubre de 2017 cuando la denunciante empezó a trabajar para Alperovich. La mujer se había incorporado para ocuparse del manejo de la agenda de Alperovich, a quien acompañó durante la campaña electoral de 2018-2019 en la que el político competiría -y perdería, ya que solo alcanzó el cuarto lugar- contra el entonces gobernador Juan Manzur. En ese tiempo, el acusado ejercía la senaduría nacional por su provincia tras ser electo en 2015.
El 24 de mayo de 2019 la joven presentó su renuncia al espacio de su tío segundo, primo hermano de su padre. Y el 22 de noviembre de ese año lo denunció.
“No quería que me besara. Lo hacía igual. No quería que me manoseara. Lo hacía igual. No quería que me penetrara. Lo hacía igual. Inmovilizada y paralizada, mirando las habitaciones, esperando que todo termine, que el tiempo corra. Ya saldría de ahí y estaría en mi casa, ya habría más gente alrededor, ya el disimulo y el trabajo lo iban a alejar de mí. Ya se cansaría de mí, de que no quiera, de que sea ‘asexuada’ como me llamaba. Pero su fijación no cesaba, durante mucho tiempo quiso más y más seguido, con más ganas, con más fuerza, con más violencia por mi resistencia”, escribió la sobrina en una extensa carta que hizo pública al dar a conocer la denuncia.
El primer hecho fue el 14 de diciembre de 2017, cuando la denunciante se trasladó junto con Alperovich, por primera vez, a Buenos Aires. Terminada esa jornada laboral ambos fueron al departamento del exgobernador en el barrio porteño de Puerto Madero.
Según relató la querella, Alperovich le ordenó a un colaborador hospedarse en otro departamento que él tenía, lindante con el que ocuparon él y su sobrina. Luego de la cena -relató la querella- él empezó a tocarla y a manosear partes íntimas de su cuerpo y la besó a pesar de que ella le dijo que “no quería”.
Mientras la abogada seguía describiendo lo que calificó como un “ataque”, Alperovich se tomaba el rostro con las manos y lloraba.
Tras ese primer episodio, la víctima “creyó que había zafado” pero el 27 de diciembre de 2017, otra vez en un viaje a Buenos Aires y en el mismo departamento, se produjo una situación similar: volvió a manosearla y a tocar sus partes íntimas. Ella estaba “horrorizada y no podía actuar”. Cuando Alperovich dejó de forzarla, “ella se encerró en el baño, se duchó y se acostó muy angustiada”, relató la abogada sobre ese segundo episodio.
Luego sucedieron otros tres hechos, el 9, 10 y 12 de febrero del 2018 y en traslados en vehículos, cuando Alperovich iba junto a ella y manejaba algún chofer.
En marzo de 2018 ocurrieron dos hechos en distintos domicilios de Tucumán. Uno de ellos el 9 de ese mes, cuando Alperovich se bajó los pantalones y la violó luego de haberla manoseado; y el otro el 12: “me volvió a violar” citó la abogada las palabras de la denunciante.
Los otros dos hechos sucedieron también en marzo. Uno de ellos“le provocó lesiones en sus zonas genitales”, por el profundo nivel de violencia. “Era un avasallamiento demoledor e inesperado, no estaba para eso, no se me ocurrió verlo a José con otros ojos, no tenía que salir mal y salió todo mal”, recordó la abogada las palabras de la víctima.
Luego de los hechos, la mujer dijo que acudió primero a la entidad Mujeres por Mujeres, pero que no le tomaron la denuncia porque le dijeron “que generalmente la víctima termina arreglando con el agresor” y luego al Observatorio de Mujeres, un organismo de gobierno que atiende denuncias de violencia sexual.
Según sus declaraciones, fue en ese último lugar donde le “advirtieron” que era riesgoso denunciar a Alperovich y ahí es cuando ella acudió a una psicóloga que le recomendó “negociar” con el acusado: “Se le acercaron personas cercanas a Alperovich donde le ofrecieron dinero para frenar la denuncia”.
Cuando se hizo pública la denuncia penal, “lo primero que hizo Alperovich”, aseguró la querellante, fue exponer a la denunciante al identificarla cuando negó las acusaciones.
A lo largo de los cuatro meses en los que se desarrolló el proceso declararon alrededor de 80 testigos. Entre ellos se destaca la perito oficial del Cuerpo Médico Forense, la psicóloga Mónica Herrán, que afirmó que la joven presentaba un daño psíquico y trauma compatible con una víctima de violencia sexual. Y dio detalles del mecanismo de disociación que les permite a quienes sufren este tipo de situaciones seguir en un vínculo atravesado por el abuso sexual hasta que en algún momento algo hace click dentro de ellos y deciden denunciar a su agresor. Es el testimonio -junto con el de la denunciante- que más compromete a Alperovich.