Por Gabriela Martínez y Gonzalo Bautista, para H.I.J.O.S. Jujuy. El pasado 2 de agosto, luego de la feria judicial, se llevó a cabo en el Tribunal Oral Federal de Jujuy la cuarta audiencia del sexto mega juicio por delitos lesa humanidad cometidos en la provincia.
Cinco testigos debían ser quienes brinden testimonio de lo acontecido pero debido a lo extenso de las declaraciones, solo cuatro de ellxs llegaron a declarar: María Mercedes Rivero, Efrén Guzmán, Mariano Rodríguez y Rubén Andrés Cari. No lo pudo hacer Oscar Alfaro Vasco, que será citado en la próxima audiencia del jueves 9 de agosto junto a Raúl Tapia, Reynaldo Aguilar y Roberto Quiroga. La quinta audiencia será este jueves 9 a las 16.
“Me dejaron con una familia destrozada”
María Mercedes Rivero es esposa de Juan Ángel Robles*, con quien tuvo a sus dos hijos: Liliana y Juan Ángel. Declaró que a su esposo lo detuvo la policía de investigación vestida de civil volviendo del trabajo y que lo llevaron a la Central de Policía de San Salvador de Jujuy.
Contó que un oficial de apellido Cardozo que se transportaba en un Falcon amarillo, frecuentaba su casa para hacer requisas, incluso llegó a hacerlo una vez cuando su hija de 13 años estaba sola y se llevó documentos porque su marido era procurador. Además, aseveró que Robles no tenía participación gremial ni política.
En su declaración dejó sentado que a Robles lo dejaron en manos del ejército y que un teniente de apellido Gallo y un capitán llamado Vargas estaban a cargo de los detenidos del lugar. “Fui al ejército muchas veces para pedir autorización al señor Bulacio para poder verlo. A las 5 de la mañana ya hacía fila”. Nadie nunca le dijo el motivo por el que se llevaron detenido a su esposo, no quisieron darle información, tampoco recibirle la denuncia, solo cuando Vargas la hizo entrar por tres minutos vio a su esposo en el penal de Gorriti.
Durante los días de detención, Mercedes recibió unos “papelitos” que Robles le escribió y envió por medio del personal del penal donde le contó que lo acusaban de defraudación y lo que le hacían.
La segunda detención fue en un control policial de la localidad de El Quemado. Mercedes recordó que, en repetidas oportunidades, el oficial Camargo fue a buscar a su esposo por un trabajo particular que tenía para él en El Carmen, pero que Robles no iba y aseguró que Camargo con una señora de apellido Barilari armaron algo para cooptarlo ya que cuando fue en su camioneta la policía del lugar lo detuvo. Pasaron nueve meses desde su detención cuando se conoció la noticia en el diario diciendo que ya no estaban detenidos. A Juan Ángel Robles lo llevaron a Tribunales donde firmó su liberación ante el juez Bandi quien, en palabras de Mercedes, le dijo que se fuera si no quería que le pasara algo. Ese día estaba con él su hijo. Le dijeron que lo iban a “soltar” a la tarde, entonces su hijo Juan volvió a su casa a almorzar para luego buscarlo a las 18. A esa hora Juan fue a esperar a su padre a la salida del penal acompañado por los abogados Cosentini y Quispe y un amigo de la familia de apellido Masa. Esperaron en la entrada principal del penal y como no salió, ingresaron a preguntar. Mercedes testimonió que desde la parte posterior del penal su hijo vio cómo se llevaron a su padre y que un testigo vio que primero le pegaron. Desde ese día a Juan Ángel Robles no lo volvieron a ver más. “Me quedé sola, con mi hijo y mi hija que estaban estudiando, pagando mi casa, que la pagué como pude, pero me dejaron con una familia destrozada. Reclamé por todos lados, hasta en la Federal y nada, nada”, finalizó Rivero.
“Raúl Borges Do Canto quería asistir a las reuniones del sindicato”
Efrén Guzmán fue detenido la mañana del 24 de marzo de 1976 por gendarmes, policías de la provincia y militares, quienes dejaron a su esposa, embarazada de ocho meses, y una de sus hijas, tiradas en el piso, llevándoselo a la fuerza de su casa en Mina El Aguilar.
En su relato, Efrén Guzmán contó que en el momento de su secuestro se desempeñaba como Secretario General del Sindicato de Obreros de Mina El Aguilar (SOMA) tras suceder a Roberto Valeriano en el cargo y se enteró de que había un golpe de Estado al llegar a la comisaría de la mina, donde fue trasladado en primer término. Allí vio a Raúl Borges Do Canto, a quien reconoció ya que el gendarme trabajaba para la empresa y merodeaba la mina y sus alrededores.
Cuando llegó al Aguilar, Borges Do Canto quería asistir a las reuniones del sindicato y del club “para ayudar”. En realidad, recababa información y confeccionaba listas que después servirían para decidir quiénes iban a ser las víctimas del terrorismo de Estado que planificaban. De alguna forma Borges Do Canto tenía que justificar el privilegio de gratuidad del hospedaje, comida y calefacción que le brindaba la empresa. A Efrén Guzmán no le preguntaron el nombre ni le tomaron sus datos ni dejaron registros de su detención en ningún lugar. No les hizo falta. Ya lo conocían. Estaba marcado en la lista que Borges Do Canto ayudó a la empresa a confeccionar.
El minero fue trasladado luego en vehículos de la empresa a la comisaría de La Quiaca antes de ser alojado en el penal de Gorriti, donde vio a guardia cárceles y militares que esperaban al grupo de presxs que llegó al lugar. Tras días de tortura en el servicio penitenciario, vio al ex obispo de la provincia José Miguel Medina “invitar” a lxs secuestradxs a confesarse. Antes de ser trasladadxs a La Plata, Medina les dijo: “ustedes saben lo que hicieron. Despídanse de sus familiares porque a algunos no los van a ver más”. Luego lo llevaron a La Plata en un avión, viaje en el cual vivió la más traumática experiencia de su vida. Lo esperaban “médicos” y Efrén Guzmán creyó que asistirían sus heridas, pero en realidad eran militares disfrazados que siguieron torturándolo.
Al sindicalista le hicieron saber en cada lugar en el que estuvo que el “motivo” de su secuestro era por ser “subversivo”.
Ya cuando fue liberado, recordó que todos los mineros pudieron salir, pero el único a quien mantuvieron preso fue a Avelino Bazán.
Finalmente, Efrén Guzmán señaló como culpable de lo que le pasó a Raúl Borges Do Canto, a Arzuaga (jefe de personal de la mina en ese momento), al gerente de la empresa y Eduardo López.
“Borges Do Canto se llevó cheques y papeles del sindicato”
Mariano Rodríguez era tesorero del Sindicato de Obreros de Mina El Aguilar (SOMA) cuando fue detenido el 24 de marzo de 1976.
Fue sacado de su casa en Mina El Aguilar por Roque Inés Cari, quien a punta de pistola lo trasladó a la comisaría de la mina. Al llegar, vio que todxs lxs detenidxs pertenecían al sindicato y, aunque nadie sabía el motivo de la propia detención, los represores decían que eran “los más peligrosos”.
El sobreviviente declaró que allí reconoció a Raúl Borges Do Canto, quien lo llevó al sindicato porque quería sacar cheques y papeles y se quedó con la llave.
Junto al grupo de detenidxs del sindicato, fue trasladado primero a La Quiaca y luego alojado en el penal de Gorriti, donde recordó que el ex obispo de la provincia José Miguel Medina anotaba todo lo que los detenidxs le “confesaban”.
Al ser trasladado a La Plata en un avión, identificó a presos de Mina El Aguilar, Ledesma, Tumbaya y San Pedro.
Tras días de maltrato en cada lugar, finalmente fueron liberados la totalidad de los mineros, excepto Avelino Bazán.
De las casas donde vivían otorgadas por la empresa, a veces amontonados con gente que desconocían, recordó que fueron requisadas todos los días durante más de un mes en lo que se conoció como el “Operativo Quena”. “Se llevaban cuchillos de cocina y decían que eran armas de guerra”, indicó Rodríguez.
Esas casas, en el caso de ser ocupadas por las familias de los detenidxs, fueron desalojadas de inmediato, quedando madres e hijxs en la calle.
“Destruyeron desde vajillas hasta juguetes de los chicos”
Rubén Andrés Cari es docente, trabajó como empleado administrativo de Mina El Aguilar y se desempeñó como Secretario Adjunto del sindicato. Cuando le asignaron un cargo de maestro en Humahuaca renunció a su trabajo. Fue detenido en su último día laboral en la mina, el 24 de marzo de 1976.
A las 7 de la mañana golpearon su puerta, abrió y un policía le notificó que tenía que presentarse en el destacamento. Cuando fue al lugar indicado, gendarmería nacional lo arrestó. “Me preguntaron por la llave del sindicato”. Cari recordó que las llaves las tenía la secretaria, por lo que dijo que fueron a buscarla y entraron al sindicato. “Yo estaba encañonado y amenazado”, relató. Firmó un acta en la que figuraban las cosas encontradas allí y lo llevaron. En horas de la tarde lo trasladaron a La Quiaca donde permaneció hasta la noche y aseguró que, junto a otros detenidos, fue custodiado por gendarmería que aprovechó para “tildarlos” de guerrilleros, que integraban organizaciones comunistas y que esa era la razón por la que estaban presos.
Luego lo llevaron al penal de Gorriti donde estuvo preso en el pabellón N° 1 junto a Cabana, Cruz, Snopek y Ovando. Lo incomunicaron por 45 días, no recibió visitas y tampoco le dijeron el motivo de su detención. “Con un pañuelo logré hacer una tira y con ella subía el diario desde la celda de abajo donde estaba Snopek y un día Jones Tamayo y los hermanos Ortiz los vieron”. Rubén recibió de castigo 15 días más en aislamiento, sin posibilidad de recibir visitas. Después del castigo recibió en el penal a su esposa, quien hacía poco tiempo había conseguido trabajo de portera en Jujuy para verlo y sus hijos quedaron en Humahuaca en tutela de su suegra.
El sobreviviente contó que las tareas de requisas eran “fuertes”, recibió amenazas, le dijeron que iba a desaparecer, pero no lo golpearon. En un interrogatorio con Jones Tamayo, quien “tenía un revólver en el escritorio”, le preguntaron qué relación tuvo con Avelino Bazán, a qué organización comunista pertenecía, cosas que negó rotundamente “porque en Mina El Aguilar no había ese tipo de organizaciones”.
Cuando dieron la orden de traslado hacia Buenos Aires, “eran las 4 de la mañana y me desperté, me colgué de la reja para ver por qué había ruido y vi que eran camiones del ejército”. El personal de esa fuerza entró a golpearlos, fueron muchas agresiones físicas. “Eran del servicio de seguridad de la Nación”. Lo llevaron al aeropuerto El Cadillal con los ojos vendados y las manos esposadas en la parte posterior de su cuerpo y lo “engrillaron” en el piso. Durante todo el viaje en el avión lo golpearon, humillaron, le dijeron “expresiones indignantes que nunca había escuchado”. Al acercarse a la ciudad de La Plata, escuchó: “ustedes por guerrilleros y subversivos van a ser arrojados al río”, abrieron la compuerta del avión y todo resultó un simulacro nefasto. Cuando descendió del avión, hubo un grupo de personas esperando ubicadas a los lados de un largo pasillo dejando un espacio en el medio para que los detenidos pasaran. Cuando Cari y los demás presos pasaron los recibieron con patadas y golpes y sucedió lo mismo al llegar al penal de La Plata.
Cuando los liberaron, a todos menos a Avelino Bazán, les dijeron “no se den vuelta porque son fiambre”.
El testigo víctima declaró que la gendarmería era custodia de la Mina El Aguilar y que hacía ese trabajo porque la empresa a cambio le ofrecía vivienda, alimento, vehículos, entre otras cosas materiales.
Después del horror, Cari fue todos los días a la comisaría de Humahuaca a registrarse y comprobar que seguía en el mismo domicilio y ejerciendo actividad como docente. “Después que me detienen, vinieron con una orden de revisión de la casa, buscaban armas, escritos, libros, cualquier cosa ligados a lo subversivo. Tuvieron tanta saña que en los registros destruyeron desde vajillas hasta los juguetes de los chicos, esto duró un mes y me destruyeron todo”, finalizó.
* Juan Ángel Robles nació en San Salvador, tenía 44 años, era empleado, esposo de María Mercedes Rivero y padre de Liliana y Juan Ángel. Fue detenido por primera vez en Instalaciones de Tribunales de la provincia de Jujuy el 27 de abril de 1976. Lo llevaron al Centro Clandestino de Detención (CCD) Comando Radioeléctrico de la Policía de la provincia y luego fue alojado en el Servicio Penitenciario del Barrio Gorriti hasta recuperar su libertad el 24 de enero de 1977. El 11 de junio de 1977, cuando realizaba un viaje por razones de trabajo hacia Libertador General San Martín en su camioneta particular, al llegar al control policial de El Quemado, fue detenido nuevamente y llevado en patrullero hacia la Comisaría 1° de capital desde donde lo trasladaron al penal de Gorriti. El 12 de julio del ’77, el juez Roberto Bandi le comunicó que sería liberado y le recomendó que se vaya si no quería que le pasara algo. Fue trasladado nuevamente al penal de Gorriti, donde su hijo Juan Ángel junto al abogado Carlos Cosentini esperaban en la salida para recibirlo. Robles nunca salió de la cárcel y cuando preguntaron por qué no salía, dijeron que lo había hecho por la puerta de atrás. Desde el 12 de julio de 1977, Juan Ángel Robes permanece en calidad de detenido desaparecido de la dictadura.