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Foto: AFP.

La visita de Evo Morales: por qué Bolivia es hoy un motor económico de Sudamérica

Según el Fondo Monetario Internacional «hace un año, la actividad económica estaba acelerándose en casi todas las regiones del mundo. Mucho ha cambiado desde entonces: la escalada de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, la necesaria restricción del crédito en China, las tensiones macroeconómicas en Argentina y Turquía, los trastornos en la industria automotriz en Alemania, y la contracción de las condiciones financieras ocurrida en paralelo a la normalización de la política monetaria de las economías avanzadas más grandes han contribuido a un significativo debilitamiento de la expansión mundial, especialmente en el segundo semestre de 2018». Esto ha contribuido a proyectar una contracción del crecimiento en 2019 para 70% de la economía mundial.

El crecimiento mundial disminuyó a 3,6% en 2018 y continuaría esa trayectoria para ubicarse en 3,3% en 2019. La revisión a la baja del crecimiento, de 0,2 puntos porcentuales para 2019 frente a la proyección de enero también es generalizada. Refleja revisiones negativas de varias economías grandes, como la zona del euro, América Latina, Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y Australia, según el FMI.

Las proyecciones económicas de crecimiento para América Latina son del 1,4% (2019) y 2,4% (2020) y todo hace parecer que la única economía sustentable en el tiempo fue Bolivia.

Entre 2001-2010 el promedio de crecimiento de Bolivia fue del 3,1% mientras que entre 2011-2018 creció a un promedio del 5,04%. Esto se vio reflejado en el PBI per cápita, en 2005 fue de menos de USD 1.800 para el año 2017 alcanzó los casi USD 2.500, lo que significa una mayor riqueza entre los habitantes de la economía andina-amazónica.

En otro aspecto, como el desempleo, entre 2005 y 2018 fue del 5,5%, cercano a los niveles de los años noventa, pero para el cuarto trimestre de 2018, la tasa de desocupación urbana en Bolivia (4,27%) fue la más baja de la región, seguida de Ecuador (4,8%); en cambio, las más altas se registraron en Brasil (11,6%), Colombia (10,2%) y Argentina (9,0%).

El tercer aspecto de la economía boliviana es la deuda como porcentaje del PIB. En el año 2004 alcanzaba el 80% del PIB, paulatinamente y con las políticas económicas adoptadas se logró alcanzar para el año 2017 un nivel de 45% del PIB, más bajo que el de Argentina en 2018 que alcanza el 78% de su riqueza.

Las proyecciones de crecimiento de la CEPAL para Bolivia en 2019, son de 4,4%, pero desde el 2011 éstas –y las FMI y el BM– han sido superadas. Una de las políticas del gobierno de Evo Morales ha sido el otorgamiento de un «segundo aguinaldo» para los trabajadores del sector público y privado cada vez que se supera la meta de crecimiento del PIB del 4,5%, lo que resulta, –junto a las transferencias de la renta vía bonos y el incremento anual del salario mínimo–, en una mayor redistribución de la riqueza. No es casual que dicho país ocupe el primer lugar a nivel regional en reducción de la pobreza extrema y el segundo en reducción de la pobreza moderada en el periodo 2005-2018 (-23 y -26 puntos porcentuales respectivamente, según datos del Instituto Nacional de Estadística).

En las últimas semanas Evo Morales ha emprendido una agresiva estrategia de posicionamiento internacional que lo ha llevado a entablar acuerdos comerciales con Dubái, India y Turquía en sectores estratégicos como minería, hidrocarburos, energía y salud. En los tres encuentros se trabajaron las posibilidades de inversión en Bolivia, lo que augura próximos beneficios económicos para el país latinoamericano.

Sin duda, el buen desempeño económico de Bolivia y su correlato en la estabilidad política (no hay que olvidar que en décadas pasadas fue uno de los países más inestables de la región), se reflejan en el apoyo a la gestión del presidente Evo Morales, quien tiene una aprobación de 64,9% y una intención de voto de 37,5% (Encuesta CELAG, 2019) para su cuarto periodo. A pesar incluso de las movilizaciones contra su repostulación y la pérdida de un referéndum que avalara la misma. Lo que nos habla de que, a pesar del desgaste de una gestión de más de 12 años, se mantiene un fuerte apoyo para la continuidad del proyecto encarnado por Morales.

A seis meses de las elecciones presidenciales, el único candidato en la oposición con capacidad de disputa es Carlos Mesa (28,6% en intención de voto en la misma encuesta), quien tiene que cargar con un pasado complejo, pues es uno de los principales representantes del periodo neoliberal (fue vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada).

Bolivia tendrá que optar por la continuidad de un proyecto político-económico que se ha mostrado exitoso y la incertidumbre de «lo nuevo». De acuerdo a los datos presentados en el estudio de CELAG, parece que la mayoría se decanta por la primera opción, pero el futuro está abierto. Esperamos sea en favor de las mayorías de ese país.

Los datos económicos muestran una Bolivia radicalmente diferente a otros periodos, pero la política esta en debate, pues la dupla Morales-García Linera deberá consolidar y convencer a la población de continuar el proceso iniciado en 2005 y que tienen hoy a Bolivia como el motor económico de Sudamérica. Contraste, por ejemplo, con la Argentina, cuya crisis -según el FMI- fue una de las causas de la baja del crecimiento mundial y de una desaceleración del comercio.

Por Rebeca Peralta Mariñelarena, magister en Estudios Latinoamericanos de UNAM y Coordinadora del GT geopolítica, integración regional y sistema mundial del CLACSO; y Ernesto Mattos, economista (UBA) e Investigador (CCC/UBACYT). 

Infobae

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