Marta Alanís recibió el premio internacional más importante por su lucha por el aborto legal en Argentina

Por Mariana Carbajal, en Página/12. Se casó hace cincuenta años por la iglesia, con Luis, su compañero de la vida, que la sigue acompañando. En su activismo conjuga la definición de católica y feminista. Anoche, Marta Alanís, fundadora de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) en Argentina e impulsora de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, fue galardonada en Nueva York con el premio Joan B. Dunlop, otorgado por la Coalición Internacional por la Salud de las Mujeres (IWHC, por su sigla en inglés), por su «incansable trabajo por los derechos sexuales y reproductivos y la lucha por la justicia social».

Al cierre de su discurso, con esa voz suave pero convincente con la que mueve montañas, Alanís afirmó: «Será ley», en alusión a la frase convertida en hashtag militante en favor de la sanción de una reforma legal en el Congreso que garantice la interrupción legal de embarazo en la Argentina.

La entrega del premio fue durante la gala anual de la IWHC, una institución que se destaca a nivel mundial por la promoción de políticas orientadas a la salud sexual y reproductiva y derechos de las mujeres, jóvenes, niñas y adolescentes, en África, Asia, Europa del Este, América Latina y Oriente Medio. CDD trabaja con la IWHC desde hace más de una década en diferentes proyectos en Argentina y a nivel regional, contó Alanís a este diario.

«Marta Alanis ha estado en la vanguardia del movimiento de las mujeres por décadas y ha sido integral en la lucha por el derecho al aborto», dijo a Página|12 la presidenta, Françoise Girard, poco antes del inicio de la ceremonia. «Estamos orgullosas de honrarla y celebrar el impulso imbatible de la marea verde de Argentina», agregó.

El nombre del premio recuerda a una activista con larga trayectoria por los derechos sexuales, que nació en Londres y fue la primera presidenta de la IWHC.

«Comprobamos que se puede ser católica y a la vez disentir con aquellos discursos masculinos y jerárquicos que pretenden obediencia y nos mandan a callar. Resignificamos nuestra fe, recuperamos la identidad católica y actuamos políticamente nuestra disidencia en temas de moral sexual. Apostamos a cambios cada vez más profundos tanto en la sociedad como en las iglesias», destacó Alanís al recibir el premio, sobre el trabajo de CDD. Estaba muy emocionada.

Si algo caracteriza a Alanís es su habilidad para promover procesos colectivos y el entramado de alianzas transversales. Bajo estas premisas se viene desempeñando en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, desde su creación. Alanís fue una de las ideólogas de que el pañuelo verde sea el símbolo del reclamo por el aborto legal, en 2003, en el XVIII Encuentro Nacional de Mujeres, que se hizo en Rosario. Al año siguiente, en Mendoza, se definiría el nacimiento de la Campaña, que finalmente fue lanzada públicamente el 28 de mayo de 2005.

Alanís, también promovió la creación del Fondo de Mujeres del Sur, desde donde se brinda ayuda económica a proyectos empujados por mujeres, lesbianas, travestis y trans, de la región en la ampliación de derechos desde hace una década. Nació en Cañada de Gómez, provincia de Santa Fe. Con Luis tuvo tres hijos y una hija. Hoy disfrutan de dos nietas. Militante social y política en su juventud, estuvo en el exilio en Nicaragua y regresó al país con su familia en 1984. Proveniente de un hogar católico, en su adolescencia estuvo en contra del aborto.

-¿Y cuándo cambió de parecer? -le preguntó Página|12.

-Esa postura mía se fue reafirmando durante un tiempo hasta que la vida misma me fue mostrando realidades de mujeres que interrumpían su embarazo por diversas situaciones y comencé a tener contradicciones. Un día fui al velorio de una chica, hermana de un amigo, la velaban en la casa, familia humilde y muy curiosa yo quería saber el motivo por el cual había fallecido una chica tan joven y alguien con prudencia me dijo no preguntes, no insistas, no quieren decir porque les da vergüenza, «la piba se hizo un aborto y le fue mal». Ese episodio pasó pero me quedó dando vueltas esa historia. Luego me vinculé con personas muy progresistas, más abiertas, partí a vivir a Córdoba en 1968 y logré tener cierta flexibilidad con el tema. Me vinculé a la militancia social y política, mi compañero también católico venía del trabajo parroquial influenciado por los Curas del Tercer Mundo y en la ebullición de esos años el tema central era la revolución.

-¿Y qué paso luego?

-Pude iniciarme sexualmente con la protección de píldoras anticonceptivas y pude más o menos decidir cuándo tener a mis hijos. En esos años me enteré de varias compañeras que pasaron por abortos voluntarios y había un clima de tolerancia a esas situaciones a pesar que muchos militantes agitaban la idea de que teníamos que tener muchos hijos y los discursos de moral sexual no se diferenciaban demasiado de la jerarquía católica. Sí había criterios de compartir las actividades del hogar, la crianza de hijos e hijas aunque la división del trabajo en base a la diferencia sexual no era superada en forma absoluta, algunos compañeros tenían mayor predisposición que otros. Dependía de ellos y de nuestro empoderamiento para negociar. En Nicaragua, estando ya en el exilio, en 1980, acompañé por primera vez a una compañera a abortar y lo hice por solidaridad y con absoluta convicción de que ella tenía suficientes motivos y la madurez para tomar decisiones.

-¿En aquellos años se hablaba del derecho al aborto?

-Durante esos años de militancia, exilio y revoluciones se hablaba poco de sexualidad, predominaba cierto pragmatismo. De aborto no se hablaba pero si era necesario o una mujer decidía se hacía pero discretamente, no se contaba con la noción de política sexual, ni derecho a decidir o derecho al propio cuerpo. Sin embargo, Cuba que era nuestro norte, había garantizado el acceso a la salud reproductiva y al aborto, sin dudarlo, desde los primeros tiempos del gobierno revolucionario.

-¿Y qué papel jugó la Iglesia Católica en su vida?

-Sin duda, la influencia de la Iglesia Católica en la conducción de las organizaciones populares en América Latina de aquellos años era significativa y gran parte de los dirigentes de entonces habían pasado varios años en los seminarios intentando ser curas. Muchos optaron por la militancia política con fuerte influencia de la Teología de la Liberación, que si bien apoyaba a los movimientos por cambios sociales para las mayorías empobrecidas de nuestra América Latina, nunca reflexionaron sobre el rol de la mujer, sus derechos o sus deseos. La militancia de las mujeres era significativa pero no había paridad en los espacios de toma de decisiones. Tampoco las mujeres nos identificábamos con el feminismo ni reclamábamos paridad.

-¿Alguna vez tuvo que recurrir a un aborto?

-Al regreso al país, después del exilio, viví en primera persona la experiencia de abortar. Y lo hice convencida de que era un acto de responsabilidad, por supuesto mi compañero estuvo a mi lado y conté con el acompañamiento de amigas. Eso todavía sigue siendo algo a lograr para la mayoría de las mujeres.

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