“Esta es la fe que ha animado siempre a las comunidades cristianas. No estamos solos, perdidos, en medio de la historia, abandonados a nuestra propia fuerza y a nuestros pecados. Cristo está con nosotros.
“En estos momentos oscuros advertimos con preocupación y dolor numerosos signos de muerte: guerras, violencia, intolerancia, el narcotráfico golpeando en nuestra zona, el alcoholismo, la inseguridad que lleva por el camino errado de hacer justicia por mano propia, la conflictividad social queriéndose imponer por la fuerza y la violencia, la ausencia de una paz sólida por la falta de equidad, justicia, comprensión, racismo y postergación en tantos reclamos de nuestros pueblos originarios y últimamente el costo exagerado de la vida donde la poca plata no puede cubrir sus necesidades básicas.
“Ante este panorama muchas veces nos sentimos perdidos, abandonados, afligidos y fácilmente caemos en el desaliento, las lamentaciones, las críticas destructivas, las protestas sin propuestas y compromiso; nos encerramos cada uno en nuestro pequeño mundo y buscamos donde sacar provecho personal a cualquier precio y sin importarnos los demás.
“Pero ante esta situación tan oscura no podemos dejarnos «robar la esperanza» y recordar algo que necesitamos urgentemente: «El está con nosotros”, y reconocer la presencia del Señor Resucitado en el corazón de la comunidad cristiana. Jesús no es un difunto a quien venerar y se da culto, sino alguien vivo que anima, vivifica, da fuerza y esperanza y su Espíritu – a pesar de todo – sigue actuando en la Iglesia y en la historia.
“En medio de nosotros está el Resucitado con sus fuerza salvadora y renovadora. Si olvidamos esto se debilita nuestra esperanza, nuestra solidaridad y no podemos encontramos y descubrir a Cristo en los pobres necesitados y marginados. El Señor Resucitado está en la Eucaristía fortaleciendo nuestra fe. Está en la comunidad reunida en torno a la Palabra infundiendo su Espíritu e impulsándonos como seguidores de Jesús a la Misión. Está en los pobres y olvidados moviendo nuestros corazones a la compasión, a la ternura, a la misericordia; en una palabra: a vivir el Amor a Dios en ellos.
“Felices Fiestas de Resurrección, y que la fuerza del Resucitado nos siga sosteniendo con su Espíritu y nos ayude a vivir como Jesús y desde Jesús para hacerlo presente entre nosotros, perdonando, sanando, incluyendo y amando”.