Mes de Prevención del Suicidio: Lanzan la campaña «Septiembre amarillo»

Con girasoles y la apelación de un ‘Septiembre Amarillo’, la Fundación Ineco promueve acciones de concientización durante este mes para prevenir y tratar aquellas condiciones de salud mental que pueden incrementar el riesgo de que un individuo quiera quitarse la vida.

En la Argentina, 1 de cada 4 personas padecerá un trastorno mental en algún momento de su vida. Según cifras del Ministerio de Salud de la Nación, mueren por año más de 3300 argentinos por suicidio (9 por día). El 50% son jóvenes de entre 10 y 34 años.

Con la mira puesta en la prevención y el tratamiento de los cuadros de depresión, desde la Fundación Ineco lanzan un llamado a la población a reconocer a tiempo estas condiciones y acompañar al individuo a buscar ayuda profesional para evitar que el cuadro avance y pueda complicarse.

La iniciativa forma parte de una campaña de concientización que está llevando a cabo la fundación con el apoyo de la División Upjohn del laboratorio Pfizer, en el marco del Mes de Prevención del Suicidio, que se estableció en septiembre y más específicamente por el Día Mundial de Prevención del Suicidio, instaurado el 10 de septiembre por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Bajo el nombre de ‘Buscá el sol, depresión sin estigma’, la movida, que también tiene lugar en otros países de la región, se suma al movimiento mundial «Septiembre amarillo» con el objetivo de dar más visibilidad a los trastornos mentales y a la prevención del suicidio.

Parte de la imagen de girasoles amarillos, tomados de los tres cuadros Los Girasoles de Vincent Van Gogh, en referencia a la enfermedad mental del pintor y como símbolo también de una flor que, de joven, gira hacia el sol cada mañana incluso en los días nublados, siempre buscando la luz que le da vida.

Con el hashtag #DepresionSinEstigma, se busca en redes sociales promover una mayor concientización durante todo este mes y se invita a la población a tomar a la depresión como una enfermedad que puede y debe ser diagnosticada y a tratar de evitar que trastornos mentales de este tipo evolucionen a casos extremos como el suicidio.

“Si bien acciones de este tipo son siempre oportunas, la actual situación de cuarentena instaurada para evitar la propagación del coronavirus SARS-Cov-2 y la enfermedad que produce, el Covid-19, ha puesto en primer plano los trastornos emocionales como la depresión, propiciada por el distanciamiento y las situaciones de soledad”, refirió Teresa Torralva, presidenta de la Fundación Ineco.

Si bien es un escenario que atañe a todos, explicó, son los jóvenes, por su gran necesidad de contactos sociales, los más afectados, especialmente un grupo que representa entre el 8 y el 15 % que son más vulnerables y que requieren de una mayor atención por parte de la familia, las organizaciones y la comunidad en general.

Algunos síntomas a los que se debe estar alerta son ánimo decaído, tristeza, desesperanza, cambios en la alimentación (generalmente inapetencia), alteraciones del sueño, dificultades para concentrarse, falta de energía, y pensamientos negativos recurrentes, entre otros.

Además lo importante es analizar la intensidad y la duración de estos síntomas, ya que a mayor intensidad y por más tiempo es superior el impacto en la vida diaria, con afectación en el rendimiento académico, laboral y de relaciones familiares y sociales del joven.

“Es importante considerar que algunos jóvenes pueden requerir de un tratamiento psicológico del tipo cognitivo/conductual o incluso del tratamiento médico para la depresión”, afirmó Torralva.

“Es importante diferenciar situaciones en las que una persona puede estar ansiosa o deprimida, por problemas en su trabajo, estudio o familia, entre otros, y la depresión como enfermedad, que es una condición sumamente invalidante con pérdidas no solo de productividad en el sentido estrictamente laboral, sino con una merma considerable en el cumplimiento de las actividades sociales del individuo a causa de su condición”, distinguió Marcelo Cetkovich, jefe de Psiquiatría de Ineco.

“Deprimirse es parte de las condiciones de la vida. Un porcentaje expresa una respuesta normal y esperable, pero otro porcentaje muestra componentes biológicos y psicológicos, con formas de reacción patológicas. Estos últimos merecen toda nuestra atención y debemos estar alertas para acompañarlos y transitar un proceso que les permita entender que necesitan contención médica o psicológica”, completó el especialista.

Epidemiología de la depresión

Un estudio epidemiológico en Salud Mental llevado a cabo en Argentina por los covtores Juan Carlos Stagnaro, Alfredo Cía y otros en 2018, sobre 3927 personas mayores de 18 años de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Tucumán, Salta, Corrientes, Resistencia y Neuquén, reveló una prevalencia de trastornos mentales del 29,1%, que, proyectada a los 75 años de edad, ascendía al 37,1%.

“Esto significa que al menos 1 de cada 4 argentinos va a padecer un trastorno mental en algún momento de su vida”, consignó Cetkovich.

El trabajo observó la presencia de ‘trastorno depresivo mayor’ (8,7%), ‘trastorno por abuso de alcohol’ (8,1%) y de ‘fobia específica’ (6,8%). En total, los trastornos de ansiedad fueron el grupo de mayor prevalencia (16,4%), seguidos por los trastornos del estado de ánimo (12,3%), los trastornos por sustancias (10,4%), y los trastornos del control de impulsos (2,5%).

Según la OMS, los trastornos mentales (especialmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol) son un importante factor de riesgo de suicidio en Europa y América del Norte, y reconoce al suicidio como ‘un problema complejo, en el que intervienen factores psicológicos, sociales, biológicos, culturales y ambientales’.

Si bien tradicionalmente las mayores tasas de suicidio se han registrado entre los varones de edad avanzada, en los últimos años ha crecido la incidencia de suicidio en personas jóvenes. En la Argentina, según cifras del Informe de Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud de la Nación correspondientes al año 2018, murieron 3.322 argentinos por suicidio (9 por día) y el 50% correspondió a jóvenes de entre 10 y 34 años.

De acuerdo con las estadísticas de la propia OMS, el suicidio es una de las tres primeras causas de defunción entre las personas de 15 a 44 años en algunos países y la segunda causa en el grupo de 10 a 24 años; estas cifras no incluyen las tentativas de suicidio, que son hasta 20 veces más frecuentes que los casos de suicidio consumado. Según los registros de dicha institución, cada año en el mundo se suicidan casi un millón de personas, lo que supone una tasa de mortalidad global de 16 por 100.000, o una muerte cada 40 segundos.

Prevención

Como intervenciones eficaces para prevenir el suicidio, desde la OMS recomiendan la restricción del acceso a métodos comunes, como armas de fuego y sustancias tóxicas como plaguicidas, y -por supuesto- adoptar enfoques multisectoriales con muchos niveles de intervención y actividades.

A tal efecto, incluyen la prevención y el tratamiento adecuados de la depresión y del abuso de alcohol y de sustancias adictivas, al igual que el contacto de seguimiento con quienes han intentado suicidarse.

El suicidio es una de las principales causas de muerte evitables en la población joven: en el 95% de los casos se trata de trastornos mentales prevenibles y tratables, fundamentalmente originados en la depresión.

«Ante la sospecha de un cuadro de depresión que se manifiesta cuando la persona no está bien, ante todo, los allegados deben tratar de no juzgar ni interpretar, sino promover espacios de diálogo sin miedo a hablar del tema, acompañar al individuo, que no se sienta solo, y consensuar con él la importancia de buscar ayuda profesional”, recomendó Cetkovich.

El médico destacó que “afortunadamente, hoy se cuenta con medicamentos seguros y eficaces cuya función no es tapar los síntomas, sino que ayudan al paciente a recuperarse, siempre bajo la prescripción y seguimiento a cargo del especialista”.

Crear conciencia

  • El suicidio se puede prevenir. Ante una sospecha, se deben tomar las medidas necesarias para proveer al paciente del tratamiento correspondiente.
  • Hablar del suicidio no inducirá a una persona a quitarse la vida.
  • El suicidio no es una elección ni una expresión de libre albedrío.
  • Ciertos trastornos mentales -como la depresión- pueden funcionar como desencadenantes de la conducta.
  • No se debe juzgar a la persona ni subestimar los avisos que suele dar, mucho menos aún en los casos de tentativas de suicidio.
  • Un objetivo es que el individuo acepte buscar ayuda. Se lo debe acompañar, no imponer. Que se dé cuenta solo, que finalmente asuma que lo hace por su propia decisión o al menos que es el resultante de una decisión consensuada.

 

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