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Militares brasileños rechazan la base de EE.UU. que quiere instalar Bolsonaro

No había transcurrido ni una semana desde que asumió el cargo de presidente, cuando Bolsonaro tuvo su primer enfrentamiento directo con los altos mandos militares, que frenaron su deseo de entregar territorio brasileño para que EE.UU. instale una base militar.

El presidente deslizó esa posibilidad en la primera entrevista concedida, el 3 de enero. De inmediato tres oficiales superiores hablaron con el diario O Estado de Sao Paulo, cercano a las fuerzas armadas, para afirmar que una base de EE.UU. en Brasil es «innecesaria e inoportuna» y que la idea del presidente no se corresponde con «la política nacional de Defensa».

Más aún, uno de los oficiales dijo al diario que la presencia de tropas extranjeras solo se justifica «cuando hay riesgo de agresión externa sin capacidad de reacción, que pueda colocar en peligro la integridad de la nación».

El artículo recuerda que en 1945 los presidentes Getulio Vargas y Franklin Roosvelt firmaron un acuerdo para que la fuerza aérea de EE.UU. abandonara la base de Parnamirim, en Rio Grande do Norte, donde operaban aeronaves estadounidenses, de todos los tipos, para trasladar tropas para el frente de África en el marco de la Segunda Guerra Mundial. La base estaba en el sitio más cercano al continente africano, por lo que se consideraba de interés estratégico. Aunque la Casa Blanca deseaba en aquel momento extender por 50 años el uso de la base (rebautizada Base Aérea de Natal), «la recién creada Fuerza Aérea Brasileña tenía planes propios» y nunca se volvió a hablar de una base extranjera en Brasil.

En paralelo, en la reunión del grupo de Lima el 4 de enero, el canciller Ernesto Araújo, reafirmó la posibilidad de instalar una base del Pentágono, como parte de una «agenda más amplia» de Brasil con EE.UU. «Tenemos todo el interés en aumentar la cooperación con EE.UU. en todas las áreas», dijo el canciller, al adelantar que sería parte de la agenda a tratar en un encuentro entre Bolsonaro y Donald Trump el próximo marzo.

Pero el presidente volvió a repetir el mismo guion cuando recibió al secretario de Estado Mike Pompeo, en el Palacio de Planalto (sede del Gobierno) en Brasilia. El mismo día, 4 de enero, el Ministerio de Defensa aseguraba que «no tiene conocimiento de ninguna tratativa en ese sentido y que no abordó el tema con el presidente». Más aún, según O Estado de Sao Paulo, «oficiales de las Fuerzas Armadas consultados reaccionaron con sorpresa a la declaración del presidente».

En el seno del Gobierno se está produciendo una disputa abierta, nada diplomática ni medida, entre los dos sectores que componen su base de apoyo: los militares nacionalistas y los economistas de la Escuela de Chicago que defienden el modelo neoliberal a ultranza. Era evidente que esa disputa marcaría las características principales de la nueva Administración. Lo que era impensable son dos cuestiones centrales: que saliera tan pronto a la luz (apenas tres días después de asumir) y que los debates se ventilaran en los medios, sin el recato que exigen los buenos modales gubernamentales.

Pero hubo otro hecho menos visible, pero no menos profundo, que revela la enorme fractura existente en las altas esferas. Fue la transmisión del mando de los cancilleres, donde la poderosa burocracia de Itamaraty marca su presencia y pone límites a quienes quieren salir del libreto, con similar potencia con que lo hacen las Fuerzas Armadas.

Sucedió el 2 de enero cuando el excanciller Aloysio Nunes Ferreira, del Partido Socialdemócrata, traspasó el cargo: «Hizo un largo discurso en defensa de las mejores tradiciones de la diplomacia brasileña y fue calurosa y largamente aplaudido por los diplomáticos presentes, mucho más que el nuevo ministro Ernesto Araújo. Mientras el canciller cesante enfatizó en la necesidad de mantener el multilateralismo y el pragmatismo, Araújo criticó la globalización y mostró un claro alineamiento con EE.UU., Israel, Italia, Hungría y Polonia.

El diario Correio Brasiliense, alineado con las Fuerzas Armadas, tituló la cobertura «Ruptura sin diplomacia», destacando que es «muy raro» que un ministro que asume sea mucho menos aplaudido que el que sale. El diario critica con dureza el nuevo alineamiento internacional, asegurando que «el problema de la nueva política exterior no es la sintonía con el discurso de Bolsonaro, sino la necesidad de posicionarse estratégicamente en relación al comercio exterior, la política nacional de defensa y la relación con los vecinos, en un mundo en el cual el eje del comercio mundial se trasladó del Atlántico al Pacífico. Brasil no puede entrar de cabeza en la guerra comercial de EE.UU. contra China, que se convirtió en nuestro mayor socio comercial, sin ganar nada a cambio».

Para empeorar las cosas, el nuevo Gobierno emitió una medida provisoria que altera el régimen jurídico de los funcionarios del Servicio Exterior Brasileño, abriendo espacio para que los no diplomáticos puedan ejercer cargos de jefaturas. El Servicio Exterior de Itamaraty es sumamente celoso de sus tradiciones y de su proverbial profesionalidad.

Por lo que puede observarse de los primeros días del Gobierno de Bolsonaro, hay varias fuerzas que están tendiendo a limitar su alineamiento automático con la Casa Blanca y su veneración a Trump. Los militares son la principal fuerza en esa dirección, ya que desde hace más de medio siglo se muestran muy celosos de la soberanía del país. En modo alguno van a aceptar la instalación de una base militar extranjera, como tampoco van a negociar cualquier tratado sobre el uso de la base de cohetes de Alcántara.

En un reciente artículo el expresidente Fernando Henrique Cardoso advierte al nuevo mandatario que no sería oportuno tomar partido por EE.UU. en la guerra comercial con China. «Es por lo menos anacrónico pensar que la competencia por el poder y la influencia en el sistema internacional se dará entre gladiadores comunistas y capitalistas, cruzados de la fe cristiana contra cosmopolitas sin fe ni patria».

Las fuerzas domesticadoras del impulso ideológico ultraderechista del gabinete de Bolsonaro, están actuando en muchos más frentes de los previstos, en un abanico que incluye militares y diplomáticos, pasando por los grandes medios y los políticos más prestigiosos.

Sputnik

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