Otra condena para Graffigna: 15 años por secuestros y torturas en el CCD Virrey Cevallos

Por Ailín Bullentini, en Página/12. Los crímenes que tuvieron lugar en el centro clandestino conocido como Virrey Cevallos, que funcionó en pleno centro porteño, tienen, desde este jueves, responsables atribuidos por la Justicia: el ex comandante de la Fuerza Aérea Omar Rubens Graffigna y Jorge Monteverde, un ex agente de inteligencia de esa fuerza recibieron condenas de 15 y 13 años de prisión respectivamente por secuestros y torturas de hombres y mujeres que fueron allí depositados durante la última dictadura cívico militar. El hermano de Monteverde, Enrique, que también fue agente de inteligencia, resultó absuelto, lo cual sorprendió a las víctimas.

Una de ellas, la periodista Miriam Lewin, apuntó que “los hermanos estuvieron muy comprometidos con el funcionamiento del centro” así que no entendió “porqué para uno hubo condena y para otro no”. Lewin fue secuestrada y mantenida cautiva en Virrey Cevallos entre mayo de 1977 y el mismo mes de 1978. Los fundamentos  de la sentencia estarán disponibles el año próximo, tras la feria judicial.

El Tribunal Oral y Federal Nº 2, integrado por los jueces Jorge Tassara, Jorge Gorini y Rodrigo Gómez Uriburu, condenó a Graffigna a 15 años de prisión por hallarlo responsable de los delitos de privación ilegal de la libertad de nueve personas, agravada por mediar violencia o amenazas; y la tortura aplicada a siete de ellas, todos hechos sucedidos en Virrey Cevallos, un centro operativo de la estructura genocida de la última dictadura que estuvo a cargo de la Fuerza Aérea. Es la segunda condena por delitos de lesa humanidad que recibe Graffigna, tras ser absuelto en el histórico juicio a los comandantes, en 1985. La primera fue hace escasos dos años, por los hechos que tuvieron lugar en la Regional de Inteligencia Buenos Aires (RIBA).

A Jorge Luis Monteverde, que se hacía llamar en Cevallos como “Sota”, los jueces lo condenaron a 13 años de cárcel. Lo hallaron responsable, en calidad de coautor, del secuestro de seis personas, agravados por mediar violencia o amenazas, y las torturas impuestas a cuatro de ellas. El “Sota” fue agente de inteligencia de la Aérea hasta 2007, pero cuando actuó de carcelero en Cevallos tenía no más de 25 años. Ése centro clandestino funcionó en una casa de dos pisos ubicada en la calle Virrey Cevallos 628, entre Chile y México. Un infierno ubicado en pleno centro porteño, a pocas cuadras del Congreso.

La sorpresa del fallo fue la absolución del hermano del “Sota”, Enrique “Quique” Monteverde, que estaba acusado por los mismos hechos que su hermano y, sin embargo, no recibió pena. “No se comprende la absolución porque ambos hermanos estuvieron muy comprometidos en el funcionamiento del centro clandestino, no eran dos perejiles”, apuntó Lewin en diálogo con este diario horas después de la sentencia. “Quique” Monteverde, agente de inteligencia de la fuerza igual que su hermano, fue dado de baja en septiembre de 1977, poco después de que Osvaldo López, uno de los prisioneros se fugara de Virrey Cevallos. Los hechos por los que se lo juzgó, no obstante, sucedieron antes de su dada de baja.

De los tres acusados, solo Graffigna asistió a la audiencia de sentencia. Con sus 91 años a cuestas pero lúcido a pesar de que su defensa intentó dejarlo fuera del juicio invocando problemas de salud relacionados con la avanzada edad, amagó con decir algo antes del fallo. Sin embargo, se arrepintió. Su familia, desde el palco de la sala AMIA de Comodoro Py, desplegaron cartulinas en las que expresaron la supuesta inocencia del represor.

Los hermanos Monteverde, en cambio, oyeron lo decidido por el TOF 2 desde la Unidad 34, ubicada en Campo de Mayo y rehabilitada hace dos años como prisión vip para represores, luego de que el móvil que debía trasladarlos a los tribunales de Retiro sufriera desperfectos. “Sota” Monteverde desistió de hacer uso de su derecho a decir algo antes de la sentencia. Su hermano, antes de resultar absuelto, agradeció la defensa técnica, y pública, que lo asistió.

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