Paraguay: Del asesinato de dos niñas por el Ejército al secuestro de un exvicepresidente

Por Luis Gonzalo Segura, en RT. Tarde del miércoles 2 de septiembre. Mario Abdo Benítez, presidente de Paraguay y dirigente del partido político del cruel dictador Alfredo Stroessner, se presenta triunfante ante los medios de comunicación: «Creo que este fue un operativo exitoso hasta el momento. Puede ser aún más, esperemos que sea aún más. Pero fue exitoso en todo sentido, porque fueron abatidos algunos integrantes del EPP». Antes, durante la mañana, había visitado la zona en la que actuaron los militares paraguayos (Ibiya-ú, 500 km al noreste de Asunción) para desmantelar lo que Abdo calificó como el «campamento principal» del EPP –Ejército Popular del Pueblo, guerrilla paraguaya–. Un liviano matiz del fiscal Federico Delfino durante la entonces exultante –y hoy sonrojante– rueda de prensa cobra especial relevancia: «Hay que aclarar que lastimosamente las dos personas que fueron abatidas son del sexo femenino».

Jueves 3 de septiembre. La Asociación Gremial de Abogados y Abogadas de Argentina asegura que lo que Mario Abdo denominó «integrantes del EPP abatidos» son en realidad dos niñas de 11 años de nacionalidad argentina e hijas de «militantes del EPP» que residían en la provincia de Misiones –aunque el forense Cristian Ferreira afirmó ese mismo día que las niñas tenían entre 15 y 17 años–. La opereta presidencial se desmorona y el proclamado atronador éxito del Ejército paraguayo contra la guerrilla conmociona al país: dos niñas de once años yacen con dos y ocho proyectiles en el cuerpo. Literalmente agujereadas y colmadas de plomo. Masacradas.

Viernes, 4 de septiembre. El discurso de Mario Abdo torna: «Yo tengo hijos adolescentes, niños, y ver que fruto de la violencia, las víctimas son niños expuestos de manera cobarde e irresponsable, es un dolor que como ser humano y como padre uno siente en el corazón».

¿Celebró el presidente la muerte de dos menores?

En primer lugar, lo que era el «campamento principal» del EPP estaba ocupado por doce personas, lo que colisiona con los propios datos oficiales, que atribuyen un centenar y medio de integrantes a la guerrilla.

En segundo lugar, retornemos al matiz del fiscal Federico Delfino introducido, lo del «sexo femenino», y a la visita presidencial a la zona de operaciones. ¿Sabía durante la tarde del miércoles Mario Abdo que las abatidas eran dos niñas? Cuesta creer que no lo supiera. ¿Intentó Mario Abdo obtener rédito de la muerte de dos menores? Lo parece.

De hecho, la mencionada asociación de abogados y abogadas argentinas, asegura: «Las niñas habían ido a visitar a familiares. Sus papás son militantes del EPP. Independientemente de que tengan padres campesinos paraguayos y militantes del EPP, las niñas eran civiles y además eran argentinas».

El Ejército Popular Paraguayo

Aunque el EPP o el Ejército del Pueblo Paraguayo se encuentra en activo desde los años noventa, ha sido en los últimos tres lustros, desde 2008, cuando ha comenzado a ganar importancia, especialmente en departamentos de la Cordillera de Mbaracayú, que divide Brasil y Paraguay, como Concepción y San Pedro, en los que la pobreza es muy alta; la densidad de población y la tasa de urbanización, muy bajas; y la presencia del Estado, casi insignificante.

Como respuesta al aumento de las actividades y la importancia del EPP, el Gobierno, entonces dirigido por Horacio Cartes, creó en 2013 una unidad de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) formada por militares y policiales y dotada con 14 millones de dólares anuales.

Aumenta la espiral

Viernes, 11 de septiembre. Dos días después de la denuncia de la desaparición de Óscar Denis, exvicepresidente de Paraguay, el Ejército del Pueblo Paraguayo exige el reparto de alimentos por valor de dos millones de dólares entre 40 comunidades campesinas –para lo que concede ocho días– y la excarcelación en un plazo de 72 horas de dos de sus líderes históricos, Carmen Villalba y Alcides Oviedo.

Mientras, el Gobierno paraguayo pide apoyo a Colombia, el brazo armado norteamericano en América Latina con un estatus especial en la OTAN. Según el ministro Antidrogas, Arnaldo Giuzzio: «La presencia de los especialistas colombianos será de gran ayuda para fortalecer las tareas de inteligencia y dar con el paradero del exvicepresidente Denis». Como era de esperar, Brasil y Estados Unidos expresaron públicamente su apoyo al Gobierno paraguayo.

Domingo, 13 de septiembre. Se celebra en Asunción, junto al río Paraguay, un acto para solicitar la liberación de Óscar Denis. En el mismo, Mirta Denis, la hermana del vicepresidente, se arrodilla y suplica por la libertad de su familiar: «Pido a Dios que se le ablande el corazón». Comienza la distribución de alimentos solicitada, aunque no pareciera llegar al valor demandado –dos camiones–, y una caravana se manifiesta solicitando la liberación del exvicepresidente paraguayo.

Los problemas del problema actual

El primer problema del problema actual paraguayo es la ausencia de justicia, pues el régimen de Alfredo Stroessner, cuya dictadura duró 35 años, implantó el terror en el país con un total registrado de 128.076 víctimas directas e indirectas: 19.862 detenidos, 18.772 torturados, 20.814 exiliados y 459 desaparecidos o ejecutados. No solo no ha existido justicia ni reparación, sino que, a día de hoy, el mismo partido político del dictador Stroessner gobierna el país bajo la batuta de Mario Abdo.

El segundo problema del problema actual paraguayo resulta consecuencia del primero: pobreza y desigualdad. Que aquellos que implantaron una dictadura cruel y longeva en Paraguay sean en esencia los mismos que siguen dirigiendo el país se encuentra en la base de la pobreza que asola Paraguay, ya que en 2016 casi un tercio de los paraguayos –el 28%– era tan pobre que ni siquiera podía cubrir los gastos básicos de consumo, aun cuando la tasa de desempleo oscilaba entre el 5 y el 6%. Ni trabajando conseguían dejar de ser pobres.

Pero no solo es una cuestión de pobreza, sino de desigualdad: el 10% de los paraguayos más pobres solo tiene el 1,5% de la riqueza, mientras que el 10% más rico posee el 38% de la misma. Ello, además, en un contexto de crecimiento macroeconómico. Mientras que el PIB de Paraguay creció entre 2015 y 2016 un 4,1%, el ingreso en los hogares disminuyó un 3,3%. Esto es: cuando Paraguay crece los ricos se hacen más ricos y los pobres, lejos de mejorar un poco su situación o al menos mantenerla, se hacen más pobres.

No es casualidad, ni mucho menos, que las zonas en las que actúa el EPP, Concepción o San Pedro (con 38% y 17% de población urbana, respectivamente), sean los departamentos que registraban las tasas más altas de pobreza del país en un trabajo realizado en 2004, llegando a casi duplicar a la pobreza de otros departamentos menos pobres como Alto Paraná o Cordillera (0,5 por 0,3). El EPP actúa entre los pobres de los pobres.

El Gobierno paraguayo puede llamar a Colombia, a la OTAN, al FBI y, después, a los SWAT; y los medios occidentales pueden contentarse afirmando que los guerrilleros paraguayos son asesinos sin escrúpulos dispuestos a sacrificar a sus propias hijas. Delincuentes malvados, malignos y execrables. Pero lo cierto es que son muertos de hambre en un país gobernado por el mismo partido político que implementó una de las dictaduras más crueles en América Latina y en el que cada día que pasa los pobres son más pobres y los ricos son más ricos.

No parece que el «dolor que como ser humano y como padre uno siente en el corazón» del presidente Mario Abdo o las súplicas de Mirta Denis, «pido a Dios que se le ablande el corazón», vayan a solucionar el problema real paraguayo, la pobreza y la desigualdad. No lo parece porque sus corazones no están donde deben estar: con los pobres.

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