Ese gobierno brasileño decretó la emergencia sanitaria la semana pasada en 152 ciudades por el gran aumento de casos de esta enfermedad, que no se detectaba en zonas urbanas de Brasil desde 1942 y cuyo último caso en zonas campestres se había registrado en 2009.
Ricardo Barros, ministro de Salud, confirmó ayer otros ocho casos mortales. Su cartera envió 1,6 millones de dosis extras de vacuna contra la fiebre amarilla a Minas, 500.000 para Espíritu Santo, 350.000 a Río y 400.000 a Bahía.
El gobierno argentino, por su parte, no solo se ha mostrado bastante indiferente a la cuestión, sino que recomendó explícitamente a los turistas que viajan a Brasil no vacunarse. Según el ministerio encabezado por Jorge Lemus, la precaución es innecesaria ya que los centros turísticos costeros «no representan riesgo de adquirir la enfermedad».
El ex ministro de Salud, Daniel Gollan, aseguró que la actual gestion «no está haciendo nada» respecto del problema y reclamó «tomar medidas preventivas».
Lemus ya fue cuestionado duramente el año pasado por la escasa e ineficiente acción frente al dengue, el zika y la gripe A. En este caso, se teme especialmente que algún turista pueda introducir el virus en el país, teniendo en cuenta además que el tránsito entre ambos países es mayor en época de vacaciones.