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«Recé para que Dios destruyera el avión y dejaran de torturarnos»

Testigos víctimas que aún no habían declarado dieron su testimonio frente al Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1, en una nueva audiencia por el tercer juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar cívica eclesiástica en Jujuy.

El último testimonio fue el del testigo víctima Vicente Nino Cáceres, que hizo enmudecer a la sala, que estaba casi colmada. «Me torturaron con una tijera, me sacaron los intestinos por el recto y desde ese momento tengo secuelas y recuerdos hasta el día que me muera”. 

 Cáceres fue secuestrado juntos a sus amigos, todos estudiantes universitarios, durante la Noche del Apagón, en la ciudad de Libertador Gral. San Martín, luego torturado en el Centro Clandestino de Detención (CCD) que funcionó en Guerrero y finalmente trasladado al penal jujeño. Fue uno de los presos políticos que fueron trasladados desde la cárcel de Villa Gorriti hasta Villa Devoto y La Plata, en el vuelo que es objeto de investigación en este juicio.

 Fueron siete los testimonios en la tercera audiencia del nuevo juicio por los delitos de lesa humanidad, donde 13 represores están procesados por los delitos de privación ilegítima de la libertad, torturas y tormentos contra 90 víctimas, que participaron del vuelo del 7 de octubre de 1976, denominado por las fuerzas represivas Operativo Aire 718, en el que 78 hombres y 12 mujeres, sufrieron una “inhumana golpiza de los machos que entregaron las Malvinas sin disparar”.

Las víctimas fueron sacadas aquel día de la Penitenciaría de Jujuy y trasladadas hacia el aeropuerto jujeño, y desde allí en un avión Hércules del Ejército a Buenos Aires, solamente los hombres, mientras las mujeres viajaron en un avión de menor porte.

 Más adelante, Cáceres denunció que un cabo primero de apellido Martínez fue quien ordenó que lo atormentaran y torturaran. «Lo conocía de cuando hice la colimba”, afirmó.

 Luego recordó a sus amigos que están desaparecidos, como Juan Jarma, Rubén Molina, Juan Canseco, todos estudiantes jujeños que fueron detenidos en Tucumán.

 Juan Guerrero, Juan Giménez y Miguel Flores, todos testigos sobrevivientes del terrorismo del estadio, brindaron por primera vez su testimonio, al igual que Cáceres y los tres relataron la crueldad a la que fueron sometidos, durante el traslado de Jujuy a la ciudad de Buenos Aires.

 Guerrero describió a los agentes del Servicio Penitenciario Federal (SPF), como “un grupo de locos, que nos golpearon sin piedad, parecían los nazis que vemos en las películas, chillaban y gritan sin parar”. Confesó que “recé y le pedí a Dios que destruyera el avión, para que dejen de torturarnos y de sufrir y para que estos locos, dejen de hacer sus atrocidades”.

 Reveló, al igual que otros testimonios, que Julio Bravo y Armando Tilca, estaban marcados, y “con ellos se ensañaban más”.

 En la audiencia también testimoniaron  Sara Murat, Gladys Urtunduaga y Raúl Bartoletti, quienes ya lo habían hecho en los anteriores dos juicios, pero esta vez relataron el traslado del penal provincial, al aeropuerto y luego a Buenos Aires.

 Los imputados en este juicio, que comenzó el 6 de noviembre pasado, son el exteniente coronel Domingo Horacio Marengo, y los expenitenciarios, Osvaldo Chiaparo, Juan Héctor Guenchal, Jorge Néstor Ibáñez, Rogelio Mason Iglesias, Arnaldo Ezequiel Jorge, Eduardo José Juárez, Ricardo César Juárez, Juan Carlos Pugni, Jaime Oscar Quintela, Cristóbal José Antonio Retamoso, Andrés Aldo Savorani y Rubén Eduardo Zinc.

 La mayoría de las víctimas fueron privadas de su libertad en la Noche del Apagón y eran de las localidades de Libertador Gral. San Martín, Calilegua y El Talar, donde detuvieron a unas 400 personas de las cuales permanecen desaparecidas más de una treintena.

 Las detenciones ilegales ocurrieron entre el 20 y 27 de julio del año 1976 y se utilizaron vehículos de fuerzas de seguridad conjuntas y del Ingenio Ledesma, en los que los apresados fueron trasladados primero a los CCD y luego a la cárcel jujeña. También fueron detenidos, en forma ilegal, muchos trabajadores mineros de la Compañía Mina El Aguilar, que al igual que Ledesma, colaboró con la dictadura militar, prestando vehículos para el traslado de los presos. 

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