Represión a trabajadores de PepsiCo: indignación

Por Alejandro Mosquera, en La BarracaLa represión a los trabajadores de PepsiCo, la multinacional estadounidense, dejó nuevamente a las claras la matriz del bloque en el poder desde la asunción de Cambiemos a la Presidencia y a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. La alianza entre la derecha política, las grandes corporaciones, una parte central de llamado Poder Judicial, los medios de comunicación centrales, y las fuerzas de seguridad como instrumentos represivos para los opositores y protestantes quedaron a la vista de todos. Incluso de aquellos que apoyan a Cambiemos.

Esta vez no pudieron engañar, no había encapuchados, no había palos para generar una excusa falsa pero que funciona, incluso para los cuasi opositores que buscan siempre alguna tapadera para exculpar al gobierno Si había obreras y obreros, que tomados de brazos y manos defendían sus trabajos y la dignidad de tantos que se veían representados en ellos.

No hubo operativo desmedido como dicen algunas declaraciones y muchos periodistas, no hay error de apreciación de Ritondo y los jefes policiales, querían en la represión mostrar su aparato, tanto a los trabajadores que estaban allí, como a los centenares de miles de resistentes que luchan de distintas maneras en todo el país. Para unos los palos y el gas pimienta, las detenciones violentas, para los otros la amenaza de que también les va a ocurrir si siguen adelante con sus luchas.

Estuvieron muchos solidarizándose con los trabajadores y tratando de parar la represión, en primera fila los compañeros de la izquierda partidaria. Sin embargo, se notaron las ausencias, por supuesto de la CGT y del gremio de la alimentación, que cada día que pasa se deslegitiman más ante quienes sufren los embates más fuertes de las políticas de ajuste. De una parte, de esa dirigencia es una ausencia esperada porque conciliaron o se asociaron a las políticas del gobierno de la derecha. Pero muchas otras ausencias si fueron sorpresa.

Mientras casi todos miden las encuestas hacia las PASO, hay otra realidad que se constata menos y es el crecimiento de las acciones de lucha en todo el país. Que van a marcar todo el proceso electoral. Es evidente la necesidad de extremar la inteligencia y no aceptar las provocaciones del gobierno y sus socios, pero cuanta más resistencia, luchas grandes y pequeñas existan, mejores condiciones de derrotar el plan de ajuste y represión que encabeza al gobierno.

Ver las imágenes de la bonaerense avanzando sobre las trabajadoras y trabajadores que retrocedían, ver las garrafas de gas pimienta sobre los ojos de todos, incluidos periodistas y vecinos, los palos en las piernas, las agresiones brutales, solo despierta indignación.

Mientras la CGT sigue discutiendo se conviene o no un paro, una movilización o esperar el resultado electoral, miles de despidos se suceden en el país, mañana miles de familias no saben cómo sustentar sus hogares, como mandar los chicos al colegio, como pagar la luz, el gas, el agua. Solo puede despertar indignación.

Que Cambiemos y el Frente Renovador levanten la sesión en la legislatura bonaerense para que no pueda discutirse el repudio a la represión policial y el Ministro de Seguridad sostenga que “La policía actuó como tiene que actuar”, solo puede engendrar indignación.

Cuando algunos hablan como si la “culpa” fuera de la izquierda y no de las políticas neoliberales y las grandes corporaciones que quieren ir por hacer desaparecer el derecho laboral, conquistar una reforma de máxima flexibilización laboral para sus contratos basuras, y para maximizar sus ganancias reducir brutalmente el salario de los trabajadores, solo puede generar indignación.

La indignación no alcanza para derrotar a los ajustadores, ni detener a los represores, hay que unir, hay que organizarse, hay que tener una estrategia para lograr un nuevo gobierno popular.

Pero sin indignarse nada se puede, porque se naturaliza la ley del más fuerte, el salvajismo y la violencia de estos autoritarios en el gobierno. Sin indignarse no hay motor de una transformación. Sin indignarse no existe la posibilidad de desatar la potencia revolucionaria de la democracia.

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