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Se extiende el juicio oral y público por la muerte de dos jóvenes a manos de un policía

Estaba previsto que se iniciara la etapa de alegatos, pero quedan testigos por declarar. Por esa razón se extenderá el juicio en el que se ventila un caso de gatillo fácil ocurrido en Calilegua en 2013, por el que un policía está acusado de asesinar a dos jóvenes tras una persecusión. En la audiencia de este viernes estuvo presente la madre de Luciano Arruga, el joven víctima de la policía bonaerense cuyo cuerpo apareció como NN cinco años después de su desaparición. 

Por el crimen de Pablo Obiña y Gonzalo Calderón, de 16 y 15 años, ocurrido en Calilegua el 3 de noviembre de 2013, está siendo juzgado desde el 11 de agosto el policía Pablo Arrascaeta, procesado por el delito de “homicidio doblemente calificado por ser miembro de de la fuerza de seguridad” y, en forma alternativa, por la misma figura más «con exceso en la legítima defensa».

La querella desconfía de lo que pueda pasar en el juicio, ya que entiende que la fiscalía sostiene la mirada de la defensa, por lo que han pedido la intervención de instituciones nacionales y organismos de derechos humanos.

Marcelo Obiña, el padre de Pablo, asegura que se trata de un caso de gatillo fácil, pero también de abuso de autoridad, «porque por el hecho de ser policías no están autorizados a hacer lo que ellos quieren», afirmó.

«Pedimos justicia, que se aclare y se condene a quienes hicieron esto a nuestros hijos», insistió, y repasó los hechos: «La policía dice que ellos entraron a robar a una localidad, pero es mentira. Dicen que los siguieron por casi 5 kilómetros en la ruta, y que no los podían alcanzar. Iban en una camioneta 4×4, y mi hijo iba con su amigo Gonzalo en una motito 110. Los alcanzaron en un punto en el que fueron ejecutados. 

«La presencia de la mamá de Luciano Arruga nos da una gran expectativa para seguir con el caso, es una gran ayuda para nosotros», continuó.

Dos versiones 

Según la versión policial, un vecino denunció que los dos adolescentes le habían robado su celular, y la policía emitió un alerta en toda la unidad regional con jurisdicción en la zona. Los móviles policiales emprendieron la búsqueda por los caminos y rutas aledañas a Calilegua, hasta que divisaron a Pablo y Gonzalo en un camino interno denominado La Pantalla.

Siempre según el relato de los uniformados, se produjo una violenta persecución que incluyó un intenso tiroteo que terminó con la muerte de uno de los jóvenes, que recibió un disparo en la cabeza, mientras que el otro fue herido en el cuello, fue hospitalizado y murió una semana después. La policía sostiene que Arrascaeta realizó un solo disparo que impactó en los dos. 

La querella, representada por Martín Patiño, sostiene en cambio que los chicos fueron asesinados por más de un disparo, y que no se dio en el marco de la persecución sino cuando ya estaban detenidos.

En el juicio oral ya declararon los policías que en el momento del hecho se encontraban en la camioneta usada para la persecución y desde donde salió el disparo. Para dos de ellos, la querella pidió que sean imputados por falso testimonio. También declararon los médicos forenses y se hizo la reconstrucción del hecho.

Lucha y solidaridad

En esta jornada, estuvo en Jujuy acompañando a los familiares de los chicos asesinados Mónica Alegre, la madre de Luciano Arruga, el adolescente que el 31 de enero de 2009 fue secuestrado por la policía bonaerense, y apareció recién en octubre de 2014, enterrado como NN. En mayo pasado, el expolicía Julio Torales fue condenado a diez años de prisión por las torturas que sufrió Luciano el 22 de septiembre de 2008 en una comisaría. La muerte del joven es todavía materia de investigación. 

«Estoy solidarizándome con los padres y las madres de estos chicos, porque estamos con el mismo dolor de haber perdido a nuestros hijos», señaló Alegre, y recordó: «Mi hijo fue hostigado por la policía bonaerense de Lomas de Mirador. Sufrió maltratos y golpes, por los que hay un policía condenado».

Respecto del sentido de su presencia, comentó: «Tratamos de concientizar para que la gente recapacite, que vea que nos están matando a los chicos», y razonó: «Más allá de que los chicos hayan sido buenos o malos, son niños de 16 años, y si cometieron un error, era la justicia quien tenía que condenarlos». 

«Estas madres ya no están solas», afirmó Alegre y prometió: «Cuando vuelva a Buenos Aires voy a difundir el caso».

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