«Semilla del aire» intenta cuestionar el tiempo y las mutaciones de la vida de una mujer en sus intensidades, recuerdos e historias de su pasado en Añatuya (Santiago del Estero) y su presente a orillas del río Paraná. El amanecer, el mediodía, la tarde y la noche la sitúan en el tiempo habitado por las energías vegetales, animales y humanas.
La función es a las 22 en El Pasillo (José de la Iglesia 1190).
El poema
La partícula cósmica que navega en mi sangre / es un mundo infinito de fuerzas siderales. / Vino a mí tras un largo camino de milenios / cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire.
Luego fui la madera, raíz desesperada. / Hundida en el silencio de un desierto sin agua. / Después fui caracol quién sabe dónde / y los mares me dieron su primera palabra.
Después la forma humana desplegó sobre el mundo / la universal bandera del músculo y la lágrima. / Y creció la blasfemia sobre la vieja tierra. / Y el azafrán, y el tilo, la copla y la plegaria.
Entonces vine a américa para nacer en hombre. / Y en mí junté la pampa, la selva y la montaña. / Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna, / otro me dijo historias en su flauta de caña.
Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas. / Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas. / Converso con las hojas en medio de los montes / y me dan sus mensajes las raíces secretas.
Y así voy por el mundo, sin edad ni destino. / Al amparo de un cosmos que camina conmigo. / Amo la luz, y el río, y el silencio, y la estrella. / Y florezco en guitarras porque fui la madera.