A consecuencia de las políticas de destrucción de la industria nacional, la apertura indiscrimanda de importaciones y orientación financiera -y no productiva- que aplica el gobierno de coalición PRO-UCR, sólo en 2018 se perdieron 191.300 empleos registrados. Ante el desorden social y el dramatismo cotidiano de vivir sin empleo, urge un cambio de paradigma económico en el actual año electoral.
Según datos del Sistema Integrado Previsional Argentio (SIPA), del Ministerio de la Producción y Trabajo, sólo el año pasado se registró una pérdida de 191.300 empleos registrados. A razón de 22 despidos por hora durante todo el 2018.
La alarmante cifra, que da cuenta de la crisis laboral que atraviesa Argentina en un marco -además- revesivo e inflacionario, pone de manifiesto al fracaso de las políticas económicas de lo que alguna vez, hace sólo tres años atrás -aunque a esta altura parezca un siglo- el empresario-presidente Mauricio Macri denominó “el mejor equipo de los último 50 años”.
La industria y el comercio, las dos ramas que más personas ocupan, fueron las que más aportaron al derrumbe del empleo, tal como ocurrió con la actividad económica en general. Entre las dos, destruyeron 97.300 puestos asalariados en 2018.
El sector manufacturero, ahogado por el deterioro del mercado interno y las altas tasas de interés, expulsó 61.000 empleados el año pasado y estiró su sangría a más de 128.000 trabajadores desde el cambio de Gobierno.
El comercio, en tanto, perdió 36.300 empleos. Efecto Vaca Muerta mediante, la única actividad con crecimiento significativo (5,7% interanual) fue la explotación de minas y canteras, aunque eso sólo implicó la generación de 4400 puestos.