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Un nuevo amanecer 

Roberto Mamani Mamani. Amawta (2011)

Por Silvina López*. Quién hubiera imaginado que el 2020 nos dejaría en una especie de gran paréntesis en nuestra cotidianeidad. Como si el tiempo se deslizara de otra manera, distinta a la conocida hasta el momento; una especie de “tiempo suspendido donde no hay certezas hacia el corto y el mediano plazo” (García Linera, 2020).

Cual novela de ciencia ficción, amanecimos en un mundo distinto.

No más circulación por las calles, o clases en las escuelas, o trabajo en las oficinas, o traslados en auto o colectivo o subte o tren, permisos especiales para transitar… y el mundo entero en una postal de gran repliegue ante la amenaza de un virus con la estructura de una proteína que cambió las reglas del juego conocidas hasta el momento.

En las ciudades se escuchó mucho silencio, como hace años que no sucedía, y se respiró aire más puro. Sin colectivos, ni autos, ni aviones, el mundo mostró otra imagen.

Los cielos contaminados del DF en México o Nueva Delhi en India amanecieron más “limpios”; en las calles de algunas ciudades aparecieron elefantes, ciervos, zorros, patos, hasta un calamar gigante en las costas de Australia, que vive a gran profundidad en los océanos, y tantas otras rarezas para este mundo tecnológico y súper desarrollado actual.

En San Martín de los Andes, en Neuquén, una foto con ciervos en la plaza principal, me hizo acordar a cuando era chica e íbamos ahí, las calles eran de tierra y veíamos bajar de la montaña las yuntas de bueyes.

La pandemia vino también a exacerbar las contradicciones de la civilización actual en el marco del capitalismo salvaje. Un modelo que arrastra crisis a nivel mundial desde hace años, sigue poniendo a la humanidad cada vez más ante una situación de no retorno.

Los incendios forestales que han consumido el año pasado inmensas extensiones del pulmón del planeta, de la Amazonía, este año volvieron en distintas partes del globo y en varias provincias de nuestro país.

Se sigue apostando a la sobreexplotación de los recursos, al extractivismo, al calentamiento global, la contaminación ambiental, la concentración de la riqueza en pocas manos, el poderío de transnacionales, farmaceúticas, fabricación de armas y guerras, que deja en la extrema pobreza a grandes sectores de la humanidad.

Otras formas. Otras miradas. Desde el amanecer de los tiempos remotos.

La primera civilización americana, hace 5000 años implementó un sistema económico basado en el comercio, creando un gran polo de desarrollo en la zona peruana, intensificando el intercambio entre la zona costera, la sierra y la selva. Sin presencia de armas, fue una civilización que floreció durante 1000 años, llegando a construir ordenamientos urbanos con imponentes pirámides, construcciones antisísmicas, gran dominio de ciencias astronómicas, medicina, agricultura, música y artes, entre otras áreas del conocimiento.

Dice David Choquehuanca, vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia:

“Los pueblos de las culturas milenarias, de la cultura de la vida, mantenemos nuestros orígenes desde el amanecer de los tiempos remotos.

«Durante siglos los cánones civilizatorios del Abyayala (América) fueron desectructurados y muchos de ellos exterminados; el pensamiento originario fue sistemáticamente sometido al pensamiento colonial.

«Mas no lograron apagarnos, estamos vivos… Somos comanches, somos mayas, somos guaraníes, somos mapuche, somos mojeños, somos aymaras, somos quechuas, somo jokis, y somos todos los pueblos de la cultura de la vida que despertamos.”

Relatan los indígenas mayas:

“Los abuelos enseñaron desde tiempos inmemoriales que el ser humano con los sentidos percibe la variedad y con la inteligencia descubre la unidad, esto es: la pluralidad dentro de la unidad, la experiencia de la relación de nuestra conciencia con la conciencia más grande del Universo.

«Hemos aprendido que la razón se encuentra imposibilitada para dominar el todo; entonces, asumimos la responsabilidad de ensancharla por los senderos del sentir, de lo sagrado y de las emociones. Sin sentimiento no hay hermandad, sin el componente sagrado nadie podrá respetar la naturaleza.

«Nuestro sistema espiritual encausa el pensamiento a la construcción del equilibrio: fundamento del ser humano, de la familia, de la sociedad y del universo. Somos reflejo de la naturaleza, luchar contra ella equivaldría a suicidarnos, a convertirnos en enemigos de nosotros mismos» (Matul, 1998).

Un nuevo Pachakuti. Un nuevo amanecer.

La pandemia y este año 2020 nos llevó a un antes y un después. En nuestro país, un antes y un después del 20 de marzo. Y tuvimos la vivencia de que el tiempo cambió. Hubo un quiebre en este tiempo lineal, propio del pensamiento occidental, que se desarrolla desde un pasado, un hoy vertiginoso y se proyecta a un futuro.

Los pueblos originarios son portadores de otras concepciones. En la cosmovisón andina Pacha es la unidad de tiempo y espacio, es el todo en movimiento, es el cosmos en su devenir. No sólo se refiere a los hombres, los animales, las plantas, sino también al mundo de arriba, donde están las estrellas, el sol, la luna; y al mundo de abajo, de los muertos y los espíritus. Todo está interconectado y forma una unidad. Y aquí conviven el pasado, el presente y el futuro. Por eso para la cosmovisión originaria el tiempo no es lineal. El pasado siempre está presente y el futuro se entronca con el pasado.

Esta visión en espiral del tiempo cuestiona también la noción occidental de desarrollo como la idea de avanzar siempre hacia un punto superior; de ahí que el objetivo de la Humanidad no es controlar a la naturaleza o Madre Tierra, sino cuidarla, resguardarla (Solón, 2016).

“Hoy en Bolivia y el mundo vivimos una transición que se repite cada 2000 años, en el marco de la ciclicidad de los tiempos, pasamos del no tiempo al tiempo, dando inicio al nuevo amanecer, a un nuevo Pachakuti en nuestra historia. Un nuevo sol y una nueva expresión en el lenguaje de la vida donde la empatía por el otro o el bien colectivo sustituye al individualismo egoísta” (Choquehuanca, 2020).

Soplan vientos de cambio con el nuevo Pachakuti.

Desde las fuerzas y movimientos sociales, seguir construyendo alternativas al neoliberalismo, a la cultura de la muerte y de las transnacionales, que hagan posible una vida más digna e igualitaria para la Humanidad en su conjunto.

“Esta es la posición que ve en la pandemia la señal que el modelo civilizado que ha dominado el mundo desde el siglo XVI ha llegado a su fin y que es necesario iniciar una transición a otro u otros modelos civilizadores” (De Sousa Santos, 2020).

Hace unos años, comunidades indígenas mayas choles, tojolabales, tzeltales, tzotziles, zoques, mames y mestizos del sur de México, en Chiapas, marcharon en las calles de cinco municipios, en el más completo silencio. Horas más tarde dirían: “¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo.”

* Antropóloga

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