Foto: Gustavo Molfino en Página/12

Vuelos de la muerte: Exsoldado confirmó cómo “bajaban gente moribunda” 

Por Ailín Bullentini, en Página/12. Soldados conscriptos que cumplieron el Servicio Militar Obligatorio entre 1976 y 1978 en Campo de Mayo siguen construyendo el hilo conductor del juicio de lesa humanidad que se lleva a cabo en los Tribunales de San Martín para distribuir responsabilidades por la existencia y desempeño de vuelos de la muerte en los que, desde esa guarnición militar, desaparecieron a detenides clandestines durante la última dictadura cívico eclesiástica militar.

Algunos cuentan sin pausa y con detalles. Otros tardan en vencer el temor y compartir recuerdos. Así sucedió con P.L, el exsoldado que comenzó su testimonio de esta mañana sin precisiones y culminó confirmando que vio cómo “bajaban gente moribunda” de camiones estacionados en las cercanías de la pista de aviación y las subían a aviones que partían y regresaban vacíos.

P.L. tenía 21 años cuando fue designado a la Compañía de Servicios del Batallón de Aviación del Ejército 601, en Campo de Mayo para cumplir el servicio militar obligatorio. Era enero de 1976 y allí estuvo durante 14 meses. Hacía tareas de abastecimiento de combustible para los aviones y helicópteros que iban y venían por la pista de la guarnición. Su trabajo lo convirtió en un testigo importante a la hora de determinar qué clase de naves circulaban por allí en aquellos tiempos, en qué momento del día, qué transportaban, quiénes las manejaban.

Y efectivamente sus aportes ante el Juzgado de instrucción de la causa fueron fructíferos en varios de estos sentidos. Una declaración de la que recordó “muy poco” -fue hace 10 años- durante el comienzo de su testimonio vertido esta mañana en el marco del juicio de lesa humanidad por los Vuelos de la Muerte en Campo de Mayo que se desarrolla ante el Tribunal Oral federal número 2 de San Martín. Pero de la que luego, al ritmo de las insistencias de la Fiscalía y las querellas, fue confirmando datos fundamentales.

Como primer paso, el testigo dio nombres: confirmó que el aviador militar retirado Luis Del Valle Arce, uno de los acusados en el juicio, era el jefe del Batallón en 1976. Y que Delsis Malacalza «era mayor» cuando él estaba en el Servicio. También lo señaló piloto. Aseguró ante el Tribunal que mientras integró la compañía había “vuelos nocturnos” que él esperaba en “una playa donde teníamos los tanques, al lado donde estaban los bomberos de la Policía Federal” donde también veía camiones similares a los que llegaban a Campo de Mayo para abastecer de alimentos a la guarnición. “Para nosotros venía el camión del rancho”, sostuvo.

Luego escatimó en detalles, se amparó en la falta de memoria para evadir ciertas respuestas. Hasta que las partes solicitaron que se le leyera textual lo que había dicho una década atrás ante la Justicia de primera instancia. Y entonces, sí: “Algo me voy acordando”, sostuvo. Lo consultaron sobre lo que llevaban esos camiones y respondió: “Yo vi gente que no podía caminar bien, rengos, algo me voy acordando… Los hacían bajar del camión y los hacían subir al avión Twin Otter”, uno de los modelos de avión que la investigación señala como utilizados para los vuelos de la muerte. Contó que ese episodio lo vio “un par de veces, 3 veces, 4” durante la noche y que ese avión “volvía vacío”.

También confirmó que lavó “manchas” de los aviones. No fue claro respecto de si eran manchas de sangre como durante su primera declaración, cuando mencionó que eran “coágulos” los que había quitado del Twin Otter, pero reiteró que ante la consulta que le hizo a un suboficial sobre la naturaleza y procedencia de esas manchas, éste le respondió “está todo bien, vos no viste nada”.

Cuando lo consultaron sobre si las personas que eran traídas en los camiones eran subidas también en helicópteros, tampoco fue conciso. “En el Twin Otter cargaban gente dañada, apenas caminaban, golpeados. Yo no recuerdo al helicóptero cargar gente de civil, pero tantas cosas han hecho”, resumió.

P.L. tiene 65 años y solicitó que su testimonio no fuera transmitido. Tal pedido y algunos titubeos al inicio de su relato permiten sospechar que a 45 años de los hechos, lo que lo achaca más allá del cuadro de diabetes crónico con el que convive, es el miedo.

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