30 de octubre

Por la Corriente de Opinión Nacional

Cuando  los argentinos recuperamos la Democracia en  aquella  histórica jornada del 30 de octubre de 1983, además de recuperar el derecho a elegir y de ser elegidos, también  recuperamos  la obligación de construir  una  Democracia  con valores que habían  sido  plebiscitados y  que la sociedad elegía cuando optó la propuesta de Alfonsín, por sobre quienes propiciaban el pacto Militar-Sindical.

Dejamos  atrás  el autoritarismo como  rasgo  dominante en  todos los aspectos de la gestión, que significo perseguir y desaparecer a  quienes  pensaban distinto, pretender instalar el pensamiento único, para  que  de  esta  manera  se pudiera  gestar  un  histórico  endeudamiento  que  se traducía en concentración económica y exclusión social.

El  significado  del  voto  traía  como  mandato  el  fin  de  los  desencuentros,  la recuperación de la república, de la trasparencia, de la solidaridad, del compromiso para  con  los  que  menos  tienen  y  mayor  institucionalidad,  lo  que  evidentemente redundaría  en  una mejor calidad Democrática.  Pero sin  lugar  a  dudas  el valor  que transversalizaba a todas las situaciones lo constituía el fuerte   rechazo al autoritarismo en todas sus formas.

En Jujuy después de 37 años vivimos en un Democracia que mantiene todavía muchas deudas con la sociedad porque persisten  formas  y características que ya tendríamos que haber superado.

Padecemos la intolerancia y el autoritarismo como forma de gobierno. A  la  oposición  o  a  quienes  piensan  diferente  en  vez  de debatir se  los descalifica, con insultos en vez de razones, y se  persigue  al distinto dándole  la  categoría  de  enemigo  y  no  de  adversario  político.

La mentira como práctica cotidiana, además de irritar deslegitima a diario el pretendido relato oficial. La ausencia de transparencia, la concentración del poder en una sola persona y la profundización del clientelismo en todas sus variantes, sumado a los negociados con los  sectores  del  privilegio  dan  como  resultado  una  sociedad  descreída  de  la democracia con una muy baja calidad institucional.

No  podemos  consolidar  una  democracia  en  la  que  los  partidos mayoritarios sean custodios de los intereses de las minorías privilegiadas. Desde  nuestra  pertenencia  al  campo Nacional  y  Popular mantenemos más firme  que  nunca  nuestro  compromiso  militante  en  la  búsqueda  de  denominadores comunes con aquellos sectores comprometidos en la construcción de una sociedad políticamente libre, socialmente justa, económicamente soberana.

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