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Se estrenó “La Compañía Americana de Danza en Gira por China” en Tilcara

Por Camilo Kay Haro Galli La obra pensada como homenaje al bailarín Juan Saavedra que dirige Sergio Mercurio, representada por los actores Juan Villegas y Luis Sánchez se estrenó en dos funciones la semana pasada en el teatro de la Red Mote de la localidad quebradeña.

Un jujeño en el fin del mundo sueña con bailar como Juan Saavedra, un bonaerense emula a Michael Jackson en las discos locales y los dos se juntan para triunfar en China.  Humor y crítica social, danza y debate por las identidades; la obra tiene un poco de todo esto. La primera imagen de ellos en el escenario, los presenta como antagónicos y ridículos, la trama devela la razón de ese misterio.

La pandemia, y una Tilcara convertida en la capital del teatro independiente jujeño, los junto en este proyecto, uno de los primeros que se estrenan en el nuevo edificio que el estado, por medio del Instituto Nacional del Teatro (INT), financiaron.

El edificio es majestuoso como los teatros que la generación de los 80 quería para la argentina parís que ideaban, como los teatros que el peronismo de los 50 hizo para que se llenen de pueblo, pero con estilo a andina modernidad; paredes anchas, grandes vigas de quebracho y puertas que abren para afuera por si hubiera que evacuar. Es el teatro de la Red Mote que se inauguró hace pocos meses justo cuando la pandemia parecía frenar todo.

Juan protagoniza a un joven que busca oportunidades en Río Grande como tantos jujeños que buscan el sueño patagónico. Juan Villegas es actor, constructor y trabajador multirubro para completar su economía. Lucho Sánchez es marionetista. Si venís a Tilcara, durante las temporadas o los fines de semana, lo encontrás con sus personajes en la plaza, también te lo podes encontrar frente a la catedral de San Salvador de Jujuy, en la peatonal de Salta y por cualquier otra ciudad que le permita volver a la quebrada con algo de plata para vivir unas semanas. “Los personajes se llaman Tito y Fermín, son dos migrantes internos” que habitan “una ciudad ventosa y desolada como Río Grande para construir allí su derrotero” dice el dramaturgo.

A pesar de que no los vemos en escena, y muchos ni imaginamos que existen, el equipo tiene otros tres integrantes. Dos de ellos escondidos tras un toldo a un costado de la sala; el director y el sonidista-iluminador. El primero es Sergio Mercurio de Banfield, Buenos Aires, quien conoció a los actores cuando daba el taller “la Seriedad del Humor”.

Dramaturgo busco en Rodolfo Kusch “un sostén filosófico” y mediante la experimentación con los actores “una obra equilibrada desde el punto de vista estético”. El músico ecuatoriano David Bonilla es el creador de la música original de la obra. Tras presenciar algunos ensayos le “coloco sonido al imaginario de los personajes y compuso la música de la coreografía final.” Gabriel Diovisalvi es el encargado de la técnica de sonido e iluminación.

La obra recorre durante los 45 minutos un constante debate por la identidad: las identidades que se construyen en base a los fenotipos y los prejuicios, la identidad negada, las identidades que se construyen sobre los padecimientos mentales, la identidad nacional y como no podía quedar afuera la no identidad que se siente cuando el otro nos corre el arco. “En medio de esa confusión, ambos padecen la discriminación y la ejercen.” El dilema de la obra es que piensa sobre la identidad abriendo la puerta para que los espectadores, mirándose al espejo, se vean, víctima/victimario, dentro de nuestra sociedad que, aunque lo niega, es profundamente racializada.

Los actores transpirados y agotados se abrazan para recibir los aplausos. Los espectadores son sus amigos, parientes, vecinos, compañeros y ellos están ahí mostrando por primera vez el trabajo realizado durante la segunda mitad de la pandemia. Por Zoom, video llamadas, talleres presenciales y los horarios que la reproducción de la vida les permitía se encontraban en el edificio de la costanera de Tilcara llevar adelante los que Mercurio llama el “proceso creativo”.

Ese proceso creativo se inició con tres meses en los que “Juan y Lucho crearon una parte de la coreografía e infinidad de ejercicios para la búsqueda de los personajes. Utilice como en todas mis creaciones, la técnica de la autoficción; el primer paso es un trabajo de conocimiento propio, de recordar eventos o personas marcantes, para recién luego a partir del juego: ficcionarlas” comenta Sergio Mercurio quien viene de procesos similares en “El ángel de la Valija” con Severo Callacci y “El camino de Eva” con Laura Pagés.

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