El barrio Alto Padilla se ha convertido en una reserva testimonial de la historia de Jujuy. Al relevamiento que se estaba haciendo para detectar posibles enterramientos clandestinos realizados durante la última dictadura militar, se sumó el hallazgo de elementos arqueológicos que datarían del año 1200 dC, dando cuenta de un asentamiento preincaico, y vestigios que corresponderían al período del imperio Inca.
Federico Fernández integra el equipo del Laboratorio de Derechos Humanos y Procesos Sociales de Jujuy (Lideproj), que está relevando la zona desde hace cerca de un año en el marco de las investigaciones de delitos de lesa humanidad cometidos en Jujuy durante la última dictadura cívico militar eclesiástica.
“A nosotros nos llama el juzgado federal N° 2 para hacer una pericia en Alto Padilla, un sitio donde hace por lo menos cuatro décadas organismos de derechos humanos como HIJOS vienen denunciando que allí se torturó y se hizo desaparecer a personas”, relató Fernández en diálogo con El Submarino Radio (FM Conectar 91.5).
Este equipo, además, trabaja en forma conjunta con el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y con especialistas de Tucumán.
Aparte de los datos que ya son conocidos, como el hallazgo de los restos de la docente Dominga Álvarez de Scurta, detenida desaparecida por el terrorismo de estado, los investigadores del Lideproj apoyan su tarea en expedientes y documentos que no son públicos. Pero sí están en condiciones de asegurar que “hay indicios serios de que allí existen rastros o registros de desaparecidos de la provincia de Jujuy”, indicó Fernández.
La tarea de este equipo consiste básicamente en caminar el lugar, observar y registrar cualquier señal que puede ser de interés. En ese proceso, se hallaron indicios de material arqueológico, como trozos de cerámica y restos de estructuras de piedra, que se constata que muy posiblemente tengan una antigüedad importante. “La palabra ‘constatar’ es importante para nosotros, porque no es un hallazgo ni un descubrimiento sino que vimos algo que pudimos reconocer, porque tenemos pericia en la observación”, aclaró Fernández.
Si bien el trabajo del Lideproj está centrado en los crímenes de lesa humanidad, frente a esas constataciones se inició una investigación sobre antecedentes, que dio como resultado registros anteriores consignados en su momento por una persona de apellido Viana, que fue el primer graduado de arqueología en la Universidad Nacional de Jujuy. “En la década de 1990, Viana ya registra ese sector de Alto Padilla como sitio arqueológico, y dice que en 1973 ya había conocimiento de ese sitio”, reveló Fernández.
El Lideproj hizo entonces la denuncia correspondiente ante el juzgado federal y ante la Dirección de Patrimonio provincial. Este último organismo conformó entonces un nuevo equipo para estudiar de manera específica los hallazgo, que está a cargo del arqueólogo José María Vaquer, investigador del Conicet.
El pucara de Alto Padilla
Consultado por El Submarino Radio, Vaquer relató que empezaron a trabajar en marzo pasado. “Lo primero fue buscar qué se sabe, qué se publicó o lo que otros colegas han trabajado en la zona”, detalló. “La verdad es que hay muy poca información previa, lo cual también es bastante llamativo, pero supongo que tendrá que ver con que fue un terreno del Ejército y el acceso estaba bastante limitado”, comentó el arqueólogo.
En estas primeras semanas, comenzaron a relevar “toda la terraza y los faldeos de los costados”, concluyendo que se trata de “un sitio extenso y complejo”, explicó Vaquer.
El trabajo, en esta etapa, consiste en caminar el sector para poder confeccionar el plano del sitio. “Vimos que a nivel arquitectónico tiene una organización octogonal, con muros que definen espacios con otros muros que los cortan a 90 grados, una característica bien típica de los sitios incaicos”, describió el arqueólogo.
“Los incas tenían una arquitectura muy relacionada con su cosmovisión -continuó-. La mayoría de sus asentamientos están organizados en función de una serie de principios simbólicos que reproducen en las provincias del imperio un mismo esquema, que tiene que ver con la organización espacial del Cusco”.
De todos modos, existe la presunción de que podría haber vestigios de construcciones preincaicas. Si bien es prematuro establecer la época a la que corresponden los hallazgos, Vaquer comentó que podría ser previo a los incas, de alrededor del año 1200 dC, “un momento que se llama período de desarrollos regionales tardíos, que es bastante conocido sobre todo en la Quebrada y la Puna porque tiene asentamientos fortificados llamados pucaras”.
Hay dos elementos que indicarían que en Alto Padilla había un pucara: los restos de una muralla perimetral, que indican que se trató de un sitio defendido, y la ubicación estratégica. “Desde esa terraza se puede controlar visualmente todo el fondo del valle del Río Grande, la bajada de la Quebrada de Humahuaca y el costado por el Río Chico”, detalló Vaquer.
La hipótesis es que fue un sitio construido por los habitantes originarios del valle de Jujuy alrededor del año 1200 y que en algún momento, con la llegada de los incas, a partir del año 1430, las poblaciones locales establecieron algún tipo de vínculo con los incas y el sitio fue reformado y reconstruido en función de los principios simbólicos incaicos.
La importancia de la preservación
“Como investigadores, en nuestro primer informe a la provincia y a la justicia federal hablamos de la importancia de no sólo preservar el lugar sino que también se tomen los recaudos necesarios para que se puedan llevar adelante las investigaciones, dado que hay distintos períodos y distintas complejidades”, indicó Fernández.
El antropólogo destacó la importancia de reflexionar sobre el valor que puede tener el sector que está bajo estudio. “Alto Padilla es un sitio bastante grande, de 33 hectáreas. Parte del registro es precolombino. Pero también es muy posible, y vale la pena recordarlo en este 19 de abril, cuando se conmemora la fundación de San Salvador de Jujuy de 1593, la de Argañaraz y Murguía. Porque sabemos que hubo dos fundaciones anteriores que fracasaron, digamos. Entonces, si esta es la tercera fundación, y la historia nos cuenta que hubo dos anteriores que no sabemos con exactitud dónde estuvieron, no sería descartable que también en Alto Padilla haya habido algún intento de fundación de la ciudad, porque se trata de un lugar altamente estratégico”.
Alto Padilla, por lo tanto, resulta un punto clave en el que confluyen tres situaciones históricas fundamentales. En primer lugar, la existencia de un sitio arqueológico muy posiblemente de factura preincaica y también incaica. Además, un sector que puede ser estudiado para conocer el pasado colonial de Jujuy y las primeras fundaciones de la ciudad. Y finalmente, el pasado reciente vinculado con las prácticas del terrorismo de Estado en la provincia.
“Para nosotros el tema de la dictadura es central, es el que estamos trabajando y no vamos a dejar de hacerlo”, afirmó Fernández.
La aclaración es válida puesto que el gobierno provincial tiene el proyecto de construir allí la Ciudad Judicial. En este sentido, hay un cierto malestar porque el Ejecutivo parece valorar con más énfasis los hallazgos arqueológicos. “Nosotros también los reivindicamos, pero creemos que el sitio también es importante por la investigación que estamos haciendo, para acercar reflexión a la ciudadanía y sobre todo veracidad a las víctimas y familiares, que están sufriendo y reclamando desde hace mucho tiempo”, señaló el antropólogo.
“Las personas de bien tendrían que interesarse, preguntar y hacerle preguntas a este y a cualquier gobierno sobre qué pasa con el pasado remoto y con el pasado reciente, porque todo eso tiene que ver con nuestro presente”, propuso Fernández, y completó: “No estamos hablando de extraterrestres. Hay una línea temporal que nos une”.