Se suman en Volcán los reclamos por las promesas incumplidas 

Los Cachullani son muchos. El matrimonio de Luis y Silvia, dos hijas y tres hijos, y cuatro nietos. Todos trabajaban en la panadería de Volcán, quizás el comercio más antiguo del pueblo. Y seguirían haciéndolo, si no fuera porque el alud del 10 de enero les llevó todo y todavía no lograron arrancar.

Es que las promesas del gobierno no se cumplieron. Les entregaron máquinas pero no tienen dónde instalarlas, y además son pequeñas para el volumen de pan que venían elaborando.

Todos vivían en la panadería. Ahora se las arreglan como pueden en dos containers, esos cubos de metal llamados “casas transitorias”.

Jimena, una de las hijas, contó a El Submarino Radio (91.5) que cuando el gobierno hizo el relevamiento, los funcionarios no les creyeron que todos vivían ahí. “Ellos dijeron que no podíamos vivir tantas personas en un galpón, porque dijeron que era un galpón”, relató.

No era un galpón. Era la histórica panadería, con su viejo horno que construyó el bisabuelo de Jimena. Y allí vivían los once, porque los once trabajaban y colaboraban con el negocio familiar. “No dejaron que les demostremos que cada uno tenía su cocina, su heladera, los invitamos para que vean nuestra situación, pero no fueron”, repasó Jimena.

Así es como, a pesar de la insistencia de la familia, el gobierno calculó a los Cachullani como cuatro personas y les destinó dos “casas transitorias”, como llaman a los containers ubicados a la vera del Río Grande, lejos de las miradas de los que pasan por la ruta.

“Vivimos seis en uno y cinco en otro. Es un poco complicado porque son casillas muy chicas, pero nos la rebuscamos. El tema son los baños, que son compartidos. Y las duchas también. Hay un baño y una ducha por cada tres o cuatro familias”, describió.

Pero no solo se trata de recuperar la casa o tener un lugar donde vivir, sino que además la panadería era el sustento principal de toda la familia. Ahora la están peleando, como tantos otros vecinos de Volcán.

La panadería está destruida. Algunas de las máquinas que tenían se partieron, se les rompió el motor. Y como los primeros 45 días no los dejaron entrar, el barro se fue comiendo lo poco que había quedado. Para volver a elaborar el pan necesitan no solo un espacio físico sino además las máquinas. El Ministerio de Producción les dio una sobadora que puede sobar un kilo de masa, un horno pizzero, cinco bandejas y un mostrador. Pero Jimena explica que eso no alcanza para hacer la cantidad de pan que hacían.

-¿De qué están viviendo?

-La panadería no funciona desde el 10 de enero, así que por ahora vivimos de las donaciones, de mercadería que nos dieron y de la ayuda de amigos y familiares. Nos dijeron desde el ministerio que ya nos llamaban, que esperemos. Dos de mis hermanos son jinetes, de siempre, entonces salen a hacer changas, a amansar caballos y cosas así. Yo soy técnica en Higiene y Seguridad. Salimos a buscar trabajo casi todos los días, pero por ahora no se consigue nada.

-¿La casa cómo quedó?

-Está totalmente tapada, el barro sigue, nunca sacaron el barro. Solo sacaron la parte de las calles. Mi casa está en la zona roja, entre Belgrano y Gurruchaga, en la esquina de la terminal. Está en la primera cuadra de la zona roja. Somos 45 casas y no pudimos construir nada. El único subsidio que nos dieron fueron 10 mil pesos en enero.

-¿Le querés decir algo al gobierno?

-Que cumplan lo que prometieron. Lo único que queremos es trabajar. Nos prometieron que nos iban a cambiar las máquinas chicas por unas más grandes, entonces que cumplan, y con eso podemos salir adelante solos. No queremos nada más. Nos sentimos muy abandonados. Aunque van a retarnos un poco por las cosas que salimos a hablar.

-¿Quiénes los van a retar?

-La gente del gobierno, del Ministerio de Desarrollo.

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