Convocan a una marcha en Humahuaca para pedir justicia por la muerte de una joven embarazada

Mirta Cruz tenía 26 años, era mamá de tres niños y cursaba un embarazo de cuatro meses de alto riesgo. Vivía en Humahuaca. El sábado por la noche la encontraron inconsciente en la casa de la familia de su pareja, fue atendida por el Same pero llegó al hospital sin vida. Su madre y su hermana convocan a una marcha para esta tarde a las 18 para reclamar por el esclarecimiento de su muerte. Mirta era víctima de violencia por parte de su pareja y también de su suegro. Hay cinco personas detenidas.

Mirta vivía en la casa de la familia de su pareja, de apellido Maine, aunque a menudo se iba a lo de su madre, sobre todo cuando no se sentía bien, tanto por su embarazo como por las situaciones de violencia de las que era víctima. Sus hijos, un varón de 8, y dos nenas de 5 y 2 años, fueron testigos de los maltratos y se lo contaron a su abuela, Romualda. Y ellos mismos sufrían castigos físicos por parte de los Maine.

«A mi hija la encontraron desmayada en la casa de Maine y llegó al hospital sin vida», relató la madre de Mirta. La joven había ido a la casa de su pareja el jueves a la tarde. «Le mandó el remis, pero yo le dije no vayas, no estás bien», señaló la mujer. Es que Mirta llevaba un embarazo de cuatro meses que había sido diagnosticado «de alto riesgo» por el médico, que le había indicado reposo y que solo se levantara de la cama para ir al baño.

Pero esa no era la única preocupación de R0mualda. Además, había antecedentes reiterados de violencia, tanto por parte de la pareja de Mirta como de su suegro. «Ella volvía a la casa de su mamá toda marcada, amoratada, y además sufría violencia psicológica, le decían india, negra…», relató a El Submarino Radio (91.5) Sara Domínguez, de Mujeres Autoconvocadas de Humahuaca.

El viernes temprano Romualda llamó a su hija para saber cómo estaba, pero la atendió la pareja, quien la dijo que Mirta había ido a llevar a los chicos a la escuela. «Por qué le mandás, andá vos, ella no tiene que andar», le dijo la mujer a su yerno.

«No se cuidó para nada, y el sábado a las 11 de la noche llegó la policía acá para decirnos que falleció», continuó Romualda.

El sábado había fiesta en la casa de los Maine. Estaban reunidos tras la celebración del Señor de Quillacas.

La ayudante del fiscal de Tilcara, María Eugenia Di Pietro, fue quien respondió el dolmingo a la mañana las pregundas de las Mujeres Autoconvocadas. «Nos comentó que la noche anterior había llegado un hombre a la comisaría diciendo que había una mujer muerta en su domicilio. Cuando llegan los policías, la familia no los deja entrar. Estaban todos en estado de ebriedad», detalló Domínguez.

Fue Di Pietro la que ordenó a la policía que ingresara. Los agentes encontraron a Mirta en la cama, con sus hijos, inconsciente. Llamaron al Same y los primeros controles mostraron que tenía pulso. Pero llegó al hospital sin vida. «La ayudante de fiscal dice que no tenía marcas visibles en el cuerpo, pero sí sangre en la boca y la nariz», describió Domínguez.

Una de las nenas de Mirta le contó a su abuela sobre la violencia que sufría Mirta por parte de los Maine.»Dice que el papá de Maine le pegó por la espalda y le metió una piña. El suegro. Y su papá, viendo que le estaban pegando, no dijo nada. Estaban todos tomando», contó Romualda.

Hace un tiempo Mirta había presentado una denuncia por violencia, pero finalmente se había reconciliado con su pareja. «La primera vez fue hace como tres años. Yo hablé con ella, me dijo ya no me pega, pero a lo mejor mentía porque le tenía miedo. Me dijo que estaba bien, que lo único era que tomaba. Pero ella se llevaba mal con su suegro, no quería vivir ahí. Pero él la llamaba para que vaya. Y cuando se sentía mal venía aquí», continuó la madre de Mirta.

«Yo quiero que haya justicia, saber qué le han hecho», dice Romualda. «Que paguen, porque siembre la maltrataron -agrega Daniela, hermana de Mirta-. Ella aparecía lastimada por el padre de él. Que se sepa la verdad. Son unos cobardes. Muchas personas veían cómo sufría ella».

Esta tarde, la familia de Mirta Cruz y Mujeres Autoconvocadas de Humahuaca llaman a concentrarse a las 17 en la casa de Romualda, en el Barrio La Merced, Av. Los Rosales, a una cuadra y media de la capilla. Desde allí marcharán hasta la Plaza San Martín, pidiendo justicia para Mirta.

«Nosotros estamos exigiendo los protocolos que se deben usar cuando ocurren hechos como estos. Lamentablemente, por los recortes presupuestarios parece que al gobierno no le importa el tema. La madre de Mirta contaba que cuando llamaron a la policía los niños estaban descalzos, llorando, desabrigados. Eran las once de la noche, en Humahuaca hace mucho frío, y sin embargo nunca los revisaron, no los vio un médico, ni nadie de la parte de salud», afirmó Sara Domínguez.

«Un nene contó que le dolía la cabeza porque el hombre que golpeó a la madre también lo mechoneó a él, lo agarró de los pelos y le pegó una patada; la otra nena tiene arañazos en el cuello. En un espacio donde están hombres todos ebrios peleándose, siempre los niños salen lastimados. Y no se ve ninguna contención para los niños», denunció.

 

El colectivo Mujeres Autoconvocadas de Humahuaca se organizó el año pasado, tras el femicidio de Teresa Gladys Condorí, una joven de 27 años asesinada el 20 de agosto, y por cuya muerte fueron detenidas en aquel momento seis personas vinculadas a la familia, incluida su expareja, Héctor Humana. Actualmente están todos libres.

El caso de Teresa fue muy similar al de Mirta. En un principio, su muerte fue interpretada como un suicidio, pero luego las pericias determinaron que presentaba golpes en su cuerpo, de vieja y actual data. Finalmente, la autopsia demostró que tenía el hígado y el bazo destruidos. La joven murió en una casa del barrio 2 Abril de la ciudad de Humahuaca, cuando junto a la familia de su expareja estaban celebrando el ritual de la pachamama. Era madre de dos niños, de 7 y 4 años, y según testimoniaron allegados suyos sufría violencia de género desde hacía mucho tiempo, y ese había sido el motivo de que se separara de su pareja, de apellido Humana.

«Nosotras tomamos más fuerza para denunciar y visibilizar el problema después de la muerte de Teresa. Lo más indignante en su caso es que estuvieron involucrados el hospital, la municipalidad y la policía. Porque Teresa trabajaba en el Hotel de Turismo, era empleada de la municipalidad, precarizada, y después la pasaron a Medio Ambiente. Todos conocían su situación de violencia. Cuando ella llega al hospital, dijeron que era un suicidio, que se había ahorcado, y en ese momento el médico de guardia firma un certificado de defunción que dice asfixia por ahorcamiento, suicidio. Y sin hablar con los familiares directos se lo da al suegro de ella. Después el fiscal no deja que la madre de Teresa vea el cuerpo. Ahí es cuando nos avisan a nosotras», repasó Domínguez.

-¿Qué pasó con los detenidos?

-Todos están libres. Creo que hay uno solo acusado de golpearla, pero en la muerte de Teresa todos tienen participación, el suegro, el hermano, el médico que da un certificado falso. Tenían todo listo para enterrarla sin hablar antes con la madre, se pasaron por alto todos los sistema legales. Todos sabían la violencia de género que sufría, los golpes le daban el marido y la familia de él. Sabían que Teresa no se había suicidado.

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