Por Martín Granovsky, en Página/12. Ya es un estilo: el Presidente Mauricio Macri usa las fechas de todos para adoctrinar partidariamente a los chicos y hacer campaña. Esta vez les tocó a niños y niñas convocados al Club El Ciclón, en el sur de Rosario. Fueron usados de público forzoso por un presidente que los arengó. Mauricio Macri no les habló de Manuel Belgrano a 199 años de su muerte sino de dos personajes de la actualidad: Hugo y Pablo Moyano. El Presidente también omitió recordar el izamiento de la primera bandera por parte de Belgrano cerca de la actual Rosario y dejó de lado el mensaje que Belgrano dio a las tropas el 27 de febrero de 1812. “Juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad”, dijo. Y pidió (Belgrano, no Macri): “En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!”
Sin pruebas, Macri (no Belgrano) incluyó a los dirigentes del sindicato de camioneros como miembros de una supuesta mafia, que afectaría no solo los precios de la logística sino estaría poniendo en peligro la existencia de las pymes. Es una visión original y poco compartida socialmente. Marcelo Fernández, presidente de la Confederación General Empresaria de la República Argentina y uno de los principales representantes del sector Pyme, acaba de señalar en La Rioja sobre el problema de la invasión de importaciones: “Competimos con otros países, tenemos uno de los costos más altos de energía y no solamente necesitaríamos un costo laboral menor, sino que necesitaríamos menos precios en las tasas y menos tasas de interés en los préstamos para ser competitivos”.
No es la primera vez que un funcionario del Gobierno se refiere a integrantes del mundo laboral como “mafias”. Macri en persona lo viene haciendo desde su asunción cada vez que habla de la Justicia laboral y de los abogados sindicales. A su vez la gobernadora María Eugenia Vidal también usa seguido la palabra “mafia” como un enemigo abstracto, quizás porque en la práctica alienta la actividad de la principal mafia provincial, la que está enquistada en la Bonaerense y se especializa en actividades turbias y masacres de las que Vidal busca alejar su nombre para que la sangre no la salpique.
La predilección de Macri por el adoctrinamiento de chicos no es nueva. La ensayó con gran escándalo en el primer 20 de junio al que asistió en Rosario como Presidente, el de 2016. En el Monumento a la Bandera y ante miles de nenes y nenas de escuela primaria llevados a la rastra el Presidente cerró así su discurso: “Porque como dicen en el campo, juntos se va más lejos”. Se entusiasmó y alza la voz: “¡Claro que se puede, claro que se puede!”. Ya más entusiasmado, quiso lograr el diálogo con los chicos. “¡No escucho!”, exclamó el Presidente mirando a los chicos. “¡Claro que se puede!” Hizo una pausa. Del otro lado se escuchaba solo un murmullo. Y los chicos, pobres, que siempre se entusiasman si los dejan liberarse un rato, entraron sin saberlo en una situación humillante. Gritaron, siguiendo el juego que les proponía un señor mayor: “¡Sí, se puede, sí, se puede!”.
Tres años después de aquel acto en el Monumento a la Bandera, Macri reincidió. Su perorata duró siete minutos en los que se jactó de que el Gobierno trabaja dentro “del camino correcto”. Agregó: “Estamos trabajando con firmeza, que es el camino correcto. Y que esté costando más, que lleve más tiempo, no significa que no lo estemos haciendo. Significa que vamos en serio, que esto es a conciencia y que por primera vez en décadas estamos haciendo lo que había que hacer. Estamos diciendo ‘esto sí, esto no’. Eso sí queremos para nuestros hijos. Esto de volver al pasado no es lo que nos sirve para el futuro. Y además decimos que no queremos más ocultamientos, mentiras, ejercicio patotero y prepotente del poder».