Cerca de 600.000 personas participaron de la misa campal que encabezó el papa Francisco, en su segundo día en Ecuador, en un clima donde la alegría de ver al pontífice lucharon contra el intenso calor en el Parque de los Samanes.
Los 33 grados, que se sintieron más fuerte por la humedad de la ciudad balnearia, redujeron la expectativa de cantidad de fieles, pero no impidieron a muchos de ellos acampar en el lugar desde que se habilitó el ingreso, ayer al mediodía, en la búsqueda de un espacio lo más cercano posible al templete en el que el Santo Padre encabezó la homilía: un escenario blanco y amarillo (los colores del Vaticano) con una cruz en el medio del techo.
A las 12.40 de Ecuador, y en momentos en que los bomberos tiraban agua a los asistentes, el Santo Padre inició la misa dedicada a la familia, a la que calificó como “una escuela donde la oración recuerda que hay un rostro, que hay un prójimo patente: vive bajo el mismo techo, comparte la vida y está necesitado”.
“La familia es el hospital más cercano, la primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos”, dijo, y explicó que el núcleo familiar “constituye la gran ´riqueza social´ que otras instituciones no pueden sustituir”.
Aún durante el mensaje de Francisco, muchos feligreses ingresaron a último minuto al parque por alguna de las nueve entradas habilitadas a lo largo de una ancha avenida en la que se montó un cerco perimetral, resguardado por una importante cantidad de policías (4.700 según indicó el gobierno ecuatoriano).