Este sábado se cumplió un año de la sentencia en el primer juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en Jujuy durante la última dictadura. En la sala Macedonio Graz de la Justicia Federal, que se llenó, el Tribunal Oral Federal de Jujuy cerró ese viernes la etapa de debate y luego de más de tres horas dio lectura a la sentencia: Rafael Braga y José Bulgheroni recibieron prisión perpetua y Antonio Vargas, 25 años de cárcel.
Ese primer juicio, que comenzó el 12 de julio de 2012, reunió cinco causas, cuatro de ellas acumuladas: Julio Rolando Álvarez García, Luis Aredez y otros, Avelino Bazán y otros, Paulino Galeán y otros y Reynaldo Aragón y otros. En total, se ventiló el calvario y el destino de 43 víctimas, de las cuales Avelino Bazán, Luis Aredez, Rolando Álvarez García, Rosa Santos Mamaní, Dante Robinson Torres y Narciso Santiesteban se encuentran desaparecidos.
Bulgheroni y Braga eran oficiales de inteligencia del Área 323 dedicada a la represión durante la dictadura cívico militar, y Vargas se desempañaba como interventor del Servicio Penitenciario de Jujuy, en el penal del Barrio Gorriti, donde funcionó un centro clandestino de detención.
Braga fue condenado a la pena de prisión perpetua por ser coautor penalmente responsable de los delitos de privación ilegítima de la libertad y homicidio doblemente calificado en perjuicio de Julio Rolando Álvarez García.
Bulgheroni fue condenado a prisión perpetua por ser partícipe necesario del delito de privación ilegal de la libertad agravada en la causa Galeán, en perjuicio de Santiago José Abán; José Nemecio Flores; Remigio Ángel Guerra; Pablo Roberto Lacsi, Rosa Santos Mamaní; Pedro Pablo Ramos y Santiago Ramos y trres hechos en la causa Aragón, en perjuicio de Patricio Vidal Lazarte; Dante Robinson Torres y Narciso Santiesteban. También, por ser coautor de los delitos de tormentos agravados, por tratarse de un perseguido político, y homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas, en perjuicio de Rosa Santos Mamaní; todo en concurso real.
Vargas recibió la pena de 25 años de prisión e inhabilitación absoluta por 25 hechos en la causa Bazán, pero también en las causas Aragón y Aredez.
Ese 3 de mayo, al mediodía, miles de personas, bajo un fuerte sol, se congregaron en la calle para escuchar la sentencia, mientras un centenar esperaba en la sala o en el patio contiguo. Desde temprano se movilizaron los organismos de derechos humanos en conjunto con la Organización Barrial Tupac Amaru, que apoyó la lucha desde el principio.
Cuando comenzó la audiencia, el silencio era sepulcral. Solo se oía la voz de la secretaria del Tribunal, Paola Sirena. Cuando leyó la primera condena, la sala tronó en un solo grito: “verdad y castigo a los culpables”.
Los delincuentes juzgados no habían tenido la valentía de asistir a las audiencias, y mucho menos la tuvieron al momento de conocer su condena. Seguramente porque allí, en la sala, sobrevolaban los espíritus rebeldes de los desaparecidos.
Vargas siguió las instancias del juicio desde el penal de Ezeiza, donde fue alojado por razones de salud. Braga y Bulgheroni, en cambio, estaban en Jujuy pero se quedaron en una habitación contigua a la sala Graz, cobardes para asumir lo que hicieron y mirar a la cara y hacerse cargo de lo que cometieron.
Tras la sentencia, los participantes de la sala salieron a marchar y celebrar con la multitud. No se trataba solo de festejar un fallo condenatorio, lo que ya era suficiente, sino que además nadie tenía duda de que empezaba en Jujuy el camino de la justicia.
Hoy, a un año, esa idea se reafirma, cuando estamos en la parte final del segundo juicio por los crímenes de lesa humanidad (en el que vuelve a ser juzgado Vargas), y se recuerda ese día como uno de esos momentos imborrables de la memoria colectiva de un sector de la sociedad que precisa más Memoria, Verdad y Justicia.
Quizás, cuando se cumpla el segundo aniversario de la primera sentencia, estemos cada vez más cerca de lo que hoy parece imposible: ver sentado en el banquillos de los acusados a Carlos Pedro Tadeo Balquier Estrogomou Gillón, y se haga la luz, no los apagones.