Las armas que compra el gobierno: los misiles antiaéreos del decreto secreto de Defensa

Por El Cohete a la Luna. En marzo del año pasado el portal El Destape y el programa de televisión Economía Política publicaron una lista de armamentos por dos mil millones de dólares cuya compra el gobierno de Cambiemos tramitaba en Estados Unidos. Vía Martín Lousteau, entonces embajador en Washington, el pedido de presupuesto completaba una negociación iniciada en Buenos Aires en 2016 durante la visita de Barack Obama. La fuente era una carta de Lousteau a un miembro de la subcomisión de Defensa de la Cámara de Diputados que aprueba la venta de armas de Estados Unidos, Peter Visclosky, quien había recibido a los diputados de Cambiemos Eduardo Amadeo y Luciano Laspina para analizar formas de cooperación que desarrollaran o mejoraran la capacidad argentina contra “flagelos globales como el terrorismo y la financiación del terrorismo, el tráfico de drogas y el crimen organizado”. En la información oficial del viaje, Amadeo y Laspina sólo habían asistido a la reunión conjunta del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.  Voceros oficiosos del gobierno negaron cualquier compra y dijeron que sólo habían solicitado una donación al Congreso. Parte de esa historia concluyó con un escándalo, una denuncia penal y la salida de Lousteau de la embajada.

Pero el jueves 15 de febrero, el presidente Mauricio Macri, el jefe de gabinete Marcos Peña y el Ministro de Defensa Oscar Aguad firmaron el decreto 125/18 sobre la adquisición de  material bélico que se declaró secreto “por razones de  Seguridad y Defensa Nacional“. Invoca la ley de Defensa Nacional y el empleo de las Fuerzas Armadas contra agresiones de origen externo y afirma que se dio prioridad a aquellos materiales “que potencien la capacidad disuasiva, favorezcan la normalización con los ya existentes a nivel conjunto y aporten nuevos desarrollos tecnológicos que posibiliten iniciar el proceso de reestablecimiento de la capacidad de Defensa Antiaérea de baja y muy baja cobertura”. Esto bastó para penetrar el secreto. La revista especializada Zona Militar anunció detrás del decreto la compra de una flota de misiles antiaéreos de corto alcance RBS 70 NG  de origen sueco, con uso constatado en la Guerra del Golfo, de altísima precisión y preparados contra “todos los objetivos”, “para cualquier situación de combate”. Y en este punto es necesario volver al comienzo: los RBS 70 también aparecían en los anexos de Lousteau con un número de ¡40! unidades pero bajo el nombre genérico en inglés de very short range system. Esa es una de las razones —hay otras— por las que los especialistas  creen que se trata del reingreso sigiloso de la lista de Lousteau.

El RBS 70 es un viejo misil conocido por la Armada Argentina. La Infantería de Marina es operadora del sistema desde sus primeras versiones de la década de 1980, según señala la revista Zona Militar. Según anticipan, el arma ahora será incorporada por el resto de las Fuerzas que parecen estar contentas porque, dicen, les permitirá “recuperar capacidades perdidas hace años”. En concreto, el SAAB RBS-70 NG es presentado allí como “un sistema de defensa aérea de guía láser y corto alcance que en su última versión incluye mejoras en sus sistemas optrónicos y de designación, sumando la integración de herramientas de comprobación informática, tanto para adiestramiento como para análisis de desempeño”. Traducido, la página oficial del misil explica más llanamente que es “preciso, confiable y flexible con capacidad de 24/7 para todos los objetivos,  se ha desarrollado para cualquier situación de combate”. Otras páginas lo muestran estallando en el aire como una bola de fuego infernal y temible con participaciones estelares en Medio Oriente.

Los misiles antiaéreos de la lista de Lousteau aparecen en un apartado de necesidades en el cuadro de Misiones de Paz. Lo curioso es que nadie sabe para qué Argentina necesitaría un misil de esas características en las misiones de paz. En lugares como Haití o Chipre la posición argentina no está ni el primer cordón de ataque, ni en el segundo de seguridad, sino en el tercero, atrás de todo y a cargo del servicio humanitario, es decir reparten sachet de agua a los soldados o atienden heridos. Como en ninguna de esas situaciones hace falta un misil antiaéreo, es posible que las cosas, entonces, estén cambiando.

La revista Zona Militar dice que la necesidad es urgente. Y ya no piensa en las misiones de paz: sino el G20. En noviembre se va a desarrollar en Argentina la Cumbre del G20 con sede en Buenos Aires.

“Cabe recordar que en diciembre pasado ya habíamos informado sobre la modificación del Presupuesto General de la Administración Nacional para el Ejercicio 2017 —señala el artículo— con el objeto de atender gastos operativos y de funcionamiento como así también los inherentes a la Campaña Antártica de Verano 2017-2018, la Cumbre del G20 planificada para el Ejercicio 2018″. El Decreto 1013/2017 ya mencionaba la intención de recuperar las ‘Capacidades de Defensa Antiaérea de las Fuerzas Armadas Sistema de Lanzadores de Misiles Portátiles de muy baja y baja cobertura’”, dice. También recuerda que las “tres Fuerzas estuvieron muy cerca de incorporar el sistema sueco Saab RBS-70NG, pero la adquisición se paralizó debido a cuestiones técnicas y de configuración final”, dice y quienes estuvieron años entrenándose para leer datos militares dicen que donde dice “cuestiones técnicas”, tal vez hay que leer los retrasos que provocó el escándalo de la difusión de las armas. “Con el calendario más que avanzado para la realización de la Cumbre del G20, se hace necesaria la recuperación de esta capacidad (hoy solo disponible en la Infantería de Marina y con ciertas limitaciones) para lo que será la defensa de punto y como último recurso dentro del paraguas de defensa aérea previsto para el evento”, agrega la publicación.

El decreto 125/18 que acaba de declarar el secreto de las compras de armas tiene una introducción con un párrafo que remite a un expediente del año pasado: 6/2017. Esta es la ruta que puede llegar a los listados de Lousteau. Los números de los expedientes se reinician desde cero cada año. Aquel 6/2017 indicaría que se trata de uno de los primeros expedientes del año 2017: enero, febrero o hasta marzo. Todavía estaba Lousteau. El escándalo de la compra de armas saltó en marzo de 2017. Pero los anexos difundidos no eran recientes: tenían fecha de junio de 2016. Y no eran una orden de compra sino un pedido de presupuesto. Para una de las personas que trabajó en el ministerio de Defensa durante años, lo que ocurrió posiblemente con ese listado es lo siguiente: en 2016 le ordenaron a Lousteau que pida un presupuesto de las armas. En 2017, generaron un número de expediente aprovechando el cambio del año y lo sacaron como un expediente de compra desde la Subsecretaría de Logística del Ministerio de Defensa. El expediente se filtró y comenzaron a tramitarlo como secreto por eso no trascendió más nada. Todo esto se sostendría por la correlación cronológica: los tiempos de la burocracia en los ministerios alentarían esa opción. Como sea, la presencia de los misiles antiaéreos de corta distancia aparecían en el Anexo del Ejército.

Los listados difundidos mostraban al país dispuesto a armarse hasta los dientes. En una nota de Juan Amorín, El Destape puso online los listados aún disponibles donde aparecían “poderosos aviones de caza, tanques de guerra, misiles de mediano y largo alcance y helicópteros similares a los utilizados en la guerra de Malvinas, por un costo total que supera largamente los 2 mil millones de dólares”. El pedido del Ejército, mencionaba “12 helicópteros de ataque Cobra AH1, utilizados por el ejército estadounidense durante la Guerra de Vietnam, la del Golfo y la del Líbano, unos 10 helicópteros modelo Chinook, utilizados en la guerra de Malvinas, otros 16 Black Hawk UH60, otro tipo de aeronave de transporte táctico, conocido mundialmente por su rol en la Guerra de Irak, y por último unos 26 helicópteros Bell 412”. Pero los datos eran alarmantes porque también mostraban la compra no solo de elementos de Defensa de dudoso destino, sino elementos destinados a la seguridad interior que en ningún caso debía estar comprando el Ministerio de Defensa para las Fuerzas Armadas. En la lista hay 60 tractores; 50 motocicletas, 81 cuatriciclos, radios, terminales de satélites y hasta estos tanques enormes con el genérico de infantry vehicle 8×8 en un número de 96.

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