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Norma Nora Birri de Vermeulen, Madre de la Plaza 25 de Mayo de Rosario (1930 – 2018)

“Hay que regar los recuerdos como a las flores, y para regarlos hay que mantener regularmente el contacto con los testigos del pasado, es decir, con los amigos. Son nuestro espejo, nuestra memoria”, Norma Nora Birri de Vermeulen.

En la noche de este sábado 5 de mayo, falleció en Rosario Norma Birri de Vermeulen, Madre de la Plaza 25 de Mayo. Norma fue una figura imprescindible del movimiento de derechos humanos, que hasta el último tiempo sostuvo con coraje y valentía las banderas de lucha por Memoria Verdad y Justicia.

Norma Nora Birri de Vermeulen, madre de Osvaldo Mario Vermeulen, militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) mientras estudiaba Ciencias Económicas en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Luego, ingresó a la Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP), dentro de la organización Montoneros, cuando trabajaba en el Banco de Intercambio Regional de Rosario. Osvaldo fue secuestrado el 1 de abril de 1977 en la vía pública en Rosario. Fue visto en el Centro Clandestino de Detención (CCD) que funcionaba en el Servicio de Informaciones de la Unidad Regional II de la Jefatura de Policía. Hasta la fecha, permanece desaparecido. Ese mismo día, una patota allanó el domicilio de Norma y secuestró a Gloria Martínez, la esposa de Osvaldo, que militaba en la misma organización y trabajaba en la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES). Gloria estuvo en el mismo CCD que Osvaldo, y el 3 de mayo de ese año salió en libertad.

Después del secuestro de Osvaldo, Norma presentó distintas denuncias junto a su esposo, Agustín Segundo Vermeulen. También hizo presentaciones ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) y en la Embajada de Bélgica. Una vez que volvió la democracia, declaró ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). A fines de 1977, conoció a Nelma Jalil quién le dio informaciones del secuestro de su hijo, y que se estaban reuniendo en la casa de una compañera, Lucrecia Martínez con otros activistas como Fidel Toniolli o Ángel Alba. Norma integró la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales entre 1977 y 1985. Desde 1988, formó parte de la organización Madres de la Plaza 25 de Mayo, de Rosario.

“Yo nací en el año 30. Vi muchos golpes de Estado; para mi generación era una rutina; yo creí que el del 76 era un golpe más», le contó Norma a Susana Rosano, para una entrevista que publicó el diario Clarín. «Mi cuñado me llevó a Coronda para ver si lo tenían preso; sonaba el teléfono y yo creía que era él, tocaban el timbre, y yo creía que era Osvaldo que volvía. El informe de la Conadep fue un verdadero shock; allí me enfermé: no tenía ganas ni de lavarme la cara. Había tenido esperanzas de que Osvaldo estuviera vivo. Mi marido nunca más volvió a hablar de él, ni siquiera lo nombraba. Cuando a mi casa llamaba alguna de las otras Madres, él me decía: «Te llamaron tus amigas». Y a mí me daba rabia, y le contestaba: «No son mis amigas».Sin embargo, él nunca me prohibió que me encontrara con ellas”. Antes de morir, en el 2010, Agustín pasó siete meses en un geriátrico, y Norma dice que una vez le reconoció a una psicóloga que había tenido dos hijos, y que a uno se lo habían llevado los militares. “Él era tan pero tan cerrado, que sólo le pudo contar a tres amigos sobre la desaparición de su hijo. Pero aunque nunca pudo volver a nombrar a Osvaldo, Agustín odió a los militares hasta sus últimos días. Muchas veces me digo: cuánto habrá sufrido, porque yo al menos el dolor me lo he podido ir sacando hacia afuera, y él no, él no lo podía hablar”.

Mi despedida a Norma Vermeulen

Por Sonia Tessa. Norma Vermeulen estaba siempre. Parecía eterna. Iba a las escuelas, participaba de las marchas, aún cuando cada vez le costara cada vez más llegar. Contaba la historia, siempre mirando con sus ojos transparentes hacia el futuro: convocaba a lxs más jóvenes. “Nosotras ya no vamos a estar, pero ustedes van a seguir con la lucha”, es una frase que repetía en los últimos años. Norma murió anoche, en los primeros minutos del domingo, después de una segunda internación en el sanatorio Parque. Su presencia es irremplazable, aunque ella se ocupó una y otra vez de sembrar el futuro.

Desde la asunción de Mauricio Macri, cada vez que era necesario movilizarse, era la Plaza 25 de Mayo el lugar elegido por el Espacio Juicio y Castigo para convocar alrededor de esa ronda que todos los jueves se realiza en Rosario en la plaza 25 de mayo. Y allí estaba ella, con sus palabras de aliento.

Norma tenía 88 años. Había nacido el 8 de enero de 1930. Nunca fue grandilocuente. Su lucha estaba hecha de palabras en tono de voz bajo, presencia constante y la claridad sobre lo importante en cada momento, esa que le dio haber persistido en la búsqueda de su hijo, Osvaldo Vermeulen, desaparecido desde el 1° de abril de 1977, a las 5 de la tarde. Siempre iba al comienzo y el final de los juicios por delitos de lesa humanidad.

La recuerdo nítidamente, esperando, como si fuera una más, en el patio de los Tribunales Federales, el día que declaró Gustavo Mechetti, el testigo que había visto a su hijo en el Servicio de Informaciones. “Hoy van a hablar de Osvaldo”, me dijo ansiosa cuando me acerqué a saludarla. Le tocó escuchar que su hijo tenía una herida de Itaka en el brazo y los represores no hicieron nada para asistirlo. Por el contrario, le hacían daño. Osvaldo se negó a firmar el traslado, porque sabía que lo matarían. Cuarenta y un años después de aquella tragedia que marcó sus vidas, ayer, en Casa Bassi, Gloria, la compañera de Osvaldo, y su hija, Paula, lloraban desconsoladas la muerte de Norma. “Fue mi compañera de tantos años”, decía Gloria.

Es que Norma se sumó a la lucha apenas desapareció su hijo. La represión ilegal en Rosario no sólo se llevó a Osvaldo. Una hora después del secuestro, los genocidas allanaron la casa de Norma y se llevaron a Gloria, que estuvo desaparecida 33 días, hasta el 3 de mayo de 1977. Y esa misma noche fueron a la casa del otro hijo de Norma, Jorge, a quien detuvieron ilegalmente por unas horas junto a Liliana, la esposa.

Norma empezó a buscar enseguida. Recibió mentiras de parte de la patota de Feced. Más tarde, se puso en contacto con la también inolvidable Nelma Jalil. Fueron juntas al lugar donde habían secuestrado a Osvaldo, en José Ingenieros y Mario Antelo, en el barrio Lisandro de la Torre. Allí, una vecina reconoció la foto y les contó lo sucedido. Ese encuentro era también el germen de las Madres de Plaza de Mayo de Rosario.

“Hay gente que se piensa que uno va a la Plaza a llorar, a lamentarse de cosas… Lo que menos hicimos nosotros es lamentarnos, porque vos te quedás… había dos opciones: o quedarte enferma a llorar, continuamente, continuamente, pensando y pensando, enfermarte; ¡o salir a luchar! Viste. Yo pienso que uno optó por lo mejor”, dijo Norma en una entrevista publicada en el libro “El viento sigue soplando, los orígenes de Madres de Plaza 25 de mayo de Rosario (1977-1985)”, de Marianela Scocco.

Así era Norma, para quienes la conocíamos, aunque fuera un poco. Ella no imponía, escuchaba y decía lo que pensaba. Lúcida y cálida. Como tantas veces en estos dos años, el 4 de mayo de 2017, fue la plaza 25 de mayo el lugar elegido en Rosario para repudiar el fallo del 2×1 que abría la puerta a la libertad de muchos represores. Norma estuvo allí, junto a Elsa “Chiche” Massa y Lila Forestello.

Sus palabras fueron faro, como acostumbraba. “Hoy estoy un poco bajoneada, pero sé que tenemos que seguir defendiendo a diario lo que conseguimos. Nosotras por razones de edad, hay momentos en que queremos bajar los brazos, decir hasta acá no más. Pero pensamos en las nuevas generaciones, en el presente y en el futuro, y en que no tengan que pasar lo que hemos sufrido nosotras. Que nunca más haya una dictadura. Que nunca más sea realmente nunca más”.

Cuesta pensar que no la veremos más. Cuesta pensar que ya no habrá anécdotas de Verónica Lezcano sobre la impaciencia de Norma para salir del sanatorio, o sobre las ganas de estar allá o acá. Norma es eterna, porque seguirá estando, aunque la tristeza de no volver a verla sea hoy infinita.

Ejemplo de lucha y dignidad

Por Corriente Nacional de la Militancia a la Madre de la Plaza 25 de Mayo. Nuestra querida Madre de Plaza 25 de Mayo de Rosario Norma Vermeulen vivirá por siempre en cada uno de nosotros y nosotras gracias a esos valores inclaudicables de lucha por un país con Memoria, Verdad y Justicia.

Su pañuelo, símbolo de la búsqueda de su hijo se convirtió en un icono de los derechos humanos y fue sin dudas una de las precursoras en enfrentarse a la feroz dictadura civica militar.

Su hijo Osvaldo Vermeulen fue secuestrado a los 23 años en un enfrentamiento donde fue herido y llevado al centro clandestino El Pozo, donde fue asesinado y desde entonces permanece desaparecido. Era estudiante de ciencias económicas, padre de una niña pequeña, militante de Montoneros y trabajaba en un banco.

Norma se sumó a la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas en reclamo de información de su paradero.

Hoy con el triste pesar por su fallecimiento la reivindicación se vuelve indispensable y el abrazo a sus familiares y amigos extensivo.

Compromiso con la memoria

Cuando se abrió el espacio de memoria en el ex Servicio de Informaciones (SI), ubicado en la esquina de San Lorenzo y Dorrego de Rosario, donde funcionó entre 1976 y 1980 el principal centro clandestino de detención (CCD) de la provincia de Santa Fe, Norma Vermeulen, agradeció emocionada por la apertura de un espacio de memoria en el lugar y recordó que «durante años estuvimos bregando por esto. Este lugar fue el primer centro clandestino que se recuperó, pero tuvieron que pasar varios años antes que se hiciera realidad esto».

«Por acá pasaron muchos de los que hoy están desaparecidos, más los que estuvieron detenidos, exiliados; muchísima gente pasó por este lugar, y era necesario que ocurriera esto para que las nuevas generaciones vean lo que fue este lugar, este sitio, que reconozcan lo que ha pasado, porque a veces uno lo cuenta y muchas veces la gente no cree que fue terrorífico», agregó.

El archivo Vermeulen

Con esmero y con la obsesión de una bibliotecaria fue armando un archivo sobre la represión ilegal con recortes de medios gráficos y otros documentos que colectara durante más de treinta años de su lucha contra la impunidad. Norma archivó y clasificó cada pedido, cada respuesta, cada presentación ante la Justicia o las autoridades de la época, en su larga búsqueda de verdad y justicia por la desaparición de su hijo Osvaldo (foto) y de todas las víctimas del terrorismo de Estado. También recordó que los grandes medios de comunicación de la ciudad “rara vez publicaban algún comunicado de tantos que dejábamos en las redacciones». Tiempo atrás tomó la decisión de donar este archivo que hoy integra el acervo patrimonial del Museo de la Memoria de Rosario.

Serás nuestra madre por siempre

Por Viviana Nardoni*. Cuarenta años son muchos en cualquier biografía, pocos en la historia de un país. Las pioneras, las grandes protagonistas de la gesta de los derechos humanos en Argentina, envejecen, se van. Fueron décadas de poner el cuerpo, la voz y sus sufridos pies en cuanta movilización las convocara.

Hoy nos dejó Norma Vermeulen,  una de nuestras madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario.

A pesar de su dolor transmitía alegría, energía, militancia cotidiana, atravesando obstáculos sin detener la marcha.

El colectivo de las Madres siempre ha sido el cimiento democrático de nuestra sociedad con su obstinada búsqueda de la justicia, con el debate digno sobre el pasado reciente, con la templanza y la autolimitación, con el intento permanente de hacer comprender a quienes no sabían escucharlas.

Norma y sus compañeras dieron a luz a miles de hijos que nacieron con la democracia cuando la dictadura les quitó los suyos.

Su pañuelo es mucho más que un símbolo universal por la Memoria, la Verdad y la Justicia, es un faro que nos guiará por la senda de búsqueda permanente de justicia en democracia.

Norma militó por todas y todos los que la dictadura cívico- militar desapareció y asesinó. Este año en el transcurso de la causa Feced III, que la justicia federal demoró más de un año, iba a testificar por primera vez en la causa por la desaparición de su hijo Osvaldo. Nada ni nadie reemplazará su testimonio, pero los archivos de su historia hilvanados con amor durante tantos años estarán en Tribunales para que su lucha esté presente.

Comprometernos a ser dignos hijos de esa madre es la tarea inexcusable para los que seguiremos adelante.

Querida Norma, serás nuestra madre por siempre.

De mapas, espejos y destinos

En el momento de remontarnos atrás, de volver a recorrer imaginariamente el mismo camino, nos damos cuenta que todo sigue vivo en alguna parte de nuestro cuerpo.

Los más temidos recuerdos siguen ahí, escondidos, y no podemos evitarlos. Todo sigue inquieto y cada momento vuelve a suceder, sigue sucediendo una y otra vez dentro nuestro. El relato se convierte entonces en un mapa.

Norma Vermeullen nos muestra ese mapa, ese recorrido que nos cuenta cuando un día, hace tiempo, las primeras madres comenzaban a encontrarse y mirar a los ojos del miedo. Norma nos cuenta de aquellas primeras reuniones junto con la organización Familiares, en alguna casa de la cortada Ricardone, y nos habla de su hijo Osvaldo Mario, de su militancia, del silencio que nunca le ganó, y de cómo cada jueves vuelve a la plaza para encontrarse con él.

Norma nos habla de la importancia de seguir nombrando a Osvaldo y nos regala unas palabras que encontró y guardó para nunca dejar de pronunciarlas… «Hay que regar los recuerdos como a las flores, y para regarlos hay que mantener regularmente el contacto con los testigos del pasado, es decir, con los amigos. Son nuestro espejo, nuestra memoria».

Dejen la memoria ahí, donde se olvida el olvido,
para que el verdugo sepa que adonde vaya lo sigo.
No importa que ya no esté, soy un silencio testigo.
Si soy recuerdo, recuerda.
No olvides que no hay olvido.
Cuando las madres pregunten qué fue de nuestro destino,
no se olviden de acordarse que aquí y ahí comienza el camino.
Su pañuelo, nuestra bandera. ¡Hasta la victoria Normita!

Adiós a Norma Vermeulen

Por: Carlos A. Solero**. Se apagó la vida de una luchadora social por la libertad y la justicia, ha muerto Norma Vermeulen, una de las Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario.

Las mujeres de pañuelo blanco que en los tenebrosos años de la dictadura cívico militar eclesial salieron a reclamar por sus hijas e hijos, por sus nietas y nietos detenidos desaparecidos, luchadoras y luchadores sociales secuestrados por el aparato del terrorismo de Estado y del capital o por las patotas de los siniestros grupos de tareas. Esas mujeres, una de las cuales fue Norma Vermeulen, enfrentaron con coraje todas las humillaciones, con dignidad todos los agravios y calumnias. No se detuvieron y no se detienen hasta presente habiendo transcurrido más de cuatro décadas de su larga marcha.

Esas marchas en la Plaza continúan siendo referencia ineludible de la resistencia popular contra la violencia institucional, contra los atropellos a las hijas e hijos del pueblo.

Si algo nos enseñaron estas mujeres de pañuelo blanco y nos siguen enseñando es que la única lucha que se pierde es la que no se libra o la que se abandona.

Compañera Norma Vermeulen, descansa en paz, sembraste semillas que germinan en cientos de jóvenes.

Norma Vermeulen, Madre de Plaza 25 de Mayo: ¡Presente, ahora y siempre!

*Directora del Museo de la Memoria de la Municipalidad de Rosario. 

**Miembro de la APDH. 

Publicado en Señales

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