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Sobre antologías, Carrizo y Baca: ‘Dime a quién validas y te diré quién eres’

Por Lola Castro Olivera. Es a partir de los hechos, de público conocimiento, la inconsulta antología “Ochentosos”, que me decido a narrar lo que sigue, para dar una voz desde nuestra generación (sub40).

En el año 2016, Daniel Burgos y Ezequiel Villarroel nos convocan a algunxs a armar una antología, a pedido de Alejandro Carrizo, para Cuadernos del Duende. La iniciativa surgió del mismo Carrizo, quien les manifestó “para el libro o edición número 100 de la editorial, armen una antología de su generación”.

Es así que nos convocan, entre otrxs, a Laura Fernández, Andrea Gutiérrez, Agustín Guerrero, Elizabeth Soto, Fabián Mamaní y a mí, a presentarles algunos poemas y ver la línea estética entre todxs.

La cuestión comenzó a tensarse cuando Ezequiel y Daniel nos comunican que el editor pretendía titularla “Los tomasopa”. Nos reunimos, y recuerdo decir que no iba a integrar una antología con ese nombre. La explicación era que Carrizo citaba a poetas más jóvenes para revisar o tallerear sus poemas y les invitaba una sopa. Pero hete aquí, que la mayoría de nosotrxs nunca habíamos acudido a sus talleres o a su casa. De los presentes, que recuerde, ningunx acudió como tallerista, y Ezequiel, Seba Ibáñez lo visitaron en su casa, juntos, una vez.

Y no es que negáramos nuestras referencias y el maravilloso diálogo intergeneracional: es que Carrizo no fue ni es mi referente. En el contexto de mi regreso a Jujuy -y luego de tener como referencias a Javier Adúriz e Inés Manzano, en CABA- visitaba el taller de poesía de Ernesto Aguirre, en la sede de la Alvear de ATE. En ese taller conocí a Burgos, a Villarroel, a César Colmenares, Sebastián Ibáñez y también acudía mi compañero de trabajo de aquellos años, Emilio Témer. Otros rondaban, entraban y salían.

Ernesto nos advirtió, en varias ocasiones, sobre sus desencuentros con Carrizo. Nos reíamos: quizás, lo minimizábamos.

Al oponerme a la titulación de aquel libro, encontrando apoyo grupal y manifestando que me parecía una bardeada, la solución fue: elijamos un título nosotrxs.

Así, buscando, apareció «Corrosivo». Y en esa lógica de consenso y participación, quedó ese título. Un poco por la capacidad corrosiva del lenguaje y otro poco por el desgaste al que sometemos al lenguaje al escribir poesía. Quizás, otro poco también, por una sensación de mundo oxidado.

Como decía, quedó. Y evidentemente la desobediencia hizo que, en el prólogo, Carrizo tuviera el impulso, supongo irrefrenable, de bardearnos. Dato de color: Carrizo mandaba, a Burgos y Villarroel, galeras del libro. Pero nunca mandó ni mencionó el prólogo. Hizo trabajar a ambos, gratis, para después, en la presentación mentir y dar a conocer un texto que nos insulta.

Como si además nos conociera. Al menos yo, lo he visto dos veces en mi vida, y jamás tuvimos ningún intercambio. No pudiendo herirnos con el título, en el prólogo estigmatiza a nuestra generación y nos ningunea: que somos invisibles para la sociedad, que andamos sufrientes y ensimismados, avergonzados, consternados. Que construimos desde los textos un vacío, que no sabemos lo que queremos, pero lo queremos ya (ay, Luca). Que habitamos en la soledad de «habitación de hogar paterno». Nenes de papá.

Hacia el final, intenta remedar, con un gesto exagerado, sus párrafos insultantes.

A la presentación fuimos algunxs, y estábamos BIEN palomas. Nos fuimos enojando mientras él leía el prólogo. Y la patadita inicial para el desmayo fue: “ellos me tocaron la puerta, vinieron a pedirme que los edite, y considero que hay que estar”. Qué mentiroso, pensé, y lo miré. Qué increíble.

Lo único que me llevó a callarme, en su momento, fue no darle ni rédito ni promoción a un libro que me usa para existir y me ningunea en su prólogo. Pero a quienes me conocen, les conté.

Sobre todo, lo que me ofendió fue el desconocimiento de las proveniencias de quienes integramos «Corrosivo». No me constan todos los orígenes, pero tomando como referencia al menos tres casos de lxs antologadxs, somos una generación muy golpeada en los 90, con padres que quedaron desempleados y que, a partir del 2001, algunos de nosotrxs empezamos a involucrarnos en distintas fracciones o eventos políticos.

No tenía por qué saberlo, pero tampoco tiene por qué inferir totalmente lo contrario, para decir que estamos “aislados del escenario actual”. Lo que sorprende, además, de todo esto es que alguien se quiera constituir (auto-constituir) en referente para una generación, pero sin vincularse.

Creo que un editor de oficio debe amar un poco más a los escritores. Y ahora sumo este caso de edición inconsulta, donde constan desaparecidxs y muertos. (Ojo: nadie, en lo que leí sobre ochentosos, pide censura. La discusión no es si Carrizo debe o no debe publicar a Baca. La discusión es si puede, o no, publicar autores sin consultarles o avisarles).

Párrafo aparte para Pablo Baca. Quien, claramente, se quiere convertir en un productor de obras donde él figure. El video de Coroico, donde él aparece en casi todas las escenas, abrazado con otros, en una escenificación de guitarreada, es prueba de que no apuesta: redobla.

Dato de color: hace poco me llamaron para hacer una voz en un videoclip, recitando una copla. Así como corregir libros, tallerear poemas, me encanta trabajar con la voz. En medio de las negociaciones, pregunté de quién era la letra (aún no había salido el video). No me respondían. Averigüé, era de Pablo Baca. Me bajé.

¿No les parece indigno buscar congraciarse, rodeándose de artistas validados y queridos/as, algunxs que incluso gritan y marchan y organizan eventos para la liberación de Milagro, pero sin avisarles?

Es usarte, sin más. Un uso de ciertas capas de la cultura, de otros sectores más vulneradxs, para reivindicarse, impunemente. De hecho, sabiendo que sabemos que desde su autovotación para ser juez; varios y varias comenzamos a observar su desenmascaramiento.

Y otro punto es que miente, al verse expuesto: una cosa es que un fiscal pida tu absolución; otra, que el juez te absuelva. Sabemos (y él con más razón) cómo funcionan los resortes de la (in) justicia jujeña.

En fin, dirán, lo sé: “no me fijo en sus definiciones políticas o en sus causas penales, o de violencia sexual: eso compete a la justicia. Yo sólo miro la literatura…”

Dime a quién validas, y te diré quién eres.

Escritores jujeños rechazan su inclusión en una antología en la que figura Pablo Baca 

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