Una cárcel italiana.

Crisis en las cárceles: La situación en todo el mundo, país por país

Por Raúl Kollmann, en Página/12.La ofensiva mediática sobre la crisis carcelaria que plantea el coronavirus, llevada al paroxismo por las delirantes conclusiones de una senadora de Juntos por el Cambio, intenta instalar la absurda idea de que en Argentina hay un plan que busca «liberar a los presos» con ocultos fines políticos. Una mirada a lo que ocurre en los demás países demuele esa mirada.

En los últimos 20 días, a raíz de la pandemia, se produjo una oleada mundial de morigeración de las penas de los presos. Un solo estado norteamericano, California, mandó a sus casas a 3500 internos, pero las cifras son impresionantes en todos los países.

Las razones son tres. La primera, es que la cárcel es lo opuesto al aislamiento y mueren los presos. Pero no sólo los presos. Sino también los penitenciarios, los médicos, enfermeros y una parte del personal de los penales. La segunda razón es que este último hecho provoca un tremendo ausentismo del personal. En Escocia, el lunes falta el 25 por ciento de los penitenciarios. De manera que se está previniendo el hecho concreto de que no haya quien cuide y controle a los internos. La tercera razón es el contagio. No únicamente hacia adentro de la cárcel sino hacia afuera. Chicago definió que el penal Cook Jail, que tiene 355 infectados, es el principal foco de la ciudad. La prisión Marion, en Ohio, tiene el récord, seguramente mundial: 1800 internos contagiados.

Y eso no queda encerrado en los muros. Aunque la mayoría de la gente no lo sepa, son muchísimas las personas, obviamente no los presos, que entran y salen cada día de un penal y lo mantienen en estrecho contacto con el mundo que lo rodea.

Los números en algunos países son impactantes: Irán puso en libertad a 85.000 prisioneros, una cifra descomunal. Turquía mandó a sus casas a 45.000. En Indonesia, a 30.000.

En Brasil, el cálculo más restrictivo es que salieron de los penales unos 30.000 presos. Algunos dicen que ya está en su domicilio el doble de esa cifra.

Francia, hasta el 13 de abril, había liberado a 9923 detenidos, según los datos oficiales de la Asamblea Nacional, publicados por el diario Nice-Matin. Desde el 13 hasta hoy, la cifra superó largamente los 10.000.

En el Reino Unido, el sistema federal tiene 84.000 presos, y ya salieron 4000, dice la BBC en un informe publicado el 4 de abril; es decir que hoy el número es muy superior. El mismo medio dice que aproximadamente 2000 presos están infectados y el cuello de botella son los penitenciarios: el ausentismo es masivo, incluyendo el 25 por ciento de faltazos en Escocia.

En Estados Unidos, el país con mayor cantidad de presos del planeta –2.300.000 entre federales y estaduales–, no sólo California mandó a sus casas a 3500 internos, dato publicado por el diario The Guardian, de Londres. El gobernador de Nueva York ordenó la domiciliaria para 1100 presos. La cadena de derecha Fox calculó hace casi un mes, que la cifra de liberados, superaba los 16.000.

El procurador William Barr libró la orden de que salgan de las prisiones federales los detenidos de más de 60 años, unos 10.000. Incluso Donald Trump estuvo por firmar una instrucción de que se otorgue la libertad condicional a todos los que hubieran cumplido la mitad de la pena. El presidente al final no firmó esa norma.

El verdadero cálculo hoy en día es que están en sus casas el 20 por ciento de todos los que estaban en penales y el The New York Times estimó que Estados Unidos tiene en este momento la menor cantidad de presos desde la Segunda Guerra Mundial.

En México –según un cable de Reuters– se dictó una amnistía que benefició a 6200 presos, la mayoría excarcelados con pulseras electrónicas. A una parte no se le permite salir todavía porque se está verificando si están infectados. En el total se incluyen 200 mujeres que están presas por abortar.

«Hoy promulgamos la ley de indulto general conmutativo, que conmuta o sustituye la privación de libertad en los establecimientos penitenciarios de 1700 personas por reclusión total en los domicilios». El comunicado oficial del 16 de abril lleva la firma de Sebastián Piñera, presidente de Chile.

Mediante el decreto número 546 del presidente Iván Duque, se dictó la prisión domiciliaria de unos 4000 presos en Colombia.

Un solo estado alemán, Westphalia, liberó a 1000 presos. Y España envió a prisión domiciliaria a todos los detenidos llamados de tercer grado, o sea que tenían ya salidas transitorias y están en la última etapa de su condena. En total, cerca de 8000.

Es fácil observar que todas estas medidas fueron tomadas por gobiernos de distintos colores, presidentes de derecha, de ultraderecha, progresistas, de centro, islamicos, cátólicos, anglicanos o poco creyentes.

Tampoco parece probable que junto con el coronavirus se haya desarrollado una epidemia de piedad o amor al prójimo. La explicación es que tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la titular de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, coincidieron en que las cárceles son una catástrofe potencial, por el peligro de contagios dentro de los establecimientos, dado que no hay marco para distanciamiento alguno; peligros de infecciones hacia afuera porque los penitenciarios, médicos, cocineros, empleados entran y salen; porque el hacinamiento y el temor provocan motines en todas las latitudes y porque hay una multitud de internos que no representan peligro, incluso con la ayuda que hoy se encuentra en la tecnología y en los dispositivos como pulseras y tobilleras.

Hay un mito de que un preso puede romper o librarse de esos mecanismos electrónicos. La realidad es que ocurre en menos del uno por mil de los casos: son muy pocos los exdetenidos que arriesgan el beneficio de estar en su casa en lugar de cursar la detención en el infierno de la cárcel.

Este panorama mundial es el que explica el diálogo de este lunes del presidente Alberto Fernández en Radio con Vos justamente sobre este tema : «No es un problema solo de la Argentina –argumentó Fernández–. Hablemos con seriedad. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos resaltó que los estados debemos atender la salud de los que están presos y ahí recomiendan la prisión domiciliaria o las pulseras electrónicas. El mundo entero aborda este problema».

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