Unos cincuenta trabajadores golondrina de Monterrico que habían regresado a Jujuy desde Mendoza terminaron este miércoles la cuarentena obligatoria de dos semanas en un hotel del centro de San Salvador. Se trata de uno de los numerosos contingentes que se trasladan varios meses a otros puntos del país para laborar en el campo, una actividad a la que se dedican muchas más personas de las que se conocen, por la falta de registros.
Antonia Gaspar, una de ellos, relató a El Submarino Radio (FM Conectar 91.5) que durante la estadía en el hotel no podían abandonar las habitaciones y que recibían la comida, aunque «algunos tuvieron que comprar porque no alcanzaba».
Este grupo está integrado por residentes en Monterrico. Para regresar de Mendoza pagaron su boleto con normalidad, y al llegar a Jujuy los llevaron directamente al hotel desde Pampa Blanca, con custodia.
«Al principio fue difícil, estábamos re tristes y con un poco de bronca. Yo estoy con mi hijo. Pero está bien, no pasamos mucho sufimiento, como otros que todavía están allá. Algunas partes fueron feas, sobre todo para los chicos. Luego fuimos aceptando la situación, por el bien de todos y de nosotros. Ahora ya cumplimos los 14 días y estamos contentos porque vamos camino a casa», dijo Antonia.
Precariedad
Las medidas que tomó el gobierno provincial en el marco de la prevención del coronavirus pusieron en escena una problemática que suele estar invisibilizada: la de los trabajadores golondrina que deben abandonar sus hogares por varios meses «porque acá en Jujuy no hay trabajo todo el año», explicó Gaspar.
«Así que tenemos que migrar para traer el sustento para el invierno», contó, y agregó: «Casi todo Jujuy viaja para allá a buscar trabajo».
La magnitud de esta actividad es difícil de mensurar, por la falta de registros oficiales y el alto grado de informalidad.
«Algunos ya tenemos trabajo, porque vamos hace varios años y ya nos conocen. De hecho el patrón nos llama para que vayamos. Otros van por primera vez, para conocer. Hay chicos jóvenes, gente mayor, de todas las edades», relató.
El trabajo en el campo consiste en la cosecha de aceituna, uva, cebolla, papa, verduras en general. Y fruta. En las quintas donde se instalan en los meses de verano, las condiciones son dispares. Según describió Antonia Gaspar, en algunas fincas les dan «casa y colchón, te llevan y te vuelven a traer». «Pero en otras no, a veces la casa es muy precaria», agregó.
«Es muy precario todo. No es lindo -continuó-. Pero bueno, qué se va a hacer».
Claro que la precariedad es, ante todo, laboral. «Estamos blanqueados por 3 o 4 meses, y por eso no recibimos ninguna ayuda, porque el gobierno piensa que estamos cubiertos. Pero no tenemos jubilación ni nada», explicó Gaspar, y completó: «No tenemos derecho a nada de eso. Esa es mi mayor preocupación».