Para terminar con la inflación, hay que sincerar la discusión

Por Juan Enrique Giusti*. Ayer, el otrora Intendente de la Capital Federal, el Brillante Horacio Rodríguez Larreta, hizo algunas consideraciones sobre el desistimiento de la «Ley Miseria» (llamada Ley Ómnibus), las cuales fueron puro «biri biri», pero me llamó la atención que terminó con lo puede ser el nuevo slogan de campaña: «VIVA EL CONSENSO, CARAJO». El peronismo cordobés (¿podemos llamarlo así?) tiene claramente un mismo mensaje. Es el mensaje que alguna vez tuvo Sergio Massa, el de la tercera vía.

No discuto que hay que alcanzar un consenso, onda un «Pacto de la Moncloa», pero antes (y solo por lógica del razonamiento), debemos reconocer que hay un «conflicto», y este conflicto es un «de intereses».

El problema es que las clases dominantes ocultan cuáles son sus intereses, entonces por la vía de los medios de comunicación hegemónicos (y nuevas formas de comunicación) desvían cuáles son sus reales intereses, porque de otro modo sería muy difícil sostener su posición.

Básicamente hay dos clases con intereses contrapuestos, y la misión de la política es hacerlos complementarios. Vamos con un ejemplo.

Una sociedad determinada, la que llamaré «Trigolandia», tiene 1000 habitantes y produce 1000 toneladas de trigo por año. Para producir esas 1000 toneladas de trigo, consume 1000 toneladas de trigo. Entonces estamos en presencia de una sociedad de supervivencia, ya que para producir 1000 toneladas de trigo, consume lo mismo, de modo que no hay ningún «excedente» (guardá este concepto).

Ahora, los 1000 habitantes de Trigolandia, gracias a un salto tecnológico, producen 2000 toneladas de trigo por año. Y para producir esa cantidad, consumen solo 1000 toneladas de trigo. Entonces estamos en presencia de una sociedad «excedentaria», donde el excedente es de 1000 toneladas de trigo.

La pregunta que surge es: ¿Cómo se distribuye el excedente de 1000 toneladas de trigo?

Antes de seguir, quiero dejar en claro que fue el genial economista italiano Piero Sraffa quien hizo originariamente el planteo, y que aquí sigo sus ideas plasmadas en su obra «Producción de mercancías por medio de mercancías», 1960.

Entonces, para distribuir el excedente que generan las diferentes sociedades, no hay una sola lógica o una sola «receta» que sea aplicable por igual a todos los países del mundo, como plantean los economistas marginalistas o las instituciones del famoso Consenso de Washington (FMI, Banco Mundial, etc).

Cómo se distribuyen los recursos excedentarios, es decir las 1000 toneladas de trigo que se produjeron de más en Trigolandia, es la discusión a resolver, porque allí surge el conflicto de intereses, la puja distributiva o la lucha de clases, como quieran llamarla.

El reparto de esas 1000 toneladas de trigo que se produjeron de más dependerá del régimen de propiedad vigente, del régimen laboral imperante, del régimen impositivo, si se tienen fuerzas militares y a qué clase sirven, etc.

Es decir que para definir el modo de reparto o de distribución de los excedentes en Trigolandia, hay que tener presente cuestiones institucionales, históricas, jurídicas, de relación de fuerzas. No es matemático ni automático, ni es igual en todos los países, y por eso la «receta» de los organismos de Washington no funciona igual en todos los países.

Las economías modernas son más complejas, pero este sencillo ejemplo de Trigolandia sigue siendo válido. Y esto sucede porque la ECONOMÍA ES POLÍTICA.

Entonces, si en Argentina no ponemos en claro que hay dos clases: la rentista -dueña del capital- y la clase trabajadora (por más que ganes mucho más que la media), que «pujan» por quedarse cada una con una porción mayor de la torta excedentaria, no vamos a tener solución en el corto plazo.

El mecanismo utilizado por la clase rentista para obtener una porción mayor de la torta excedentaria -las 1000 toneladas de Trigolandia- es poner mayores precios en los bienes y servicios que produce, con el claro objetivo de aumentar su tasa de ganancia. Mientras que la clase trabajadora pretende mejores salarios. Por eso todo es un tira y afloje, y eso se ve reflejado en la inflación.

En un reciente reportaje que le hizo Jorge Fontevecchia, el economista surcoreano Ha Joon Chang, que enseña en Cambridge, dijo que la inflación es la forma perezosa que tienen las sociedades para resolver las luchas distributivas. Completo yo que la otra forma «no perezosa» es muy trágica, y nadie quiere eso.

Por ello urge que sinceremos la discusión, ya que para lograr los consensos que reclaman los diferentes sectores políticos tenemos que poner sobre la mesa los verdaderos intereses de cada clase, y el rol del Estado es jugar como árbitro neutral en esa puja, cuidando el reparto equilibrado de los excedentes (o ganancias) para cada una de las clases.

Si hacemos eso, podemos lograr nuestro Pacto de la Moncloa.

En definitiva el peronismo es eso: el consenso del 50% de los excedentes para cada clase, y nuestro Pacto de la Moncloa, es la COMUNIDAD ORGANIZADA, un librazo que recomiendo leer.

Pero no se va a lograr dicho Pacto si los dueños de los medios de producción ponen las autoridades del Estado, como lo hicieron con los militares en 1976, con Mauricio Macri en 2015 o recientemente con Javier Milei en 2023, ya que la clase rentista y el Estado van a estar coordinados por el mismo objetivo: aumentar la ganancia de la clase rentista.

Y si los excedentes están determinados por la producción material de bienes y servicios de una sociedad, el exceso de la apropiación de los excedentes por una clase, lógicamente, es en detrimento de la otra. En Trigolandia, sería cuando la clase rentista se lleva 700 toneladas de trigo mientras los trabajadores se llevan solo 300.

En Argentina, por historia y tradición, no es sustentable social y políticamente otro modelo que no sea el del 50-50.

Aunque sea obvio, es preciso recordar que la cantidad de ciudadanos integrantes de la clase rentista es infinitamente inferior a la clase trabajadora, por lo que el reparto no se hace per cápita, ya que eso sería un modelo comunista.

Entonces, ¿hay que llegar al consenso? La respuesta categórica es SI, ya que la otra solución es trágica. Pero para sentarse a charlar y lograr consensos hay que ser sinceros respecto de los intereses de cada uno y ponerlos sobre la mesa de diálogo, ya que no son las terceras vías, ni son los consensos armados sobre premisas falsas los que van a ayudar a que la Argentina termine con sus problemas y desarrolle todo su potencial.

* Abogado, San Pedro de Jujuy

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