El Arzobispo García Cuerva armó un comedor popular dentro de la Catedral metropolitana

Por Matías Ferrari*. —¡Ey! Ustedes dos, vengan— les dijo el Arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, que recién se había asomado a las escalinatas de la Catedral, y les chifló. Ángel y Sebastián, dos amigos en situación de calle que duermen en la Plaza de Mayo, se miraron. «Pensamos que nos estaba cagando a pedos», cuentan y se ríen. Pero el Arzobispo los estaba invitando a entrar con él y a preparar la comida (un guiso de fideos con carne) que más tarde iban a compartir con otras 160 personas.

La foto de la cena a pocos metros de Casa Rosada, que mostraba una mesa extendida a lo largo desde la entrada misma de la Catedral hasta casi el retablo mayor, con los platos llenos, se viralizó este miércoles en las redes sociales. Por su contraste con el contexto —marcado por el escándalo de los alimentos desperdiciados en los galpones de Capital Humano y el crecimiento sostenido en los últimos meses en los índices de pobreza e indigencia— la imagen funcionó como un mensaje político, que se suma a las críticas que varios sectores de la Iglesia vienen planteándole al Gobierno.

La idea de la reunión surgió del padre Gastón Colombres, a cargo de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, de Villa Oculta, donde lo conocen como Padre Tonga. Él mismo llamó a García Cuerva y al arzobispo auxiliar, Gustavo Carrara, para convencerlos de reunir a las iglesias vinculadas a la asistencia social por una noche, para una cena de puertas abiertas en la Catedral.

El Azrobispo confirmó enseguida. La llamaron «encuentro de caridad». Se sumaron los Hogares de Cristo (centros de rehabilitación ideados en 2008 por los curas villeros y el Papa Francico, por entonces cardenal porteño) y organizaciones como la Red Solidaria, que casi todas las noches arma una olla popular en la Plaza y en la que también colaboran personas en situación de calle como Ángel y Sebastián.

«Creo que compartir una mesa todos juntos, con los olvidados y caídos del sistema, en estos tiempos tan difíciles, era un mensaje que teníamos que dar como Iglesia», cuenta el Padre Tonga a Página/12 sobre las razones de la cena. «Fue un llamado a redoblar los esfuerzos para acompañar a los que menos tienen. No quisimos que sea un encuentro vinculado a la política, pero sí a la realidad», describe.

Sentarse a la mesa

Dentro de la Catedral, los dos amigos que prepararon la comida fueron invitados también a pararse frente a todos y decir unas palabras, luego de la lectura de algunos pasajes del Evangelio. «Yo estaba muy nervioso», dice Sebastián, y agrega que contó su historia de vida: que llegó a Buenos Aires hace varios años desde Santa Fe, que le costó conseguir trabajo, que todo se le hizo cuesta arriba y vinieron las adicciones y la situación de calle y, más tarde, el hogar de Cristo en Villa Oculta, la recuperación, el encuentro con Ángel y el resto de sus compañeros de Red Solidaria.

En la cena, dice, le escuchó decir a uno de los comensales, mientras le servía el plato, algo que no se puede sacar de la cabeza. «Uno me dijo que hacía mucho que no se sentaba en una mesa. Mas allá de comer. Que no se sentaba en una mesa, con otros, con alguien más», dice.

Ángel suma al relato que cada vez más gente se asoma a la Plaza y dice cosas como esas. «Desde enero para acá las personas que vienen a pedir un plato fue creciendo y ya es casi el doble», dice.

El Padre Tonga agrega que en su barrio pasa lo mismo con la gente que se quedó en la calle. «A mi me impresiona. No es que vea gente sin techo sólo en el centro, como habitualmente, sino que ahora lo vemos en la Oculta, y lo mismo me cuentan los curas de otros barrios, algo que antes no pasaba tanto», relata.

Los números del último censo de personas en situación de calle que realizó el Gobierno porteño confirman la apreciación que surge a simple vista. Se realizó en abril y se contabilizaron 4009 personas sin techo, de las cuales unas 2684 estaban alojadas en paradores. En abril de 2023 habían relevado en total unas 3511, y en 2022, unas 2548.

El crecimiento en los datos oficiales es notorio, aunque las organizaciones sociales vinculadas a la problemática critican el método del Ejecutivo para el conteo (se realiza en una sola noche, en algunas pocas zonas y a bordo de camionetas) y denuncian que, en realidad, son varios miles más.

Con la comida, no

La decisión de abrir las puertas de la Catedral para servir un plato de comida fue una forma de decir, con actos, que con la comida no se jode. «El plato de comida no se le puede negar a nadie», aporta el Padre Tonga.

El mensaje de la cena, además, fue que el Estado no debe abandonar a los que menos tienen, algo que García Cuerva viene sosteniendo en sus últimos discursos públicos, como el del que dio en la homilía por el 25 de Mayo. «Nuestra gente está haciendo un esfuerzo muy grande. No podemos nosotros hacernos los tontos: hay que acompañar con hechos y no solo con palabras ese enorme esfuerzo», había dicho frente al Presidente Javier Milei y el resto del gabinete.

El obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones y el arzobispo de la provincia de San Juan, Jorge Lozano, sumaron sus críticas públicas recientemente por el acopio de alimentos.

Este miércoles mismo, el propio Francisco dijo ante participantes de un seminario sobre la crisis de la deuda global que «ningún Gobierno puede exigir privaciones incompatibles con la dignidad humana», en lo que pareció una respuesta directa a la frase de Milei de que «si la gente no llegara a fin de mes se estaría muriendo en la calle».

Un sector de la Iglesia empieza a dar síntomas de inquietud cada vez más fuertes frente al destrato hacia los sectores populares y a sus organizaciones, sobre todo aquellos que comparten territorio en el día a día. Las decisiones de desfinanciar programas como el Fondo de Integración Socio Urbana (FISU) o de recortar la asistencia a los comedores son rechazadas y combatidas. Casi todos coinciden en que desde que llegó el Gobierno libertario empeoraron las condiciones de vida de la gente con la que tratan.

«Yo lo que veo particularmente es que son cuestiones prioritarias, que tener un techo digno y un plato de comida es algo esencial, y que si hay que recortar o ajustar, no tiene que ser ahí. Y como Iglesia, hoy, nos toca acompañar a los que la pasan mal», resume el Padre Tonga.

* En Página/12

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