Como cada año, Nancy Morales vino desde Alemania, donde reside desde hace dos décadas, a Jujuy, donde nació. Este año llegó no solo para visitar a sus amigos sino también para difundir el mensaje del colectivo Historias Desobedientes Hijas e Hijos de Genocidas por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Su padre fue Enrique Morales, amo y señor de la vida en San Pedro de Jujuy durante la dictadura militar, que murió en 2008 en libertad. Su tío Rubén Arturo, también expolicía, acaba de ser condenado a 12 años de prisión por ser partícipe necesario de los delitos de privación ilegítima de libertad en el quinto juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Jujuy durante la dictadura.
El colectivo se conformó en junio del año pasado a instancias de hijos de represores a partir del fallo que abrió la puerta para la aplicación del beneficio del 2×1 a condenados por delitos de lesa humanidad.
«El grupo se llama ‘Historias Desobedientes con Faltas de Ortografía’ y fue armado por la compañera Analía Kalinec, que es hija de un comisario que recibió perpetua en los juicios por lesa humanidad», relató Nancy a El Submarino Radio (91.5), y aseguró que muchos de los integrantes del colectivo, hijos e hijas de represores, han tenido faltas de ortografía, lo que se interpreta como el rechazo a las reglas. «Es una forma de dislexia», describió.
Nancy no quiere hablar del juicio de lesa humanidad que acaba de terminar en Jujuy, en el que los seis acusados fueron encontrados culpables. Se le quiebra la voz. «Me hubiera gustado no tener que vivir eso», explica.
Prefiere hablar de los Desobedientes. Relata que desde la conformación del grupo, sus integrantes brindan charlas en escuelas y son invitados a los medios de comunicación para que cuenten sus historias. También mantienen contacto con organismos de derechos humanos. Y este año, por primera vez, van a salir a la calle como colectivo a conmemorar un nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976.
«A veces los parientes contaban algunas cosas de las que hacían, pero muchos de los del grupo descubrieron el accionar de sus padres a través de los juicios. También hay los que deducen que pudo haber alguna participación, porque los padres ya murieron y en la familia hubo un pacto de silencio, una negación, un silencio», describe.
Para Nancy, lo importante es salir de esa negación. «No es fácil para las víctimas, pero para nosotros, como hijos de genocidas, tampoco es todo tan armonioso», aclara.
«Es sano salir del silencio», asegura. Sabe de qué habla, no solo por su propia experiencia de vida sino también por lo que conoció viviendo en Alemania: «Es un problema universal el de los hijos que no aceptan el accionar de los padres, sobre todo en este tipo de delitos. Ese proceso también los tuvieron las familias de los nazis. Hubo etapas en las que no se hablaba del tema, y hoy en día muchos de los libros que salen los escriben los nietos».
Explica además las diferencias entre ambas realidades: «Allá se trabaja el tema en las escuelas y están los lugares de la memoria, lugares que se conservan. Hay lugares públicos donde hay fotos de personas que fueron deportadas, o de pronto caminando te encontrás con unas baldosas doradas que tienen los nombres de las familias que fueron llevadas a los campos de concentración. Eso lleva a preguntarse qué pasó con esa casa y quién vive actualmente ahí».