Basteiro: ‘Nunca pensamos que la Argentina, pese a Macri y su gobierno, pudiera estar involucrada’

Por Ariel Basteiro*. Era noviembre de 2019, en aquel mediodía en el que estaba participando de un encuentro del Grupo Puebla en un hotel cercano a la zona de Retiro, cuando comenzaron a llegar las noticias que los militares se habían amotinado contra el poder constitucional ejercido por Evo Morales y solicitaban su renuncia.

Por aquellas horas, aún no estaba confirmado su paradero en la zona del Chapare. Todos aquellos que de una u otra forma estábamos involucrados con la vida institucional, política y social de Bolivia empezamos a preocuparnos: el golpe se había llevado adelante. Evo, con la invalorable ayuda del presidente electo Alberto Fernández, pudo salvar su vida y viajar al país hermano de México.

A partir de diciembre, con la asunción del gobierno de Alberto y Cristina, Buenos Aires fue el refugio de Evo Morales, Álvaro García Linera y muchas/os bolivianas/os que llegaban escapando de la cruenta dictadura de Áñez y Murillo (el ministro fuerte hoy preso en EE.UU).

Fue así que comenzaron a formarse grupos de solidaridad con Bolivia en Buenos Aires y allí, por mi cercanía y conocimiento de muchas/os compañeras/os que llegaban como exiliadas/os, nos enteramos de lo que empezaba a suceder y cuál era la actitud de la Embajada argentina por esos días.

El compromiso y la lucha inclaudicable del MAS y sus militantes hizo que, relativamente antes de lo que podría haber sucedido, la democracia y Lucho Arce volvieran al gobierno de Bolivia.

Al dejar la Embajada en diciembre del 2015, luego de recibir el Cóndor de los Andes (la máxima condecoración que entrega el gobierno boliviano), no imaginé que volvería a ser honrado como embajador. Bolivia recuperó la democracia arrebatada por un golpe cívico-policial-militar-eclesiástico. Fue así que, cuando llegué nuevamente a Bolivia, tenía el fuerte compromiso de volver a poner a la Embajada como una referencia de amistad y solidaridad con este hermano país.

Hace tres meses que retomé mi función de embajador y fui conociendo más profundamente los acontecimientos que se vivieron en las calles y ciudades de Bolivia en los días del golpe, y llamó la atención mayúscula cuando leíamos en los diarios el descubrimiento de Ecuador colaborando con la llegada de cartuchos y gases lacrimógenos que habían llegado en pleno golpe para colaborar con la represión, escuchamos decir a funcionarios del gobierno de Bolivia sobre la participación de otros países en esa desestabilización de la democracia boliviana.

Nunca pensamos que la Argentina, pese a Mauricio Macri y su gobierno, pudiera estar involucrada. Cuando la mañana del 8 de julio el ministro Rogelio Mayta me convoca a la Cancillería para solicitar por nota la colaboración en averiguar la posible participación de Argentina en el golpe, con la ayuda de material bélico, puedo asegurar que era escéptico en poder encontrar documentación alguna. Pero la sorpresa mayor fue cuando en la Embajada descubro la nota que desató el escándalo y la vergüenza para la Argentina por la llegada de material antimotín para reprimir al pueblo boliviano.

En un principio supusimos que era la nota que un oscuro general había enviado a una oscura embajada por esos tiempos. La nota estaba dirigida al exembajador agradeciendo el envío de 40 mil cartuchos de municiones y gases de diferentes tipo. Allí, con esa nota, apareció la punta del ovillo que descubrió un entramado aún mayor de contrabando, ocultamiento de documento y hasta un plan de sectores políticos para terminar con gobiernos populares y democráticos como el de Evo.

Una serie de notas no reconocidas, municiones no aceptadas por las personas que las enviaron, argumentos falaces para justificarse, se fueron cayendo a medida que aparecían más documentos y hasta las propias municiones, la prueba del delito. También se cayeron los argumentos falsos de que 70 mil municiones se habían gastado en entrenamientos, con la declaración de los propios gendarmes que atestiguaron que nunca hicieron entrenamiento en Bolivia. Allí se demuestra que la mentira del mentiroso Macri, así como la de la exministra de Seguridad Patricia Bullrich y demás actores menores, trataron de negar la realidad, afirmar y reconocer lo sucedido simplificaría y acortaría los tiempos de la justicia y terminarían juzgados en menos tiempo.

Es por eso que, al negarlo, como en el caso del gobernador Morales, es tratar de «matar al mensajero» para no hacerse cargo de los ilícitos que cometió el gobierno que él forma parte, agarrándosela con aquellos que con ética y responsabilidad investigamos, aportamos pruebas y encontramos lo solicitado por el gobierno boliviano.

Este proceso recién empieza, quizás sea extenso, pero saludable para la historia de nuestros pueblos que a los responsables de contrabando de armas como han sido en este caso Macri, Bullrich, Aguad, Álvarez García y los jefes de Gendarmería a cargo en ese momento respondan ante la ley, según los imputó un fiscal y lo investiga una justicia argentina, también boliviana y hasta podrán ser denunciados ante estamentos del derecho penal internacional.

* Embajador argentino en Bolivia 

Télam

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