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El conflicto entre la Rocha Solórzano y el Bachi 15 afecta a las propias familias

escuela rocha solorzano interiorLa escuela primaria 395 Rocha Solórzano comparte edificio con el Bachillerato 15 desde hace 27 años, en el barrio Cuyaya. Y desde hace 27 años que la comunidad educativa del secundario viene pidiendo un lugar propio donde funcionar. “Solicitamos un edificio propio en reiteradas oportunidades a las autoridades provinciales y municipales, hicimos planos, proyectos, pero las promesas han quedado allí”, relató a El Submarino Miguel Toconás, profesor de Ciencias Sociales del Bachi 15.

El docente expplica que “la matrícula de la escuela primaria ha disminuido porque la gente que habitaba las 790 Viviendas se ha trasladado a otros sectores de la ciudad, quedando entonces aulas vacías en el turno tarde”.

Ante esta situación, el director de la primaria y la directora de la secundaria acordaron aprovechar los espacios libres. “El objetivo siempre va a ser el alumno, y así se logran algunas afinidades”, señaló Toconás.

Esas conversaciones llegaron a la firma de un acta acuerdo, delimitando los espacios y definiendo los horarios, sobre todo de los recreos, para que los pequeños de primaria no se cruzaran con los adolescentes. “Una vez firmada el acta, el Bachillerato 15, respetuoso de lo que se había acordado, hicimos promoción en los diarios y en el barrio para que se puedan inscribir”, continúa el docente.

Sin embargo, al iniciar las clases, surgió un obstáculo inesperado: “Cuando vamos a ejercer nuestro derecho a enseñar y educar, lamentablemente los padres se opusieron a que ingresaran los alumnos y los docentes”.

‒¿Por qué esos padres aseguran que los estudiantes del secundario son problemáticos?

‒Nosotros, como Bachillerato 15, hemos emergido  a la sociedad en 1988 para solucionar problemas en los alumnos que tenían bajo rendimiento, repitencia o deserción en otros establecimientos. Entonces nuestros alumnos vienen de diferentes lugares, como Campo Verde, las 790 Viviendas,  asentamientos de los alrededores. Es verdad que las condiciones sociales de estos chicos no son las mejores.

‒¿De qué se quejan puntualmente esos padres?

‒Nuestros alumnos vienen con gorras, con piercings, cabellos cortos o largos, todo lo propio de las modas, y los padres se quejaron al ver eso. Yo me sentí muy mal cuando dijeron que no iban a permitir el ingreso a nuestros alumnos porque según ellos iban a ejercer algún grado de violencia contra los niños de primaria. De esa manera estigmatizaron a nuestros alumnos, y yo me sentí mal como docente, porque me parece fuera de lugar tratar así a los chicos por sus condiciones. Además acá se produce una inflexión, porque hay familias que tienen los hijos en la escuela primaria y primos en la secundaria, por ejemplo, y se produce la ruptura.

‒¿Quiere decir que incluso hay peleas intrafamiliares por ese tema?

‒Sí, se han producido problemas entre familias. Me lo han relatado mis alumnos de primero, segundo y tercer año. Yo puedo entender la posición de los papás, porque yo también soy padre,  pero el diálogo con la institución no se debe romper nunca, ambas instituciones no pueden romper el diálogo y menoscabar a los alumnos por cómo se visten o qué se ponen. Esto se puede arreglar por otros medios. Ahora pasamos a otro nivel y estamos esperando que el Ministerio nos responda a través de una resolución, porque hay alumnos que están esperando ir al turno tarde y todavía no tuvieron clases.

‒¿Este tema quien lo resuelve en el Ministerio de Educación?

‒No sé quién tiene que tomar la medida. Nosotros hicimos la gestión correcta en Supervisión, y ahora son los niveles superiores los que tienen que definir. Mientras tanto, hemos avanzado como institución, y en primera instancia hemos tratado de incluir a estos alumnos en el turno vespertino, de 18 a 22, hasta que se resuelva el problema, para que no se queden sin clases. Y en segundo lugar elevamos a la Supervisión un proyecto articulador entre las dos instituciones para avanzar en un consenso, porque nos dicen que el año que viene va a ser mucho más grave porque van a quedar desocupadas la mayoría de las aulas del turno tarde. Entonces nos preguntamos qué se va a hacer con esas aulas, y si los alumnos del Bachillerato seguirán yendo de 18 a 22. Yo creo que tiene que haber una transición: si no podemos pasar este año, que haya una transición para que el año que viene efectivamente ocupemos todo el turno tarde. Esa seria una buena solución.

‒¿La directora de la primaria apoyó la postura irracional de los padres?

‒Quien los apoyó fue la vicedirectora, de apellido Alfaro, que dijo “ustedes esperaron que se muera la Rocha Solórzano para venir a ocupar este edificio y reclamarlo como propio”. Pero este es un edificio público, nosotros vemos las aulas vacías y las queremos aprovechar. Me parece que es lo más lógico darle la función social que tiene el establecimiento educativo. 

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