Esquivel: «Si alguien colaboró con el golpe en Bolivia, desde Jujuy o desde la Argentina, es muy grave»

Para el diputado provincial Juan Manuel Esquivel, el gobernador Gerardo Morales «tendría que salir a explicar» detalles del viaje a Santa Cruz de la Sierra que realizó en septiembre pasado, un viaje que provocó por estos días una serie de especulaciones sobre una supuesta relación con el golpe de estado en Bolivia. En diálogo con el programa Día 6 (FM Conectar 91.5), el legislador de Unidos y Organizados, que termina su mandato el próximo 10 de diciembre, consideró que «no hay elementos que hagan verosímiles estas elucubraciones», pero advirtió que no se puede dejar de atenderlas. «Sería tremendo si algo de eso fuera verdad, por las consecuencias», señaló.

Sobre el proceso institucional que atraviesa la Argentina, ante la inminencia de un cambio de gobierno, Esquivel opinó que es necsario «tomar lectura» de lo que está pasando en Bolivia. «Argentina va a recuperar un gobierno nacional y popular, que no solo cree en la república y en la democracia, sino que fundamentalmente cree en la distribución de la riqueza. Y esto es lo que no aceptan los sectores de la restauración conservadora», remarcó.

-¿Qué lectura hace de los hechos de Bolivia? 

-Son días aciagos. Ocurre que la realidad es única, todo es interdependiente, estamos conectado con el mundo. Hay que pensar qué tiene que ver la deuda de la provincia con la situación en el país y en Latinoamérica, donde hay focos de insurgencia y resistencia, o de pelea de los poderosos para recuperar la iniciativa en algunos casos o el poder, directamente, como se está viendo en Bolivia con un golpe de estado de la factura más clásica que se ha visto. En realidad, hace 40 años están guardado en la gatera, solo que no utilizaban los mecanismos más retrógados, más salvajes, más inhumanos, como los que se están utilizando ahora.

-Parecen haber abandonado las sutilezas…

-Claro. Veníamos hablando de los golpes blandos, del lawfare, del uso de fake news. Pero aquí desembozadamente están utilizando la violencia. Pasaron 24 horas de la renuncia de Evo y aparece esta mujer que se autoproclama presidenta, y entonces decimos ya nos suena más a un golpe. «Pero no salieron las tanquetas y los militares no tomaron el poder», se decía. Bueno, ya salieron a la calle, están matando gente, disparando desde helicópteros. No solo suspendieron las garantías sino que sacan a la prensa para que no se muestre el desastre que están haciendo. Con la prensa podemos tener muchas discusiones, pero en ciertas circunstancias es necesaria para conocer y frenar la locura inhumana que se produce en muchos lugares del mundo. Es una locura vengativa, racista, xenófoba, que proviene de la media luna fértil de Bolivia. Esperemos que la comunidad internacional lo repudie y no reconozca a Jeanine Añez.

-Pensando en las conquistas que logró el pueblo boliviano en los últimos años, pareciera que hay una correlación entre lo salvaje de la represión y el grado de conciencia alcanzado por ese pueblo, como si la violencia hubiera sido la única manera de quebrarlo. 

-Sí, y además con una estructura de información muy bien planeada, porque esto no se improvisa. Le han hecho creer a la gente que vivía mal. Me recuerda a lo que hizo Durán Barba para posicionar a Macri, a lo que se decía en Jujuy, que éramos esclavos. Nos decían a los argentimos que creíamos que éramos de clase media, pero que no era así. Por ahora, en Bolivia es la guerra; pero van a ir muy rápido, van a hacer perder derechos lo más rápido posible, no solo porque van a concentrar la riqueza sino porque les van a decir «ustedes no tienen derecho, no han nacido para esto, ustedes han nacido para ser y morir pobres». Mientras tanto, el pueblo le está metiendo resistencia, veremos hasta dónde pueden. Uno anida la esperanza de que sea fuerte y que a las propias fuerzas armadas les empiecen a temblar las rodillas y empiecen a autoacuartelarse y le saquen el poder militar a los golpistas.

-La Legislatura de Jujuy sacó una resolución de repudio al golpe de estado en Bolivia. ¿Cómo fue ese debate?

-En la sesión del miércoles pasado, el pleno de la Legislatura acordó una resolución, lo que significa un posicionamiento fuerte sobre algún hecho de la realidad. En su artículo primero, esta resolución dice “repudiar el golpe de estado en Bolivia, llamar a la defensa de los derechos humanos, proteger el derecho a la vida…”. Y se expresa el deseo de los legisladores de que se recupere la institucionalidad y no se avance en esta situación de violencia. El tema no fue espontáneo. Previo a las sesiones, los presidentes de bloque se reúnen en Labor Parlamentaria, donde se acuerdan los temas que se van a tratar en sesión. En este caso el radicalismo aceptó discutir el tema, pero hasta ahí. Inicialmente, no querían sacar una resolución. Pero había proyectos de las bancadas opositoras, entonces les avisamos que los íbamos a proponer sobre tablas. «Si ustedes se niegan, van a ser los negadores de una realidad», les dijimos. Ya en sesión, el bloque oficialista nos dio una sorpresa cuando dijeron «vamos a acordar una resolución». Buenísimo. Se vio que traían un temperamento diferente al de 24 horas antes.

-¿Y cómo fue la discusión?

-Hubo posiciones diferentes, incluso hacia adentro de los bloques. Pero el hecho central era que no se puede admitir este tipo de cortes institucionales. Nosotros y el bloque justicialista dijimos que no se puede hablar de recuperar la paz en Bolivia señalando que hay violencia de los dos lados, porque la violencia la ejercieron los que rompieron el orden institucional, la ejercen los que toman el poder por asalto.

-Hay que explicar lo obvio…

-Bueno, nos hemos acostumbrado a vivir en democracia, pero no está mal que nos recordemos una vez más qué es un golpe de estado. Por más que los organismos de derechos humanos han hecho una gran tarea para mantener vivo el sentido de memoria verdad y justicia, no todos lo terminan entendiendo. Cuando se rompe el orden institucional y aparecen loquitos que quieren hacer las cosas como les da la gana, se mata gente. Tenemos que recordarlo. E incluso hacer el ejercicio académico de meternos en la Constitución de Bolivia, que no es una república como nosotros la entendemos, sino que tiene la forma de un Estado Plurinacional, lo que le da un componente diferente en su funcionamiento legislativo y la articulación con el Ejecutivo. Son formas modernas de democracia.

-Volvamos al debate en la Legislatura. 

-Nos sorprendió muchísimo la diputada radical Marcela Arjona, que está a cargo de la Comisión de Pueblos Indígenas, porque hizo una propuesta de hablar con algún eufemismo, no hablar de golpe de estado sino de interrupción democrática. Le dijimos que no, que hay que llamar a las cosas por su nombre. Así tiene que ser, y otros sectores del radicalismo adhirieron. Igualmente me cuesta entender por qué estuvieron tan dispuestos a sacar la resolución y decir que hubo un golpe de estado sin plantear peros, porque quien planteó peros fue el propio gobernador, que dijo «hubo un golpe de estado pero el culpable es Evo».

-Quizás sea porque los tres días que pasaron entre la toma de posición del gobernador y el tratamiento en la Legislatura pusieron más en claro lo que estaba pasando. 

-Puede ser. Y con la resolución que salió de la Legislatura, por escrito, con una visión clara, en parte se corrigió eso. Y la resolución también puso paños fríos a unas discusiones que mantuvo el gobernador contra el estado boliviano, el presidente Evo y la ministra de Salud a partir de su iniciativa de cobrarles el servicio de salud a los bolivianos, que terminaron con la firma de un convenio el año pasado. Hubo declaraciones muy fuertes en esa época.

-Ese enfrentamiento pareció limarse cuando Jujuy envió brigadistas a ayudar a combatir los incendios en la Chiquitanía, lo que por estos días ha generado una serie de preguntas que provocaron el enojo y la indignación del gobernador y algunos legisladores nacionales del radicalismo.

-Yo creo que a esta altura, cuando hay mucho ruido, les toca a los órganos de investigación, al propio poder político, poner las cosas en blanco sobre negro. Yo no quiero ser de los argentinos y jujeños que colaboraron con el golpe en Bolivia, así que voy a decir una y otra vez que no colaboré y que estoy totalmente en la antítesis de esto. El gobernador tendrá que salir a explicar. Salieron algunos alfiles, legisladores nacionales, a gritar cosas que no aclaran sino que más bien oscurecen. La verdad es que no ayudaron. Y el propio Gerardo Morales, ante la acusación de un dirigente social, en lugar de invitarlo a que venga a la provincia y poner información a su disposición, lo insultó. Y de este modo, se profundiza la suspicacia.

-¿Cree que hay lugar para la suspicacia sobre qué pasó en ese vuelo a Santa Cruz de la Sierra? 

-Para mí, en lo personal, no hay elementos que hagan verosímiles estas elucubraciones, pero no podemos dejar de atenderlas. Sería tremendo si algo de eso fuera verdad, por las consecuencias. Nosotros tenemos en Jujuy familiares bolivianos que están muriendo allá, hay gente que grita desesperada, que llama preguntando cómo puede hacer para saber si su hijo o su hermana están vivos o muertos. Entonces, si alguien colaboró con el golpe, desde Jujuy o desde la Argentina, es muy grave.

-¿Considera que el golpe de estado en Bolivia pone en riesgo la estabilidad de la región?

-No podemos perder de vista lo que está pasando, tenemos que tomar lectura. No nos podemos dormir, no podemos decir que la democracia está consolidada, porque cuando el músculo duerme la ambición trabaja, así que si nos dormimos podemos despertar y tener no sé si a los milicos en la calle otra vez, pero alguna variante. Porque si bien tenemos conciencia gracias a la lucha de las Madres y las Abuelas, también es cierto que el tiempo ha pasado, que esta memoria la tenemos los más viejos, mientras que los más jóvenes ven todo esto como un relato. Entonces tenemos que tomar lectura de lo que está pasando. Argentina va a recuperar un gobierno nacional y popular, que no solo cree en la república y en la democracia, sino que fundamentalmente cree en la distribución de la riqueza. Y esto es lo que no aceptan los sectores de la restauración conservadora.

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