Aída Inés Villegas nació el 22 de julio de 1954 en la capital catamarqueña. Fue desaparecida el 2 de noviembre de 1976 en Tucumán, cuando tenía 22 años y acababa de recibirse de psicóloga. Casi medio siglo después de su desaparición, sus restos fueron identificados en el Pozo de Vargas, una de las fosas comunes más emblemáticas del país, ubicada en Tafí Viejo.
La confirmación fue brindada por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) a su hermana, Claudia Villegas, quien ha sido una activa querellante en las causas judiciales por crímenes de lesa humanidad.
El hallazgo se produjo en el marco de las excavaciones que lleva adelante el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (Camit), en colaboración con el EAAF. Aída se convirtió en la víctima número 121 identificada en el Pozo de Vargas, un sitio que representa uno de los mayores símbolos del horror de la última dictadura cívico-militar en Argentina, donde yacen restos de personas secuestradas y asesinadas durante el Operativo Independencia y la represión que comenzó en 1976.
Nacida en San Fernando del Valle de Catamarca, Aída cursó la primaria en la Escuela Rivadavia y el secundario en la Escuela Normal Clara J. Armstrong, donde hoy una placa recuerda su memoria. Participaba activamente en concursos literarios y fue reconocida por su sensibilidad y compromiso social.
En su adolescencia, se involucró en la Juventud Peronista y, tras completar sus estudios en Psicología en la Universidad Nacional de Tucumán en 1976, planeaba emigrar a Venezuela para reunirse con su pareja y comenzar una nueva vida, lejos del clima represivo que azotaba el país.
El 2 de noviembre de ese año, alrededor de las 14:30, un grupo armado vestido de civil, con los rostros cubiertos, irrumpió en su domicilio en la calle Catamarca 386, en San Miguel de Tucumán.
Aida fue golpeada y picaneada en su propia cama mientras su familia, que había sido obligada a subir a la terraza, escuchaba sus gritos de dolor. La almohada quedó bañada en sangre.
Ensangrentada y amordazada, se la llevaron. Testigos presenciales relataron la presencia de al menos tres autos sin patente y un camión del Ejército apostados en las cercanías.
Aída fue trasladada a centros clandestinos de detención, primero a la Jefatura de Policía y luego al Ingenio Nueva Baviera, ambos en Tucumán. Juan Carlos «El Perro» Clemente, testigo clave en los juicios por crímenes de lesa humanidad, la identificó con la sigla «DF» (Destino Final), utilizada por los represores para referirse a las víctimas que serían ejecutadas.
Su caso formó parte de la Megacausa Arsenales II – Jefatura II, juzgada en 2013, donde 41 represores fueron procesados y condenados por crímenes de lesa humanidad cometidos en Tucumán. De ellos, 37 recibieron condenas, en un proceso que busca justicia y reparación para las víctimas y sus familias.
Identificaron a la víctima 120 del Pozo de Vargas, la mayor fosa común de la dictadura