Por Mempo Giardinelli*. He sido compañero de redacciones y amigo de muchos de ustedes, Leuco, Majul, Rossi, Lanata y muchos más, y hoy, a minutos del atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quiero manifestarles mi más profundo y sincero desprecio por vuestro miserable comportamiento periodístico de los últimos años, sembrando odio y resentimiento, fabricando mentiras, inventando patrañas y azuzando a una sociedad que sólo necesitaba –y necesita– paz, democracia y serenidad.
No los maldigo, pero sí los señalo públicamente y si dependiera de mí los condenaría a padecer el desprecio de una sociedad que ustedes contribuyen día a día y hora a hora a exacerbar.
Después de alcanzar cimas de prestigio periodístico que dilapidaron supongo que por dinero –ya que hoy todos ustedes son millonarios– en mi opinión son apenas unos pobres infelices y yo quiero decirles que lo son.
E incluso sumo a ustedes, para más degradarlos, a quien se apellida Reato y acaba de decir en la telebasura que este atentado «claramente es positivo para Cristina». Dicho en el mismo tono casual con que ustedes cacarean que «evidentemente fue un gran susto, pero muy relevante para ella», mientras otro despreciable añade, como al pasar, que «es cierto: esto es importante para sus expectativas electorales».
Hasta ahora, y por años, se han soportado en silencio todas sus mentiras, todas sus invenciones, todas sus exageraciones, todas sus acusaciones infundadas y toda la vulgaridad de vuestras violencias verbales y mentiras sistemáticas. Ese miserable mecanismo, estoy diciendo, de gente que al perder toda decencia se presta –como ustedes se prestaron, y sin retorno– a celebrar toda alteración de la verdad y del orden constitucional, mediante el repugnante oficio de lamerle el trasero a la dizque Justicia infame que padece mi Patria.
Ex amigos, ex compañeros, ex colegas: es inútil, y mentiroso, que en esta emergencia pretendan parecer moderados y como objetivando un caso que en el fondo ha de frustrarlos, inconfesadamente, porque el sicario enviado no logró matar a la vicepresidenta.
Escribo y sostengo que la Patria, mi Patria, está en esta emergencia feroz por culpa de ustedes. Yo los acuso y me arrepiento de haber creído en ustedes alguna vez. Y de haber sido sus amigos. Y de haber compartido el sagrado oficio de informar, comunicar, ser veraces y formadores de opinión. Todo eso que traicionaron ustedes y encima por dinero, como presumo, que es la más infame de las inmoralidades.
* En Página/12